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martes, 1 de diciembre de 2015

Rodolfo Gil Fernández, poeta, político y periodista



Puente Genil fue el escenario afortunado que vio nacer a Rodolfo un martes 3 de diciembre de 1872. Hijo de Francisco Gil Estrada, primer director de la Banda Municipal de Música de Puente Genil y de Carmen Fernández Colón, tuvo varios hermanos: Teresa, Adelina, Jorge (en el mundo artístico conocido por Manrique) y Acisclo.

Su padre, Francisco Gil Estrada
Cursó los estudios de primera enseñanza con el culto maestro pontanés Modesto Carmona, ingresando con sólo nueve años en el seminario San Pelagio mártir, de Córdoba. A pesar de que el futuro de Rodolfo parecía orientarse en aquellos primeros años hacia el sacerdocio (llegó incluso a recibir la primera tonsura y estudió hasta tercero de Teología), abandonó el camino iniciado por no creerse con fuerzas para continuarlo. Y aunque esta decisión causó un hondo disgusto en la familia, lo cierto es que el corazón, la pasión y el alma de Rodolfo estaban siendo llamados desde otros rincones.
Pasión que se manifiesta incontenible desde edad muy temprana, pues el Almanaque del Obispado de Córdoba publicaba ya en 1888 un soneto de nuestro biografiado, cuando el jovencísimo pontanés aún contaba sólo quince años de vida. Al año siguiente lo encontramos como colaborador habitual del Diario de Córdoba y de El Andaluz, donde escribía tras el seudónimo Ponsinguilis.

En 1890, coincidiendo con la publicación de su libro El Delirio. Casi leyenda y casi Historia (imprenta del Diario Córdoba, San Fernando 34 y Letrados 18), dedica unos versos titulados La Esperanza al insigne paisano Manuel Reina Montilla, entonces Diputado a Cortes, quien devolvería la atención en 1897 al dedicarle inserto en su libro Rayo de sol y otras composiciones (imprenta de los hijos de M. G. Hernández, calle Libertad 16, duplicado, bajo, de Madrid), los versos La Mañana del Corpus.





















En la tarde noche del viernes 5 de septiembre de 1890, ¡aún con diecisiete años!, estrenó en Córdoba su monólogo Es tarde, o castigo del cielo, desempeñado por el señor Aparicio. Al final de la representación, actor y autor fueron llamados a escena varias veces, recibiendo en muestra de reconocimiento dos coronas, ramos y cajas de habanos.

En septiembre de 1891 parte a Madrid para terminar sus estudios para la nueva carrera que ha emprendido y es nombrado redactor de La Voz de Córdoba, al tiempo que sigue colaborando con el Diario de Córdoba.

Poco más tarde, en mayo de 1892 (¡diecinueve años!) siendo profesor en el colegio español-francés de San Luis, es nombrado secretario de dicho colegio. Aquel año publicó Córdoba Contemporánea, edición que sufraga el propio Ayuntamiento cordobés (para lo que cuenta con el informe favorable de Francisco de Borja Pavón, Cronista Oficial de la ciudad), previo concurso de las imprentas de la capital, haciendo entrega a Gil de cuatrocientos cincuenta ejemplares y quedando depositados cincuenta en el archivo municipal. Para comenzar a calibrar el peso de la figura de Gil, pensemos que hasta este momento cuenta sólo con veinte años, que aún le quedan más de cuarenta años de vida… ¿Qué no hará, que no conseguirá de cuanto se proponga?

En 1893 el Ayuntamiento de Córdoba convoca un concurso para probar la importancia militar de la ciudad y la conveniencia de establecer en ella la capitalidad del distrito, alzándose Gil con el primer premio del certamen con su obra Importancia militar de Córdoba y conveniencia de establecer en ella la Capitalidad Militar de Andalucía. En esa Memoria justifica Rodolfo, desde el punto de vista técnico, estratégico, histórico y económico, el establecimiento en Córdoba de la capitalidad militar, aportando para ello razones de Estado e interés público.

Volviendo al ejercicio del periodismo, en 1893 ejerció interinamente como director del Diario La Verdad, publicó Séneca y la Mezquita y en 1895, al tiempo que publica La Mezquita aljama, colabora en el semanario Pepita Jiménez, joya de la prensa pontana dirigida por el insigne José Contreras Carmona y donde coincide con Antonio y Agustín Aguilar y Cano, Rafael Moyano Cruz, Manuel Reina, Blanco Belmonte, Pepe Siles, Leopoldo Parejo, Francisco de Paula Velasco Estepa, Miguel Romero Carmona, Alberto Álvarez de Sotomayor…

En 1896 y 1897 publica, respectivamente, Córdoba Contemporánea (enlace para descargar el archivo) y Oro de ley .

En 1901 arranca su etapa granadina: colabora con la revista Idearium y publica El país de los sueños. Páginas de Granada (imprenta de Paulino V. Traveset), obra compuesta por sesenta artículos y que termina con un estudio de La vida intelectual de Granada, seguida de una corta antología o florilegio de poetas granadinos.

En ella canta a Granada, sus monumentos, su vega y sus costumbres en un precioso tomo editado con profusión de grabados. En aquel mismo año, organizado por el Liceo granadino con motivo de las fiestas del Corpus, obtuvo el primer premio por una composición poética. Se enamora y se casa con María (Benumeya) Torres Céspedes, miembro de una noble familia morisca granadina, de las pocas que conservaron noción de su origen, descendiente de Abd Allah Ibn Umayya o Luis de Córdoba y Valor, hermano del caudillo morisco Abén Humeya. A pesar de que en sus biografías y en las notas biográficas del propio Gil Benumeya (el hijo que tendría Rodolfo), su madre aparece nombrada como María Torres Céspedes, en la partida de nacimiento de Rodolfo se inscribe como hijo de Concepción (aunque bien podría ser MARÍA de la Concepción) Torres Villar, en lugar de Torres Céspedes. Según testimonio de su bisnieto don Daniel Gil Benumeya, en su lápida de lee "María Torres del Villar"("Céspedes" era uno de los apellidos de la familia Villar, jienenses muy relacionados con Cuba). A las cinco de la madrugada del cinco de junio de mil novecientos uno, Rodolfo y María tienen un hijo, que vendría al mundo en Andújar: Rodolfo Gil Benumeya, quien adopta el apellido morisco de la familia de su madre. Al poco sus padres se separaron y su hijo se fue a vivir con su abuela Mamá Carmen desde los 3 hasta los 19 años, cuando se produce en Madrid el fallecimiento de ésta.





























Aunque excede del propósito de este trabajo y de la capacidad del autor, recomendamos sinceramente una aproximación del lector interesado a la familia Gil:
  • Rodolfo Gil Torres,
    también llamado Gil Torres-Benumeya.
    El recorrido vital y profesional de Gil Benumeya (hijo de nuestro protagonista) es digno de conocerse: Tras ser educado de forma severa por su padre con los jesuitas en Areneros y los agustinos en El Escorial, más por un sentido del orden y del deber que por una catolicidad activa, en 1925 es enviado a Marruecos por Primo de Rivera para dirigir un órgano de la prensa española, es profesor de arte hispano-musulmán y de historia de Marruecos en el Centro de Estudios Marroquíes de Tetuán y más tarde en el Instituto Libre de Tetuán (primer centro marroquí de enseñanza media), vicesecretario general de la Casa Universal de los Sefardíes, miembro del consejo de redacción de las revistas Tropas Coloniales, la Raza y Maghreb (que se publicaba en París), vicesecretario de la Asociación Hispano-Islámica, profesor de estudios españoles en la Residencia de Estudiantes Marroquíes en El Cairo, así como colaborador de la Universidad de Al-Azhar, lector de español y árabe en Argel, miembro de la sección de Política Internacional del Instituto de Estudios Políticos, colaborador de la Oficina de Información Diplomática del Ministerio de Asuntos Exteriores español y de las revistas Arbor y África del CSIC y de los informativos de Radio Nacional de España. A partir de 1962 trabajó en el Despacho de Prensa de la embajada de la República Árabe Unida (cuando Egipto tenía dicha denominación durante su unión con Siria) en Madrid, recibiendo en 1966 la condecoración de la Orden de la República de la RAU y en 1970 la condecoración española de comendador de la Orden de África. Falleció repentinamente en 1975.
  • Y de la misma forma que hay que acercarse a la figura de Gil Benumeya, no es menos
    Rodolfo Gil Grimau
    (o Rodolfo Gil Benumeya Grimau)
    apasionante la biografía de su hijo Rodolfo Gil Grimau (nieto de nuestro Rodolfo Gil Fernández), quien en los últimos años de su vida firmaba sus obras como Rodolfo Gil Benumeya Grimau, intercalando el apellido Benumeya de su padre, por lo que es posible cierta confusión. Gil Grimau (fallecido en 2008), orientalista, fue iniciador del Instituto Cervantes, sobrino del histórico dirigente del Partido Comunista de España Julián Grimau (su padre se había casado con Emilia Grimau), lo que le ocasionó no pocos problemas durante la dictadura franquista, director del Centro Cultural Hispánico en Egipto, director del Centro Cultural Español (luego Instituto Cervantes) en la capital marroquí, agregado cultural de la Embajada de España en Marruecos, impulsor de relaciones de cooperación e intercambio entre las instituciones locales y la Junta de Andalucía… En 1994 se le encargó la puesta en marcha de la sede del Instituto Cervantes en Lisboa. Desde luego, una vida digna de ser vivida. Para saber más: https://elastrodeoriente.wordpress.com/2015/07/30/rodolfo-gil-benumeya-grimau-el-ultimo-abenhumeya/
Apuntada siquiera someramente la descendencia de Rodolfo, sigamos con nuestro relato:
En 1902, siendo redactor de El Globo de Madrid, es nombrado académico correspondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras e ingresa en la redacción del Diario Universal, fundado aquel mismo año. De Rodolfo Gil se cuenta que era la cortesía y la bondad personificada, lo que no le eximía de protagonizar alguna deliciosa anécdota, como la que se cuenta a propósito de la noticia que el periodista recogió sobre un homenaje dado en Córdoba a beneficio de un actor muy conocido en Jaén. Rodolfo dio cuenta de que entre los regalos que se le habían hecho, se encontraba un retrato al carbón. Al poco, aquel actor buscó a Gil en tono de desafío pidiendo explicaciones. Rodolfo no entendía la violenta actitud del actor, hasta que éste sacó el periódico gritando “¡LEA USTED, LEA USTED!”… y Rodolfo leyó “Además de los regalos ya dichos, figuraba un hermoso retrato al cartón del beneficiado”.

Otra anécdota o curiosidad de Gil, es que es el primer periodista en utilizar la denominación de COSTA DEL SOL con un sentido turístico y en relación a las costas malagueñas. Suele pensarse que ese término es una creación del empresario turístico afincado en Almería Rodolfo Lussnigg, pero el uso del término de Costa del Sol es bastante más antiguo.  La primera vez que se utiliza ni siquiera es en nuestro país, sino en Portugal y a comienzos del siglo XX en referencia a su actual Costa de la Luz. Y aunque el primer escritor que patenta el nombre es Miguel de Unamuno en su composición Nubes de ocaso (1908), no es sino hasta 1927 en que Gil utiliza el término Costa del Sol con carácter y sentido turístico, en un artículo sobre la costa de Djebel Abiod en referencia a las playas marroquíes de Marsa.

La fecunda pluma del insigne pontanés no descansa. Escribe decenas de artículos en distintos periódicos, en los que se pone de relieve la inmensa cultura de Rodolfo. Viaja por buena parte de España y durante un tiempo se asienta en Almería, reclamando constantemente mejoras para aquella provincia en cuanto a infraestructuras, comunicaciones y sanidad. De la misma forma que lo hace para Almería, también grita por Córdoba, exigiendo mejoras en el saneamiento, la limpieza, la higiene pública... y estimando que acometiendo esas mejoras, saneada Córdoba, la mortalidad en la ciudad podría reducirse a un 15 o 20 por mil (¡!): 
Mirad su alcantarillado. Es antihigiénico, es anticuado; sus aguas sucias se estacionan; el estancamiento de las materias fecales en los pozos negros hace de cada casa un foco de infección. La permeabilidad del terreno y la pendiente en que la ciudad se asienta facilita las filtraciones en el añejo sistema estacionario, que da vecindad tan nociva a los pozos de agua potable, o, al menos, utilizada en los usos domésticos.  Añadid a esto que en los barrios hay viviendas en que el pozo negro está detrás de la puerta o en un rincón del patio en que se toma el sol en invierno y se pasa la velada en verano”.
No acaba la producción literaria de Gil en sus artículos ni en sus versos. En 1907 estrenó en el Teatro Eslava de Madrid una zarzuela en un acto, titulada Las doce y media y… cerrado escrita en colaboración con Afán de Ribera y con música del maestro Calleja. Aquel mismo año concluyó su relación con Diario Universal, en el que había permanecido desde su fundación, y pasó a la redacción del prestigioso ABC, transformándose en un periodista de primera fila escala nacional. Obtiene junto con el poeta cordobés Enrique Redel un accésit en el concurso abierto por el Diario de Avisos, de Zaragoza, para la formación del Romancero de los sitios (se refiere a los sitios de Zaragoza en la Guerra de la Independencia contra los franceses).


En 1910 escribe el tomo V de sus Monografías de Arte Universal dedicada al artista y titulada Querol (editada por los hermanos Jubera), texto al que acompañan sesenta y cinco ilustraciones que reproducen las principales obras del genial escultor y en el que hace glosa y crítica artística de Agustín Querol Subirats (1860-1909). En su obra comienza Gil por estudiar el sitio ocupado por Querol en el arte español y luego, en tres capítulos, hace un análisis concienzudo, docto y detallado de la vida artística del escultor tortosino, de sus triunfos y de sus luchas, de su temperamento y del valor de sus obras. Ello le valió ser nombrado académico correspondiente de la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.

La Gloria y los Pegasos, en la azotea del Ministerio de Agricultura de España (Madrid)

En 1911 publica Romancero judeo-español: recopilación de romances y canciones populares del pueblo judío, antiguas unas, modernas otras, y muchas de ellas popularísimas en aquella España y cantadas por los niños en los coros de las plazas. Rodolfo hace un estudio de la fonética del habla de los judíos de procedencia española en Oriente, con sus giros y locuciones, estudia los sustantivos, adjetivos, proposiciones, conjunciones, adverbios etc. y acompaña a todo ello un glosario interesantísimo, trabajo de estudio, erudición y paciencia. La importancia del Romancero judeo-español, el mismo autor la explica y desentraña en estas palabras:
“Si no hay en la literatura de ningún pueblo, como deja bien sentado el gran Menéndez Pelayo, tema más interesante que el de sus orígenes épicos, este interés de acrecienta tratándose de un pueblo como el castellano en que la historia corrió mezclada desde el principio con la poesía heroica y en que el elemento épico es la fuente de todo lo más peculiar y castizo que ha producido nuestro arte nacional. De aquí la prestancia con que se nos recomienda cuanto se nos relacione con la poesía heroico-popular castellana. Todos los romances compilados en el presente estudio, nos sirven para dejar plenamente demostrada y fuera de duda una afirmación que la observación consolida y es: que si en las producciones rabínicas originales, trabajadas sobre nuestro idioma es patente la influencia recibida del ambiente de cultura española que hubieron de respirar, y en que se habían movido mayormente, fueron influidos los judíos al adoptar y difundir exclusivamente entre sus descendientes lo que de la inspiración de nuestro pueblo aprehendieron”.

























Tres veces Diputado Provincial por Madrid por los liberales, la primera de ellas en 1913 por el distrito de Inclusa-Getafe. Aquel año publica una nueva Monografía de arte dedicado al análisis de la obra de Sorolla, en la que estudia sus primeros pasos artísticos, su formación como pintor de robusta y fuerte personalidad, para describir a continuación cómo pintaba el artista, cómo el insigne maestro comprendía su arte; analiza sus evoluciones y, por último, resume el momento por el que atravesaba en aquella época la obra de Sorolla. Termina el tomo un catálogo muy completo de sus obras. En febrero de 1916 y marzo de 1917 es proclamado nuevamente Diputado Provincial de Madrid, esta vez  por el distrito de Palacio.

Sus múltiples ocupaciones como Diputado y periodista, amén de participar en certámenes y diferentes actos a los que como académico correspondiente se le requiere, aún le dejan tiempo para practicar otra de sus pasiones, la poesía. En 1917, prologado por Narciso Alonso Cortés, publica su libro de poemas Mirtos, del que José García Mercadal decía que en él encontraba “junto a composiciones aromadas por el perfume castizo del Romancero, otras donde triunfa el colorismo de la musa andaluza, otras empapadas en la melancolía de las campiñas que prestaron inspiración a Curros Enríquez y a Rosalía de Castro, y como complemento de su propia inspiración, al par que muestra de su amplia cultura, traducciones de poetas persas, árabes, portugueses, catalanes, valencianos, gallegos, franceses, suecos y rumanos”. El citado crítico hace referencia a una serie de notas que definen a Gil por encima de todo y que lo distancian de otras figuras relevantes de la época: su vasta erudición (redacta documentadísimas glosas sobre Rubistein, Cristóbal Gluck, el ex convento donostiarra de San Telmo, costumbres y forma de vida en el Duranguesado, la celebración de la Navidad en distintas partes del mundo…), una formación cultural por encima de lo común y un perfecto dominio de multitud de idiomas y lenguas clásicas.

Rodolfo Gil Fernández
En noviembre de 1918 es nombrado Gobernador Civil de Orense, por cuya causa los periodistas de Madrid, en un banquete celebrado tanto en su honor como en el de Cristóbal de Castro, elegido Gobernador Civil de Ávila, le hicieron entrega de un bastón de mando reconociendo de alguna forma el carácter principal de Rodolfo, de primus inter pares entre la clase periodística. Sólo un mes después es nombrado Gobernador Civil de Tarragona, a donde se traslada inmediatamente y durante cuyo mandato hizo importantes avances en orden al abaratamiento de los artículos de primera necesidad, así como en la prevención y persecución del contrabando, tan frecuente en épocas de necesidad y carestía. La alternancia de los partidos al frente del Gobierno, provoca que un año después cese en su cargo, reintegrándose a la cátedra de italiano en la Escuela Central de Idiomas en Madrid. Poco después, en abril de 1920, por dimisión de Ángel Luque, es nombrado director nacional de la Escuela Central de Idiomas, de la que hasta ese momento era también su secretario y catedrático de lengua italiana. Los años durante los que Rodolfo dirige la Escuela de Idiomas, son considerados como los de la consolidación de la institución. En esta etapa el nuevo y flamante director estableció un programa mínimo de las necesidades más apremiantes: un reglamento orgánico, hasta entones inexistente, incremento de personal, creación de una biblioteca especializada, becas de intercambio…

El 25 de agosto 1920 estrena en Madrid, en el Teatro de La Latina, un drama en cuatro actos, original de P. Giacometti titulado La morte civile y que Gil adapta a la escena española con el título La vida y la ley. La puesta en escena corrió a cargo de la compañía de su hermano Manrique Gil en la que Rodolfo ejercía también de Director Artístico. Las relaciones de Rodolfo con el mundo del arte fueron prolíficas y constantes, particularmente con pintores como Romero de Torres, Sorolla y Zuluaga.

Más arriba, aún a modo de simple apunte, hemos recogido algunos datos acerca del hijo y del nieto de Gil. Siguiendo el mismo criterio, y como homenaje el inmenso talento de esta familia, daremos al mismo tiempo algunas notas acerca de sus hermanos:
  • Jorge: Adopta el nombre artístico de Manrique. Desde muy joven tuvo clara su vocación por la interpretación. Para redimirse del servicio militar, el 16 de julio de 1901 celebró en el teatro de los Jardines del Buen Retiro de Madrid una variada función en la que cantaron gratuitamente varios artistas conocidos por el público de la época (entre otros, participó su propia hermana, la Colombini). Se formó en el conservatorio, a cuya finalización arrancó su carrera en la compañía de María Guerrero, apareciendo ya en 1909 en una gira por Sudamérica (Cuba, Argentina, Chile…) al frente de una compañía dramática como director y primer actor. 

El actor Manrique Gil Fernández
Al frente de la Empresa Gil puso en escena varias obras, entre las que destaca Juan José, El pan del pobre (de Francos Rodríguez y González Llana) La vida y la ley (1920), Tierra baja (de Ángel Gimerá), El Cristo moderno… colaborando en muchas de ellas su hermano Rodolfo como Director Artístico. Distintos artículos de prensa de la época destacan el gran cuidado que ponía al caracterizar sus personajes, la forma cómo se identifica con ellos, cómo exterioriza los sentimientos y las pasiones, la naturalidad en la declamación y su acción elegante y exenta de amaneramientos. Se declaraba gran admirador de Borrás. Actuó por toda España (Córdoba, Granada, Madrid, Valencia, La Coruña, Alicante, Salamanca…).

En 1928 tras una larga campaña por América contrajo una afección a la vista que lo dejó incapacitado para el trabajo. Los amigos y compañeros de Manrique celebraron con tal motivo una función teatral. Tiempo después pudo superar esa afección y volver a las tablas como director de escena de su propia compañía. Por su residencia en Madrid, conoció y fue amigo de Federico García Lorca y de todos los jóvenes poetas del 
Modernismo, de la generación del 98 y de la del 27. Hizo incursiones en el mundo del cine (Barrios Bajos, 1937) participando tas la Guerra Civil en películas emblemáticas, como la conocidísima de Juan de Orduña ¡A mí la Legión! (1942), Los últimos de Filipinas (1946), Mariona Rebull (1947) y otras, siempre como actor secundario. 
En 1948 se le tributó un homenaje en el Teatro La Latina de Madrid que resultó en palabras de Manrique "algo conmovedor y grandioso. El público, cariñosísimo y ovacionándome como en los días mejores de mis temporadas triunfales en este teatro" (revista Industria y Comercio,  Semana Santa 1948). El actor agradece a la redacción de Industria y Comercio su adhesión al homenaje, recordando las palabras que dedicó a su pueblo en el Teatro Circo de Puente Genil la noche del 28 de julio de 1941, con motivo de la presentación de Pepe Marchena con su obra "Bajo el sol de Andalucía":
Y hoy al cabo de los años,
llego a ti, mi pueblo amado,
con el pecho destrozado
por terribles desengaños.
Mas tú, cuna de hidalguía,
nobleza, bondad y honor,
consolarás el dolor
que atormenta el alma mía;
me acogerás generoso
en esta paz de tu suelo,
que para mí será el cielo
que ha de hacerme venturoso.
(...)
¡Oh amado Puente Genil...!
¡Qué inmensa sería mi suerte
si al acordarse la muerte
del último de los Gil,
me hallase, tierra querida,
gozando vejez dichosa
en la placidez hermosa
de tu huerta florecida.

Manrique Gil en el acto primero de Juan José
 (Comedias y Comediantes  número 12, 1 abril 1910)
Murió en Madrid a comienzos del mes de mayo de 1955 con setenta y tres años.
  • Adelina: Una de nuestras Perlas del Genil, cantante lírica y pianista, adopta el nombre artístico de Adelina Colombini. Se formó en la Escuela Nacional de Música y Declamación bajo el tutelaje de la Srta. Bernia y del Sr. Mendizábal, alcanzando en los exámenes de prueba de curso la calificación de Sobresaliente en segundo de arpa y Notable en cuarto de piano, gracias a lo cual obtuvo una beca que le permitió concluir sus estudios en el Conservatorio, donde se graduó en 1898 logrando el Primer Premio de Piano. Debutó en 1899 en Bilbao con la Compañía del Real con la ópera Lucrecia Borgia y fue tal el éxito alcanzado en su presentación que en seguida fue llamada a cantar en Madrid en el Jardín del Buen Retiro y en el Teatro Moderno. De Madrid pasó a Portugal, haciendo tres temporadas consecutivas en el Real Teatro de San Juan y en el Don Alfonso. Actuó en numerosos teatros de América, España, Portugal e Italia con una hermosa voz de soprano dramática, representando las escenas de Gioconda, Hugonotes, La Africana, Los payasos y Cavallería rusticana.
Adelina Colombini. La Alhambra, revista quincenal de artes y letras nº 63, 15 agosto 1900

Portada revista El Pontón nº 395, mayo 2022
Portada revista El Pontón nº 395, mayo 2022

  • María Teresa: Casada con Alfonso Lara y Mena, Gobernador Civil de Albacete, y profesora de piano de cierto mérito. Falleció en Madrid a finales de 1930.
  • Acisclo: Dedicado al teatro, como no puede ser de otra forma tratándose de un Gil y viviendo en Madrid, pero no como intérprete, sino volcado en la industria y producción de obras. Empresario del Teatro Maravillas, representante y contador del Teatro Eslava y hombre muy conocido en los círculos artísticos de la capital del reino. En su domicilio tenía una copistería teatral y casi todos los autores madrileños le entregaban sus originales para hacer las copias necesarias. Aquejado de una grave enfermedad de pecho o de corazón, se suicidó en su propio domicilio en el mes de marzo de 1930, disparándose un tiro en el tercer espacio intercostal, lo que le provocó la muerte instantánea pues el proyectil le atravesó el corazón.
En 1921 Rodolfo logra un nuevo reconocimiento a su producción poética, el Primer Premio, el Premio Querol, en el Concurso organizado por el Ateneo de Valencia. Sin embargo, las inquietudes de Gil no terminan, como sabemos, en el mundo poético y siente una especial fascinación por la política y el servicio a los demás. De esta forma, al mismo tiempo que alterna su vocación literaria (en 1922 publica La crisis de la restauración) y periodística (Jefe de Redacción del Diario La Opinión, colaborador de El Liberal…) con el teatro y la dirección de la Escuela Nacional de Idiomas, en 1923 es nombrado secretario particular del ministro de Gracia y Justicia, el conde Romanones, quien se encontraba desde hace años en su círculo de amigos íntimos. Pero ni todas las obligaciones que por su responsabilidad asume, ni los compromisos hacia las múltiples facetas que desarrolla, le hacen alejarse de los afectos ni las relaciones que mantiene hacia Puente Genil y sus gentes. 
A pesar de las dificultades de la época, en 1926 siendo alcalde Juan Delgado Bruzón, se traslada desde Madrid a su pueblo natal sólo para participar en el popular homenaje a Francisco Modesto Carmona, su maestro de primaria, que durante treinta y cinco años educó y formó a cientos de pontanenses. Aquel acto, que coincidía además con el homenaje que a nivel nacional se hacía a la figura del Maestro, consistió en el descubrimiento de una placa en las mismas escuelas en las que ejerció su magisterio y en la rotulación de una calle con su nombre. La lápida está realizada en los talleres de Obdulio Blancas, de Córdoba, y de cuyo boceto fue autor el profesor de dibujo de la Escuela de Artes Rodrigo García Montero, hijo del ilustre Rodrigo García Luque.


Afortunadamente tanto la placa homenaje, como la calle en agradecimiento a Modesto Carmona, continúan hoy vigentes, perpetuando así la memoria de quien consagró su vida a la formación de los niños. 


En aquel acto Gil, visiblemente emocionado, leyó unas cuartillas en las que con la galanura propia de su particular estilo, glosó la labor maravillosa realizada por don Francisco Modesto durante treinta y cinco años, arrancando murmullos de admiración la mayoría de los párrafos, siendo ovacionado en varios de ellos, desbordándose el entusiasmo del auditorio al final de tan brillante lectura. Durante aquella mañana Gil tuvo ocasión de saludar a otro maestro nacional con servicio en Puente Genil, Luis Fernández y López de Aguirre, quien le participó de la idea de formar una Biblioteca escolar y popular en el grupo “Martín Rosales” de la villa (algo que entonces casi ni existía) y a lo cual contribuyó notablemente nuestro insigne literato, como primer colaborador del proyecto que, sin embargo y desgraciadamente, no llegaría a hacerse realidad. Por la noche, en los entonces hermosos jardines de la Estación, se celebró un banquete en honor de Rodolfo Gil, servido por el dueño del Restaurant Faustino Sicilia, interviniendo en el mismo Alberto Álvarez de Sotomayor Castillo, el profesor José Leiva Orellana, quien estuvo muy elocuente en unas breves frases en agradecimiento al ex gobernador civil por el cariñoso discurso de la mañana, y el poeta Agustín Aguilar y Tejera (quien, por cierto, contribuyó meses después con la donación de un importante número de libros para la creación de la Biblioteca popular a la que ya nos hemos referido).

Unos años antes, el domingo 16 de marzo de 1922, Puente Genil, congregado en el Teatro Circo, ya había rendido tributo de admiración y cariño a Modesto Carmona por su honrada y constante labor al frente de su escuela durante treinta y seis años. En aquel entonces, en el editorial de El Aviso de 18 de marzo, previo al homenaje, Baldomero Giménez elogiaba y realzaba la figura de Modesto Carmona, quien escogió dedicarse a la enseñanza en unos tiempos
“en que estudiar la carrera de magisterio equivalía a condenarse, voluntariamente, al suicidio, pues la muerte, por inanición, del maestro de escuela, aunque lenta era cosa segura, y cuando un maestro de escuela, muerto de hambre, con ropa apenas la necesaria para cubrir sus vergüenzas, en el escenario de los teatros hacía reír a la gente hasta desternillarse. ¡Era tan gracioso ver a un maestro de escuela muerto de hambre y derrotado, siendo siempre juguete de los caciques rurales!”.
El Aviso de 20 abril 1922 daba cuenta en un editorial y un artículo de cinco páginas firmado por José Cabello, del homenaje popular tributado a Modesto Carmona, insertando la fotografía del homenajeado.

En su sección Hemeroteca literaria de la edición de abril de 2022 (nº 394) de la revista El Pontón (ISSN 2792-7180), su colaborador e infatigable investigador Leonardo Velasco Varo, daba noticias acerca de la participación de nuestro protagonista en el Rosario monumental de la ciudad de Andújar:

«Dentro de los actos conmemorativos del séptimo centenario de la aparición de la Virgen de la Cabeza en el cerro homónimo de Andújar, se propuso levantar un rosario monumental cuyos misterios jalonaran la calzada que conduce al Santuario. Se solicitó la participación de algunos de los poetas andaluces más destacados de la época, para que ilustraran cada uno de los misterios con un soneto alusivo. Participaron, entre otros, poetas de la talla de Marcos R. Blanco Belmonte, Cristóbal de Castro, Alfredo Cazabán, Felipe Cortines Murube, Narciso Díaz de Escovar, Eduardo de Ory, y Rodolfo Gil, este último a cargo del tercer Misterio Doloroso, La Coronación de Espinas. Los sonetos se esculpieron y fundieron en bronce y se acompañaron por esculturas alusivas realizadas por José Luis Vassallo Parodi, inaugurándose el monumento en 1928. Destruidos durante la Guerra Civil, los hitos volvieron a levantarse en 1964 con esculturas de Antonio González Orea y, en el año 2000, se completó el Rosario Monumental con la colocación de los sonetos originales, realizados por el escultor Manuel López Pérez. El soneto que nos ocupa se publicó en un libro monográfico sobre el Rosario Monumental editado en Jaén el 12 de abril de 1928, y en la edición del 1 de septiembre del mismo año de la revista jiennense Don Lope de Sosa».


Amante de las tradiciones de su pueblo, pertenece a la Corporación Bíblica Los Dones, mantiene extraordinarias relaciones con el Imperio Romano y en 1930 ingresa en la Corporación de La Judea, lo que justificó un nuevo banquete en su honor al que asistieron José Villafranca, Alberto Álvarez de Sotomayor, Wenceslao Aguilar, Carlos Melgar, Rafael Moyano, Francisco Ortega, José Cisneros, Carlos Delgado, Carlos Morales, Francisco Lora, Francisco Aguilar, Luis Melgar, Enrique Reina, José Flor, Julio Moreno, Agustín Álvarez, Manuel Delgado… hermanos y amigos de la entonces joven Corporación (fundada en 1895). Con tal motivo el homenajeado dedicó un inspirado soneto a La Judea, que se conservó en un artístico cuadro en un lugar de honor.

Dedicatoria a La Judea, 1930

Dedicatoria al Imperio Romano, 1931

El Gobierno francés le condecoró con las Palmas Académicas, imponiéndole las insignias el propio embajador francés y la Condesa de Peretti de la Rocca en un acto en el que también fueron distinguidos los poetas Antonio y Manuel Machado y Luis Fernández Ardavín. En febrero de 1930 es nombrado Gobernador Civil de Alicante, de cuyas responsabilidades dimitirá seis meses después, en agosto de aquel mismo año. Son años en los que, a pesar de su intensa actividad, ni renuncia a una indudable vocación pedagógica, a la que da salida impartiendo clases de Lengua y Literatura en Madrid en el colegio Fundación Caldeiro en la calle de Julián Marín (hoy Avda. de los Toreros) y como Profesor Auxiliar en el Instituto San Isidro, el más antiguo centro de enseñanza secundaria de España, donde formaron eminencias como Tirso de Molina, Pío Baroja, Eduardo Dato, Juan de la Cierva, Jacinto Benavente, Vicente Aleixandre, Antonio Machado...y más atrás Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Calderón de la Barca o Miguel de Cervantes.
A estos efectos es deliciosa la descripción que de nuestro biografiado hace el historiador Eloy Benito Ruano (fue su alumno en el colegio Fundación Caldeiro alrededor de 1934 y 1935):
"...un hombre corpulento, ya en su sesentena (años 1934 al 36) con cabeza redonda y pelo bien administrado, bastón de elegancia en la mano y, creo, que lentes de pinza y botines. No estoy muy seguro de estos dos últimos datos".

1930-04-06 Mujeres Españolas nº 59

En Puente Genil y en Córdoba vivió Rodolfo las horas más felices de su existencia, según recuerda su nieto haber oído decir a su padre y, sin embargo, en sus últimos años abandonó tanto la Literatura, particularmente la poesía, como esas lamparillas de luz que su en vida habían representado Puente Genil, Córdoba y Granada. En el plano sentimental tuvo una compañera llamada África Fernández Galindo, de Cartagena, con quien tuvo un hijo de nombre Luis quien, tras varios trabajos, se dedicó al teatro y murió apenas salido de la juventud.

Para el Viernes Santo de 1931, Rodolfo compuso los siguientes versos para su corporación de La Judea.

                   Brindis

Dadme llena una copa de este vino
que, al ser de Paco Varo es generoso,
como ninguno néctar delicioso
tal que parece que del cielo vino.

En su bello color y aroma fino
está el dulce secreto luminoso
de su sabor, que es vida y es reposo,
de su poder, que es ímpetu divino.

En este atardecer del Viernes Santo
en que a mi tierra y al Sinedrio canto
de nuestro Presidente, en la bodega,
por él brindemos, que él es la hidalguía,
por su vino que es luz y es alegría
y por su corazón que nos congrega.

Puente Genil, 3 de abril de 1931.




Rodolfo Gil Fernández falleció en plena Guerra Civil, el 3 de junio de 1938, en Valencia (en algunos sitios hemos leído en Alicante) a donde había sido evacuado desde Madrid. Tanto Puente Genil como la ciudad de Córdoba le rinden homenaje dedicándole una de sus calles: en su pueblo natal, en la zona de expansión que nace a raíz del desarrollo de la Matallana y, en Córdoba, en el populoso barrio de Ciudad Jardín.

Estimado lector, si al transitar alguna de esas calles su rótulo te evoca las pasiones y contradicciones, el dolor y el compromiso... la vida de Rodolfo Gil; si eres consciente de la pretensión de tu ciudad de honrar a quien la honró con la rotulación de un trozo de sí misma, este trabajo está sobradamente recompensado.

Amén.



Fuentes consultadas:

  • El Libro de Puente Jenil. Antonio Aguilar y Cano, Puente Genil, imprenta Estrada Muñoz, 1894.
  • Prólogo de Rodolfo Gil Grimau a la edición facsímil de El país de los sueños. Páginas de Granada, ediciones Albaida ISBN 84-86521-19-X, Depósito legal GR. 686/1992.
  • Wikipedia
  • Wikiwand
  • La música en la Semana Santa de Puente Genil, Carlos Delgado Álvarez de Sotomayor. Medio siglo de Semana Santa en Puente Genil 1959-2009. Corporación Bíblica La Espina, Libertadores y Patriarcas de Israel. Diputación de Córdoba ISBN 978-84-8154-274-5.
  • laalacenadelasideas.blogspot.com.es
  • Puente Genil, 82 años de Historia, 1900-1982, Francisco Luque Estrada, Puente Genil, Gráficas Soyma 1989. ISBN 84-404-5985-8
  • benumeya.wordpress.com 
  • Historia de la Semana Santa de Puente Genil, volumen I. Del siglo XVI a la Agrupación de Cofradías. Colección Anzur, volumen XXXIII. José Segundo Jiménez Rodríguez. Depósito legal SE-1235-2001.
  • El Aviso 29 junio 1911, 8 febrero 1912, 12 febrero y 23 agosto 1916, 19 octubre 1918, 29 mayo y 1 noviembre 1919, 18 marzo 1922 y 7 octubre 1926.
  • El Pueblo (Almería) 6 noviembre 1911 y 16 abril 1916.
  • El Pueblo (Tortosa) 16 enero 1919, 5 marzo 1930.
  • Almanaque del Obispado de Córdoba 1888 a 1891, 1894 a 1896, 1898, 1902 a 1904, 1908 a 1911 y 1913.
  • Diario de Córdoba 1 noviembre y 25 diciembre 1889; 16 y 30 julio, 8 y 28 octubre 1890; 19 agosto, 23 septiembre y 30 octubre 1891; 21 marzo, 8 mayo, 1 julio, 6 y 24 agosto y 16 septiembre 1892; 14, 21 y 22 agosto 1893; 9 octubre 1894; 25 septiembre 1895; 8 agosto 1901, 1 octubre 1902, 6 enero, 24 junio y 6 agosto 1906; 6 octubre 1907; 1 enero, 3 junio y 12 julio 1908; 22 diciembre 1909; 6 febrero, 14 marzo y 28 noviembre 1910; 4 agosto 1913; 12 marzo y 16 noviembre 1917; 7 y 19 noviembre y 28 diciembre 1919; 20 agosto y 19 septiembre 1920; 21 enero y 2 abril 1921; 4 enero 1923; 3 octubre y 19 agosto 1926.
  • Diario de Reus 23 octubre 1919.
  • La Lucha (Gerona) 14 julio 1896 y 5 marzo 1897.
  • La Revista Moderna 19 junio 1897.
  • La España Moderna junio 1909.
  • El Ateneo de Orihuela 6 diciembre 1896.
  • El Comercio de Córdoba 16 junio y 23 julio 1897.
  • La Correspondencia de Valencia 28 agosto 1920.
  • La Correspondencia de España 19 noviembre 1895; 5 marzo 1910; 12 agosto 1911; 7 octubre y 12 noviembre 1913; 8 abril 1914; 16 y 24 febrero 1916; 17 agosto 1917; 27 julio, 18 octubre, 29 noviembre y 3 diciembre 1918; 18 marzo, 19 septiembre y 18 noviembre 1919; 24, 26 y 27 agosto 1920; 30 marzo 1921 y 21 julio 1922.
  • El Heraldo de Alcoy 19 enero 1906.
  • Crónica Meridional 1 enero 1901.
  • Las Provincias (Valencia) 22 marzo 1898 y 27 septiembre 1920.
  • El Heraldo de Zamora 7 marzo 1903.
  • El Correo de Gerona 6 julio 1898.
  • Gedeón, revista satírica, 13 febrero 1910 y 19 julio 1911.
  • Los Debates (Tortosa) 18 julio 1899; 20 noviembre 1909; 20 agosto 1910 y 27 julio 1923.
  • La Autonomía (Reus) 1 junio 1900.
  • Revista Contemporánea 15 agosto 1902 y 15 junio 1907.
  • El Regional (Almería) 17 mayo 1904.
  • Diario de Valencia 28 julio 1912; 28 agosto y 29 septiembre 1920.
  • El Progreso (Lugo) 28 julio 1913; 7 febrero 1916; 5 marzo 1930 y 25 abril 1910.
  • La Libertad (Vitoria) 27 noviembre 1918, 28 abril 1920; 7 enero 1926; 5 marzo 1930 y 5 junio 1938.
  • El Correo de la Mañana (Badajoz) 3 diciembre 1918.
  • El Restaurador (Tortosa) 13 diciembre 1918 y 20 mayo 1919.
  • La Cruz (Tarragona) 23 y 24 enero 1919.
  • El Eco de la Comarca 4 enero 1920.
  • El Orzán (La Coruña) 19 noviembre 1920 y 12 julio 1930.
  • El Luchador (Alicante) 6 junio 1921; 2 y 4 septiembre 1924; 21 febrero, 5 y 19 marzo y 11 julio 1930.
  • La Opinión 21 julio 1923 y 11 noviembre 1927.
  • La Voz 29 julio 1923; 27 mayo, 7 y 8 junio 1924; 4 noviembre 1927; 22 febrero y 30 septiembre 1930.
  • El Magisterio Español 9 septiembre 1924; 28 abril 1930.
  • La Esfera 11 octubre 1924; 26 diciembre 1925; 23 enero y 3 julio 1926; 2 abril y 28 mayo 1927.
  • El Diario Palentino 4 abril 1928.
  • El Diario de Palencia 14 mayo 1929.
  • El Heraldo de Zamora 30 septiembre 1930.
  • El Telegrama del Riff 5 marzo 1930.
  • Mujeres Españolas 6 abril 1930.
  • El Día (Alicante) 11 julio 1930.
  • La Actualidad (Orihuela) 28 agosto 1930.
  • Renacer 7 septiembre 1930.
  • El Eco Pontanés 25 septiembre 1930.
  • Diario de Almería 30 septiembre 1930.
  • Anzur, Boletín Informativo Municipal de Puente Genil, diciembre 1985.
  • Industria y Comercio, Semana Santa 1948.La enseñanza de las lenguas extranjeras en España, Secretaría General Técnica. Centro de Publicaciones. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, año 2000.
  • Testimonios familiares de d. Daniel Gil-Benumeya.
  • El Pontón nº 394 abril 2022 y nº 395 mayo 2022 (ISSN 2792-7180).

domingo, 1 de noviembre de 2015

Juan Carbonero López, cura párroco de Miragenil... y la epidemia colérica de 1834

Hay ocasiones en las que no es necesario haber publicado decenas de libros o alcanzado las más altas dignidades eclesiásticas para ser objeto de reconocimiento. No es preciso, las más de las veces, haberse constituido en industrial o empresario, viajado por medio mundo, ni gozar de la más excelsa de las formaciones, para que los propios conterráneos rindan tributo de agradecimiento. A veces, sola y llanamente es preciso ser una buena persona y prestarse a compartir las circunstancias del prójimo, del próximo. Así de simple, así de sencillo.


Del sacerdote cura párroco de Miragenil Juan López Carbonero poca es la información que podemos traer a esta libreta virtual. A nuestros efectos, la primera noticia relevante que de él tenemos es que llega a Miragenil como cura párroco de Santiago el Mayor en el año 1830 y allí permanecerá hasta 1867. Obsérvese la época de cambios y sobresaltos que le toca vivir: llega destinado a Miragenil de parte del Obispo de Sevilla, a un pueblo dependiente del Marquesado de Estepa; lo hace además en mitad de la Década Absolutista, la Década Ominosa, en la última fase del reinado de Fernando VII, caracterizado por una brutal represión del movimiento liberal que ponía en peligro el absolutismo. En 1867, cuando es sustituido como párroco por Rafael Cano Melgar –imaginamos que por fallecimiento–, deja a sus espaldas una situación, una realidad completamente distinta: a lo largo de aquellos 37 años de párroco,la Puente de Don Gonzalo se ha unido al lugar de Miragenil por Real Decreto de 10 de diciembre de 1834, dando así lugar al actual Puente Genil. Eclesiásticamente, uno y otro núcleo seguirán formando parte de dos diócesis distintas (Sevilla y Córdoba), si bien en el plano político se ha creado un solo pueblo y adscrito a la provincia cordobesa. Por otro lado, el absolutismo de Fernando VII habrá dado paso al reinado de Isabel II, con las consecuentes regencias, primero de su madre María Cristina de Borbón Dos-Sicilias y del general Espartero después, y al reinado efectivo de Isabel a partir de 1843.

El padre Carbonero vivió en un Puente Genil que ninguno de nosotros reconocería. Aparte de unos pocos señores acomodados, la burguesía local, con un capital aún basado en la explotación de la tierra, la población es fundamentalmente rural... Rural y pobre. No hay luz eléctrica, el ferrocarril aún tardará décadas en hacer su aparición, calles terrizas, saneamiento inexistente, familias numerosas y mortandad infantil elevada (en 1832 era del 130,74 por mil)... Perros, gatos y ratas pululan por las calles y a la puerta de las casas, las bestias de carga aguardan a que sus amos hagan uso de ellas. El abastecimiento de agua se hace a través de fuentes y las condiciones higiénicas estarán, simplemente, a la altura de su tiempo y sus circunstancias.

En ese contexto social e higiénico y en un Estado débil y lleno de conflictos, a finales de 1833 llegan a la Puente noticias de que en algunas poblaciones cercanas se ha declarado la epidemia del cólera morbo indio. En el Cabildo del Ayuntamiento pontanés del 3 de septiembre de 1833 se da cuenta de “las funestas noticias que corrían de hallarse el cólera morbo en la ciudad de Huelva y otros puntos”. Como primera medida de reacción y defensa a lo que aquellas noticias adelantan, se constituye la Junta de Sanidad, se corta la comunicación con algunos pueblos cercanos alrededor de los cuales se establecen cordones sanitarios y se ordenan rogativas sacando a la calle las imágenes de Jesús y la Patrona; poco después se amplía la Junta de Sanidad y se decide la compra de arroz y fanegas de garbanzos por si hubiera que disponer de ello. Por si fuera poco el estado de las cosas, y como forma de comprender y situarnos en aquel c¡momento de la Historia, en la década de 1825 a 1835 se verifica una enorme sequía (en 1825 y 1826 no llovió absolutamente nada), lo que propicia una emigración numerosísima y, por supuesto, un aumento de las necesidades vitales que quedan sin cubrir. El 29 de septiembre de 1833 se recibe la noticia del fallecimiento del Rey Fernando, incrementado en el pueblo sencillo y llano la sensación de desconcierto y desamparo. El 22 de octubre la Junta de Sanidad acuerda el empiedre de las zonas encharcadas y sitios pantanosos, obligando a empedrar sus puertas a los vecinos que no las tuvieran. 

Para saber lo que entonces se conocía de la enfermedad, lo mejor es remitirnos a los textos de la época. El doctor Reyes González, condecorado por sus servicios durante la epidemia escribió un breve trabajo a partir de lo observado en 1833 y 1834, describiendo los síntomas de la enfermedad y el tratamiento de cada dolencia en función de la sintomatología.










Poco a poco llegan inquietantes noticias sobre el avance inexorable de la epidemia: Extremadura, Málaga, Sevilla, Cádiz… El 6 de noviembre Antequera ya estaba contagiada… El 2 de abril de 1834, José Ibarra escribe a su hermano:
“…inculpábamos la muerte de Martín a un pequeño exceso de aquel desgraciado, pero ¡cuán dolorosamente nos hemos desengañado después! ¡Con cuánta aflicción te lo anuncio! Fue seguramente la quinta víctima del cólera morbo de la India, desconocido en aquellos primeros días de su desarrollo, y que ya hoy aflige a este infeliz pueblo con una voracidad que acaso no habrá tenido semejanza en parte alguna e igualdad de circunstancias. Anteayer, después de haberlo estado ocultando durante algunos días, nos vimos en la dura decisión de declarar el pueblo en estado de contagio: ascendían ya los enfermos a ciento doce y los muertos diarios a diez. Esta desoladora enfermedad, en su principio, fue atacando sucesiva y salpicadamente a pocos individuos, que todos perecieron antes de la veinte y cuatro horas de la invasión […], mas en los días del Miércoles y Jueves Santo desplegó su carácter pernicioso, invadiendo a multitud de personas, y así sucesivamente hasta hoy. Se verifica en muchos que desde la invasión al doloroso término de la muerte, median doce y las más de las veces veinte horas […]. Los curas, sin que se haga señal, andan por todos puntos con estolas, solamente embozados en las capas, administrando la Santa Unción, sin más acompañamiento que un acólito. De tres días a esta parte ha emigrado más de un tercio de la población”.
A nuestros oídos llega así, más de un siglo después, de la voz y de la mano de Ibarra que nos lo narra con corrección y elegancia, mas sin ocultar los estragos de la epidemia, el carácter inmediato de la muerte a partir del contagio de la enfermedad; la llegada repentina de ésta y los estragos causados en las familias. Pero al tiempo que nos cuenta el dolor y la realidad de la enfermedad, nos muestra una luz de esperanza y generosidad, porque si bien es cierto que más de un tercio de la población ha dejado Puente Genil huyendo del contagio, los curas cumplen con su obligación cristiana de visitar a los enfermos y procurarles el consuelo al final de su agonía. Sólo tres días más tarde dirá: 

Se aumentan de día en día los estragos de este cruelísimo contagio: además del crecidísimo número de enfermos y muertos, que de éstos ascienden ya a doce y trece diarios, se observa de tres días a esta parte un carácter tan mortífero, que acometiendo a una persona se afecta en el instante toda la familia. Ayer se verificó en Miragenil sepultura a un mismo tiempo dos hijos con su madre […].  Ayer mañana se vieron en las calles y templos muchas personas que esta noche pasada han dormido en el sepulcro. El pueblo casi desierto por la numerosa emigración de las familias. […] Hoy han muerto quince personas”.

El 9 de abril escribe:

Le chòlera. Grabado de Daumier
El devorador contagio de día en día progresa hasta causar asombro su marcha. Ya en todos los puntos de este pueblo y Miragenil azota cruelmente las familias atacando de un modo que no deja lugar a recursos. […]. Las personas que de noche se separan de sus hijos, sin manifestar novedad alguna, amanecen en la eternidad. ¡Sólo el Juicio Final podrá impedir más terror! Desde el primero del corriente ha sumergido en el sepulcro algo más de cien personas, sin las que había arrebatado desde el doce del mes anterior. ¡Se acabaron los entierros públicos! Una compañía de porteadores asalariados andan de continuo por las calles y cuando expira el enfermo o enfermos los extraen y conducen al enterramiento común. El pueblo está desierto y asombrado: las familias que no emigraron tienen cerradas las puertas y ventanas de sus casas. No se ven en público más que los sepultureros o los curas que van preguntando de casa en casa si hay enfermos a quien administrar los santos óleos […]”.
Y como en un macabro diario, Ibarra le cuenta a su hermano el día doce: 
“Siguen los furiosos estragos del contagio. Hasta hace unos días cebábase en la gente pobre, pero ya se ha difundido atacando indistintamente a todas las clases y a las personas más moderadas y frugales y aún hasta los niños de pecho”.
El cólera se propagaba al no existir una eficaz separación de las aguas potables y las aguas residuales.
En ese ambiente de recelo, de miedo y de pánico, el padre Juan Carbonero recorre las calles todos los días y todas las noches llamando a las puertas de las casas por si hubiera algún enfermo que auxiliar. Está rendido, son muchas las horas de vigilia y de dolor a sus espaldas. Únicamente se deja acompañar, si acaso, por su teniente Luis Pastor. No es ningún loco, no busca la muerte, pero su condición, su fe, su moral y su conciencia no le permiten ser ajeno al dolor de su parroquia, por mucho que ese dolor pueda causarle la muerte. Sabe que hay cosas peores. Cura sencillo y bueno, conoce poco de política y el maremágnum de partidos, de nombres y facciones lo aturden, pero defiende la causa de la S.M. la Reina Isabel II (¡faltaría más!) y con ella, la de su Augusta Madre, María Cristina, cuyos retratos forman el principal, quizás el único, adorno de su casa. No sólo administra los Santos Óleos, sino que con sus propias manos da friegas de alcanfor a los enfermos sucios y deshidratados, con olor a rancio y a muerte… A veces les lleva los pocos alimentos que ha podido conseguir… y que será, posiblemente lo único que puedan comer. A veces le toca cubrirlos con sus andrajos cuando ya habían sucumbido, para que les sirviesen de mortaja.

Matanza de frailes en Madrid

Las condiciones ambientales del Sur de España harán que este brote epidémico llegue rápidamente hasta Madrid, donde se producirán matanzas de frailes acusados de transmitir la enfermedad y envenenar las aguas. El miedo es atroz. Se comienza a sospechar de todo el mundo, de los médicos, de los aguadores, de los farmacéuticos…



Matanza de frailes en Madrid 1834
MUSEO DE HISTORIA-GRABADOS BLANCO Y NEGRO.
Sin embargo las medidas adoptadas por la Junta de Sanidad y que hemos recogido más arriba, comienzan a dar resultados. El 15 de mayo de 1834 el gobernador civil de Córdoba, anuncia que en la capital y demás pueblos de la provincia se disfrutaba de completa salud y que en las villas de Benamejí y Puente D. Gonzalo, se había cantado el Te Deum por haber desaparecido la enfermedad que los afligía. A finales de aquel mismo año, no obstante, hubo una nueva invasión de la epidemia, peor incluso que la primera. Los efectos no podemos ni imaginarlos. A modo de insolente e indolente testimonio, reproducimos el gráfico inserto la página 70 del estudio publicado en 1980 por Jesús Estepa Giménez, Aportación al estudio de la disolución del régimen señorial: Puente Genil 1750-1850, donde se muestra la evolucion del crecimiento vegetativo. Fijen nuestros lectores la vista en la curva gráfica de los años 1833-1835.

Una imagen vale más que mil palabras.
A veces la Gloria y los reconocimientos son como la propia sombra: cuando se persiguen se tornan inalcanzables, pero cuando se permanece en el puesto, en el cumplimento de sus deberes, siempre alcanzan a aquel que le corresponde. Por todo ello y a petición de quienes fueron testigos de su sacrificio, el bueno del padre Juan fue distinguido con la Cruz de Comendador de Isabel la Católica. La Junta de Sanidad informaba sobre el heroico comportamiento del cura Juan en el expediente que se cerraría con su concesión en 1840:



El infrascrito Secretario de la Junta de Sanidad de este Lugar de Miragenil certifico: que en el acta celebrada por los señores que la componen, en el día de ayer, entre otros particulares que acordaron, hay uno que copiado a la letra dice así: 
 El Señor Presidente manifestó  a la Junta que habiendo sido testigo presencial de los importantes servicios hechos, en los días más críticos de la enfermedad del cólera-morbo en esta Población, por el Presbítero D. Juan Carbonero Cura Párroco del mismo y vocal de esta Junta, era un deber suyo proponer que se le dieran las gracias más atentas por ésta a dicho Señor Cura por su loable comportamiento en días de tanta amargura y desconsuelo; pues cuando otros vecinos que gozaban conveniencias huían del Pueblo por no ser testigos de las enfermedades que lo afligían, este dignísimo Cura suministraba los auxilios espirituales a los enfermos con la más fervorosa caridad; y no contento con esto los visitaba consolándolos con amabilidad en sus desgracias, socorriendo a los menesterosos aun más allá de su posibilidad: lo que oído por los demás Señores dijeron que ellos abundaban en los mismo sentimientos, pero que por no ofender la delicadez de nuestro Señor Cura, no lo habían ya propuesto a la Junta:  que siendo verdad cuanto ha expuesto el Señor Alcalde Presidente porque todos lo habían visto y la gratitud pública así lo marcaba, que en esta atención no sólo eran de parecer de que se le dieran las gracias por tan generoso comportamiento, sino que así se consignase en esta acta para perpetuar la memoria de hechos tan dignos de ser imitados; y que por el presente Secretario se le de el oportuno Testimonio de este particular para los usos que le convengan.
El particular inserto concuerda a la letra con el libro de actas de Sanidad a que me refiero. Y cumplieron lo mandado pongo el presente en Miragenil a veinte y tres días del mes de Mayo del año de mil ocho cientos treinta y cuatro.
En 1855 una nueva epidemia asoló Puente Genil. Conocidos los efectos de la previa de 1833-1835 podemos hacernos una idea de qué supuso para la población: miedo, recuerdos atormentados de la anterior dos décadas atrás, resucitar de leyendas, temor por la vida de sus hijos, de sus mayores, desesperación... Pero en esa nueva tragedia salpicada de dramas personales, destacáronse por su abnegada entrega y generosidad muchos habitantes de la villa: los buenos sacerdotes como el padre Juan y su teniente Luis Pastor, el padre Francisco P. Estepa, José Vitor Ibarra (sacerdote, miembro entonces de la Junta de Sanidad y autor de las cartas a su hermano que el tiempo nos ha legado), Francisco Melgar Villalba, el vicario eclesiástico Juan José Morales, el celoso teniente de cura Juan Berjillos… Y gracias a los buenos oficios e implicación personal, aun a riesgo de su propia vida, de Francisco Padilla y su piadosa esposa Encarnación Parejo, el señor José Varo o Santiago de Gálvez Cañero… gracias en fin a tantos y tantos cuyos nombres que no engrosarán las líneas de la Historia, pero que hicieron lo que en su momento debieron hacer, la epidemia comenzó una vez más a remitir.

Ello llevó a que la Reina Isabel, por Real Orden de 15 de noviembre de 1861, deseando "...dar un público testimonio de la satisfacción con que se ha enterado […] de la generosa conducta e importantes servicios que prestaron a la humanidad doliente durante la epidemia colérica […] las corporaciones e individuos comprendidos en la adjunta relación, ha tenido a bien acordar [...] que se les den las gracias en su real nombre y que esta soberana disposición y la relación precitada se inserten en la Gaceta de Madrid y en el Boletín Oficial de la provincia de su mando”. Incluye aquella relación inserta en la Real Orden las siguientes corporaciones e individuos de Puente Genil: 
Don Joaquín Gálvez Velasco, segundo Teniente de Alcalde, Señor Conde de Casa Padilla y Don Marcos Bajo, individuos de la Junta Municipal de Sanidad, Don Félix Camacho Ayala, secretario del Ayuntamiento, Don Antonio Jiménez, cura párroco, Don Juan Bergillos, presbítero, Don Francisco de P. Valverde, teniente cura, Don Juan Carbonero López y Don Juan José Morales, curas párrocos más antiguos, Don Eleuterio Santos y Don Francisco Pérez Muñoz, regidores del Ayuntamiento, Don Miguel Montilla, sangrador, Don Antonio José Veloz y Muñoz, farmacéutico, Don Agustín Aguilar y Cano, administrador de correos”.

Todos ellos hicieron lo que tenían que hacer, de igual forma que muchos que permanecerán anónimos para la Historia, pero no huérfanos del agradecimiento de quienes la conocemos.






Fuentes consultadas:
  • Ministerio de Educación, Cultura y Deportes. Portal de Archivos Españoles.
  • Aportación al estudio de la disolución del régimen señorial: Puente Genil 1750-1850. Colección Anzur, volumen X, Puente Genil, 1980. Jesús Estepa Giménez.
  • Puente Genil, siglo XIX 1800-1834. Colección Anzur, volumen XIX, Puente Genil 1985. José Segundo Jiménez Rodríguez.
  • Apuntes Históricos de la Villa de Puente Genil, Sevilla 1871. Escrita en colaboración por  los señores Agustín Pérez de Siles y Prado y Antonio Aguilar y Cano.
  • La epidemia de cólera de 1834 en Madrid. Asistencia y represión a las clases populares. Florentina Vidal Galache. Espacio, tiempo y forma, Serie V, Historia Contemporánea nº 2, 1989, páginas 271-279.
  • El cólera morbo indio, su descripción y el método curativo. Instrucción medico-popular. D. J. Reyes González, abril 1849.
  • La Revista Española 17 mayo 1834.
  • Eco de Comercio 21 mayo 1834 y 19 octubre 1840.
  • La Esperanza 15 agosto 1855 y 15 abril 1862.
  • La Iberia 3 diciembre 1861.
  • Diario Oficial de Avisos de Madrid 2 abril 1862.