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domingo, 3 de mayo de 2020

Las figuras bíblicas: paseando por la historia


Una de las señas incuestionables, no solo de la Semana Santa pontanensa, sino del mismo Puente Genil, es la existencia de las figuras bíblicas. Personajes de la historia y la tradición sagrada, símbolos y alegorías, desfilan por las calles de la Puente en un cortejo colorido y alegre y, al mismo tiempo, –bendita paradoja– solemne y formal. 


Y, sin embargo, la supervivencia de las figuras es poco menos que un milagro; una prueba palpable del peso de la tradición en los corazones y en las vidas de las personas. Contra las prohibiciones y la adversidad, el respeto a las costumbres; frente a la incomprensión, la certeza de lo que supone en la formación integral de la persona en quienes –héroes–convirtieron a nuestro pueblo, en palabras de don Juan Ortega Chacón, en un “Puente Genil desobediente”.


Por mor de su lucha incuestionable, más de cuatrocientos personajes del ayer se adueñan por unos días de las calles y alma de este pueblo de inmenso corazón.




Homenaje a un maestro


Portada de la revista El Pontón nº 199, junio 2004
José Segundo Jiménez Rodríguez, junto algunas de sus obras.

Autor: Javier Velasco Carvajal
La información contenida en el presente trabajo es una recopilación más o menos ordenada, de varias publicaciones de don José Segundo Jiménez Rodríguez, otro de los grandes que se nos fue sin que Puente Genil le testimoniase –como sin duda mereció– reconocimiento y gratitud. Y ello, por su entrega incuestionable a la cultura, a la historia, a las costumbres y la formación de nuestro pueblo. Para nuestra vergüenza colectiva, dieciséis años después de su fallecimiento, ninguna corporación municipal ni partido político alguno, ha planteado honrar su memoria –que es la de todos– con un espacio público, evento, o continuando su maravillosa Editorial Anzur, a modo de ejemplo para generaciones presentes y futuras.


La labor desarrollada por el profesor y maestro, por el cronista y pregonero, por el manantero, el escritor, por el estudioso y el loador, por el poeta e investigador don José Segundo Jiménez Rodríguez, se acrecienta a medida que pasan los años. Sirva este breve trabajo a modo de divulgación de su trabajo y como muestra de una admiración sin límites.



Aparición de las figuras


Los Evangelistas
Las figuras bíblicas se nos aparecen por vez primera en el año 1660. Es posible que surgiesen con anterioridad, pues lo hacen a consecuencia de las disposiciones aprobadas en el Concilio de Trento (1545-1563), en cuyo Decreto “Sobre la invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes” se recoge la función de las imágenes como forma de instruir por medio de ellas, así como la posibilidad de los fieles de imitar o representar a los santos. Sin embargo, y aunque dejamos la puerta abierta a su existencia previa, los primeros documentos escritos que nos hablan de ellas provienen de la Cofradía de JesúsNazareno, y a ellos debemos remitirnos.


Son los Fariseos (sin continuidad en nuestros días) los primeros en dibujarse en la memoria de nuestra Semana Santa; en 1661 vendrán los Evangelistas, y los Apóstoles en 1662. A lo largo del siglo y medio siguiente, excepto en los años en los que la celebración de la Pasión se tornaba imposible –fuese por los decretales, o por la dureza de los tiempos– surgirán incesantemente nuevas y originales figuras.


Sin embargo, y prácticamente desde su misma aparición, desde el mismo origen de las figuras, y paralela a la extraordinaria acogida que encuentran en el pueblo llano, nos encontramos con el desprecio, con la no aceptación por parte de las ramas y expresiones más estrictas de la Iglesia. Así ocurre, por ejemplo, con la Escuela de Cristo, institución católica fundada en Madrid 1653 para la mejora de la vida cristiana de sus miembros. En la Puente de don Gonzalo se fundó en la ermita del Dulce Nombre en el año 1673, consecuencia de una visita que el año anterior había girado a la villa una misión de religiosos descalzos que aconsejaron fundar dicha Escuela. En la Junta de Ancianos del 30 de junio de 1712, vemos ya que excluían de la misma, no sólo a quienes practicasen el juego de pelota, sino a todo aquel que en las procesiones usare cabellera (obviamente, se refiere a quien procesionase lo que hoy son nuestras figuras), capirote o “traje profano”.


Es muy interesante la reflexión –que comparto absolutamente– del profesor Jiménez Rodríguez respecto a las relaciones de la Iglesia con la forma pontana de expresión de la Semana Santa. Se refiere don José Segundo a que la autoridad eclesiástica ha dejado pasar durante siglos la oportunidad de comprender (y, por lo tanto, de encauzar) la manera en la que los hombres de aquella Puente de don Gonzalo entendían la Semana Santa, lo que –ya por entonces– era su forma tradicional de expresarla, vivirla y sentirla. Lejos de procurar su entendimiento, lejos de subsumirse en ella y navegar en el mismo mar que su rebaño, la atacó indolentemente durante siglos a través de los decretos.


Así, nos encontramos con el firmado el día 22 de febrero de 1715, el del obispo de Córdoba, el mercedario don Francisco Solís Hervás (obispo entre 1714 y 1716), en la que, recogiendo las noticias que le llegan sobre determinados excesos, nos dice que…

“Por cuanto a nuestra noticia ha llegado que en las procesiones que se hacen en la villa de Puente D. Gonzalo de este nuestro obispado, los viernes de cuaresma y toda la semana en memoria y reverencia de la Pasión de Nuestro Redentor Jesucristo, con ocasión de ir los hermanos y cofrades que componen dichas procesiones vestidos de túnicas, cubierto el rostro, especialmente algunos mozos de corta edad, que sirven más de irrisión que de edificante a los demás, y cometen otros desórdenes como el de vestir los hermanos las albas que sirven y están dedicadas al culto Divino, y con ellas suelen hacer algunas operaciones indecentes y, asimismo, el que antes y después de dichas procesiones comen y beben en las ermitas y lugares sagrados, […] mandamos en virtud de santa obediencia y pena de excomunión […] a todas las personas de cualquier grado, condición y calidad que sea que hayan de asistir los referidos días de cuaresma y Semana Santa a las procesiones que en adelante se celebren en la dicha Villa de la Puente D. Gonzalo, llevaren el rostro descubierto, sin capillo ni velo, ni otra cosa alguna, y que no concurran en ella con penitencia de disciplina y cruces, mozos que no pasen de veinte años, y que los hermanos no vistan albas, ni los ministros de las iglesias se las den para semejantes funciones, y que ni antes ni después coman ni beban en las ermitas y lugares sagrados dedicados a Dios […]”.


Es curioso constatar, a raíz de la lectura del decreto, que las subidas de Cuaresma (no sabemos si a la desaparecida ermita del Calvario, o a la de Jesús Nazareno) se llevaban a cabo los viernes, y que “los primeros cuarteles de Semana Santa”, allí donde los hermanos y cofrades se reunían para comer y beber con ocasión de las procesiones, eran entonces las propias ermitas. Cien años más tarde (en 1816 el Vicario Palma nos informará de ello) la Vía Sacra seguirá saliendo todos los viernes de cuaresma. Desde luego, si desde el sillón del obispo no se llegaban a entender estas manifestaciones, los hombres de iglesia de la villa sí lo hacían, pues son ellos precisamente quienes facilitaban las albas. Es hermoso pensar, por otro lado, que el obispo, cuando se refiere a que los mozos jóvenes vestían con túnicas (sirviendo “de irrisión”) está aludiendo, quizás, a las primeras túnicas de rebateo. 


Poco efecto debió surtir el decreto obispal, pues en el libro de la Cofradía de Jesús Nazareno, en las cuentas de la Semana Santa de 1721, se insiste en la compra de vino dulce, vino tinto, pescado, etc. para los soldados, cuadrilleros, verdugos… La Cofradía de Jesús, a resultas de ello, en 1730 resultó amonestada por el Visitador, bajo amenaza al Hermano Mayor (léase Cofrade Mayor) con pena de cincuenta ducados y excomunión. 


A finales de aquella misma década de 1730, hubo algunos años en los que, por motivo de enfermedades, epidemias o malas cosechas, no pudo celebrarse la Semana Santa, lo que –unido a las reticencias, obstáculos y dificultades que Iglesia oponía– hizo que bastantes figuras se perdiesen en el tiempo.


Pero tampoco quisiera que nos llevemos a engaño y nos formemos una visión errónea del actuar por parte de la autoridad eclesiástica. Fueron los hombres de iglesia quienes velaron por el correcto cumplimiento de las órdenes y mandatos del obispo, y respetaron y participaron de nuestras costumbres y tradiciones, siempre y cuando no cayesen en lo grosero. Y ahí es donde los clérigos y presbíteros de la villa aplicaron su magisterio. Fueron ellos quienes, con su mejor voluntad, con su ejemplo e indicaciones, contribuyeron a que la Semana Santa se alejase de lo profano y soez; quienes velaron para que todas las manifestaciones de fe se alejasen del pecado y la grosería. Y ese magisterio de fe, y ese acompañamiento dulce –duro e implacable, si era necesario– contribuyó de igual manera a la pervivencia de las figuras bíblicas, pues sin un sustento de fe y respeto, sin unos cimientos firmes, sin un conocimiento serio de qué representa vestir, “revivir” a un personaje de la historia sagrada, estoy convencido de que, con el correr de los años, nuestras figuras se habrían borrado de la historia, como volutas de humo en el aire.


Por el año 1780, el Viernes Santo se celebraban dos sermones, uno muy temprano, al amanecer (llamado el sermón de la Pasión) y otro en la calle, “en la plaza nueva” (el sermón del Paso). Por aquellas mismas décadas encontramos una carta de un sacerdote de la villa al Vicario General, en la que le comunicaba la conveniencia de que las procesiones acabasen antes de que llegase la noche. Basaba su preocupación en que había tenido la oportunidad de oír en confesión “culpas de adulterio, estupros y demás especies que, con el pretexto de ver las procesiones y oír el sermón, han tenido ocasión para cometerlas, profanando la ley eterna de Dios y los días que nos anuncian los más terribles y santos misterios”. No podemos exigir, no ya a un sacerdote, sino a cualquiera que vele por la santidad de las procesiones de Semana Santa, que permanezca indiferente ante tales escándalos.


Las figuras se representaban entonces con túnicas y mantillas de colores, con franjas doradas y plateadas, rostrillos con cartelas en la frente para indicar el personaje representado y, en lugar de cabelleras, cerros de cáñamo. Los Apóstoles y los Evangelistas iban todos con la misma vestimenta; procesionaban, además, soldados con su capitán al frente, Adán y Eva, los ladrones, la Justicia y la Misericordia, Abraham con el carnero, discípulos, ángeles, sayones, viudas… y los nazarenos con túnica, capillo y las caras cubiertas.


No conforme con las figuras, viendo además en ellas resquicios carnavalescos, irrespetuosos e, incluso matices de superstición, continuarán los distintos obispos de Córdoba, a través de sus decretos, procurando la desaparición de las figuras. Así lo hará el obispo Cebrián en 1744 (que lo fue entre 1742 y 1752), permitiendo las imágenes de bulto, pero proscribiendo las representaciones en vivo. 


Es una constante que vuelve a repetirse en el Decreto del obispo de Córdoba Agustín Ayestarán y Landa el 2 de abril de 1800: 


Cruz de Ayestarán (1803) en tiempos de los ermitaños.
Al fondo, junto a la cruz, "el sillón del obispo" 
mandado construir por Trevilla
"Entre otros desórdenes que se notan en las procesiones que por la Semana Santa se hacen en esta villa, se me ha dado noticia de varios abusos introducidos en ellas, como son las representaciones de los Profetas, Apóstoles, Evangelistas y otros personajes ridiculizantes, figurados para significar a los sayones y al traidor Judas; todo lo cual, además de impedir la devoción a las Santas Imágenes, y piadosa meditación de los pasos que representan, es causa de mil embriagueces, infracciones del ayuno y otros males de no poco pequeño escándalo.

En efecto, son demasiado graves para dejar de prevenir a Vd., como le prevengo, de que poniéndose de acuerdo con el Señor Corregidor de esa, y conformándose con lo establecido y mandado por las Reales Órdenes y lo dispuesto por los Sinodales, trate seria y eficazmente de impedir todas esas representaciones de los Santos y demás personajes que se figuran con tanta irrisión, haciendo entender a las hermandades se abstengan de sacarlas en sus Procesiones, como tan impropias y ajenas al decoro y majestad de la religión, que tanto se interesa en la decencia y honor que corresponde a las Sagradas efigies, sin necesidad de suponer nuevos objetos que, lejos de conducir a la verdadera devoción, solo sirven para excitar la curiosidad, distraer a los fieles, conmover al Pueblo, y reunirlo en excesivos concursos, con tanto perjuicio y detrimento de las conciencias. Y Vd., por ningún pretexto, permitirá ni consentirá que se haga uso de las vestiduras sagradas destinadas a la solemnidad del culto divino para fines tan profanos, como los de representar con las albas, cíngulos, estolas y capas pluviales, a Caifás, Anás y Pilatos: insistiendo con eficacia en proveer de todos los medios más oportunos a fin de evitar los desórdenes y excesos que produce el mucho concurso, y que se cometen entre el bullicio y confusión de personas de ambos sexos en los patios y cuartos inmediatos a la ermita de la Caridad con ocasión de los ejercicios que en ella se practican de las tres horas, donde se me asegura ser muy visible los delitos y muy fatales las consecuencias".


El 5 de abril de 1800 el vicario de la villa, Cristóbal de Reina Trejo puso el anterior escrito en conocimiento del notario, pidiéndole que le acompañase a ver al juez de la villa, Juan Antonio de la Plaza, para leérselo, quedando a su cargo compartirla con los cofrades y dar a la parroquia y ermitas las providencias necesarias para que dicha orden se llevare efecto.

Cuatro días más tarde, el 9 de abril, don Cristóbal contesta al obispo que se han cumplido sus instrucciones tanto en la parroquia, como en las ermitas y en los dos conventos, habiendo instruido en ese sentido a los cofrades de las procesiones.


Pero no debió dejar muy convencido al obispo esa carta del vicario de la villa, porque el 10 de marzo de 1801 éste recibió una nueva orden del Vicario General del Obispado, Manuel Espejo y Piñar, instándole a prohibir cualquier procesión que no contase con el permiso del obispado. Para ello tendría que remitir un informe sobre sobre su forma de procesionar, su modestia, o los desórdenes que provocaren, así como “si en ellas se representa la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo por imágenes, Pasos de bulto, o si la representación es más al vivo”. Sin embargo, el 31 de marzo Manuel Espejo autoriza la celebración de la Semana Santa.


Quisiera detenerme, siquiera un momento, en la persona del vicario don Cristóbal Reina Trejo (en su tiempo Trexo), por quien siento un sincero afecto y profundo cariño. Había nacido en 1730 en Puente don Gonzalo, hijo del montillano Dionisio Antonio Bautista Reina de los Reyes (escribano público) y la lucentina Catalina Juana Ruperta de Nebrija y Trejo (ambos, padre y madre, vecinos de la Puente, donde habían contraído matrimonio en 1725). Tuvo un hermano de nombre Joseph Nicolás, de quien parte en Puente Genil toda la descendencia de apellido Reina. Amparó y tuteló a un chiquillo, recadero de los frailes en el convento de la Victoria, haciendo posible su ingreso en la orden de los Mínimos. Este rapazuelo tomó los hábitos, siendo luego conocido como Fray Clavellina, quien llegaría a ser nombrado –rehusando esta responsabilidad– Prior General de su Orden. Cuando fue elegido Provincial, estando ya en Lucena, su convento de Puente Genil llevó a cabo un solemne y larguísimo repique de campanas, desde las nueve hasta la once de la mañana. Entre su ingreso en el convento de Puente Genil y su fallecimiento en Lucena en 1847, donde fundó el Colegio de Humanidades Santa Isabel (de quien era muy devoto, por una imagen que había en Los Frailes), una vida entera de santidad y entrega al prójimo.

Vivía don Cristóbal en la actual calle Angelita Martín Flores, siendo cura de la parroquia desde 1776, rector de la misma en 1778 y vicario entre 1779 y 1802, cuando falleció.

Fue él quien, a pesar de su lealtad, obediencia y rigurosidad, cada vez que tenía que informar al obispo sobre el estado de las celebraciones de Semana Santa en Puente d. Gonzalo, procuraba minimizar –cuando no ocultar– algunos pecadillos y excesos de aquellos hombres vestidos de figuras, suavizando de alguna manera la visión del obispo de la realidad pontana. No me cabe duda de que en el día a día, en el tú a tú, don Cristóbal exhortaba a sus parroquianos al estricto cumplimiento de los mandatos del obispo. Sin embargo, desde la comprensión de las actitudes de aquellos hombres buenos, cristianos y honrados en su inmensa mayoría, hombres que amaban a su Semana Santa y sus tradiciones, cimentadas sobre un sentido profundo de la fe y la religión, contribuyó enormemente a la pervivencia de los desfiles de figuras durante casi un siglo, haciendo posible su llegada hasta nuestros días. Es motivo de orgullo sincero, comprobar cómo los ecos, las actitudes y el comportamiento, la forma de ser y de ofrecerse a los demás de un solo hombre, o de un puñado de ellos (pues no sería don Cristóbal el único hombre de Iglesia que comulgó con nuestras tradiciones), tiene aún su reflejo en nuestros días, doscientos y pico años después de su muerte.


Un ejemplo más de la honestidad del vicario don Cristóbal, lo encontramos en la correspondencia que mantuvo con el duque de Medinaceli. A finales del XVIII se estaban acometiendo obras de reforma, pagadas por la casa ducal, en la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación, cuyo estado, debido al abandono en que los señores la tenían sumida, era deplorable. Opinaba el vicario que las obras que estaban siendo dirigidas por el maestro Antonio Román, no se ejecutaban de la manera correcta, por lo que le quitó las llaves, cesaron las reformas y escribió una deliciosa carta al señor duque diciéndole, entre otras lindezas, que “tiene su Excelencia en este pueblo una iglesia como un molino, y un molino como una iglesia”. Se refería el bueno de don Cristóbal al excelente, amplio y saneado molino (aún en pie en los Llanos de la Piedad, junto a la cuesta del Molino) y al lamentable estado en el que se encontraba la parroquia.

Seguimos con nuestro relato


Más que una defensa de los hombres y mujeres de aquel lejano Puente Genil, veo una reacción del vicario Juan Francisco de Palma (sucesor de don Cristóbal Reina) a las murmuraciones, denuncias anónimas y malintencionadas, que siempre las hay. Me refiero con ello a la denuncia que Francisco Blázquez envió al obispo el 13 de junio de 1806, en la que le informa sobre unos rosarios que se estaban haciendo a las once de la noche, en los que se mezclaban hombres y mujeres. Aquel rosario, decía Blázquez, finalizaba a las dos de la madrugada e, incluso, hasta que se hacía de día. Frente a ello el vicario de las iglesias de Puente Genil informa al obispo de que es cierto…


“que en esta villa salen dos rosarios de hombres todas las noches tocadas las ánimas, el uno de la parroquia, y el otro de la ermita de la Concepción, y éstos, de inmemorial tiempo, hacen novenario los siguientes días desde el primero de mayo, y el otro desde Pascua de Espíritu Santo a la ermita de Jesús Nazareno, extramuros de esta villa, […] volviéndose a sus iglesias inmediatamente que cantan el miserere a Dios Nuestro Señor, ocupándose en esta rogativa una hora a corta distancia”.


Y dirá, además, que se hacen sin escándalo y con mucha devoción. Como curiosidad, encontramos de nuevo en esta carta una llamada, una pista, una posible alusión a los antecedentes e inicios de las actuales subidas cuaresmales.


Al año siguiente, el 30 de marzo de 1802 autorizan de nuevo los desfiles, siempre que cada procesión sea precedida de la Cruz Parroquial y que se desfile con compostura y modestia, pero se prohíben “las ridiculeces y figuras extrañas, que una piedad mal entendida, un fervor muy indiscreto y una ignorancia muy crasa, ha solido introducir en semejantes funciones contra el espíritu de la Iglesia […]”. Se proscriben asimismo los azotados, aspados, empalados o el desfilar con la cara cubierta, y se añaden una serie de prevenciones para evitar escándalos y desórdenes, como que las cofradías que salieran por la mañana lo hiciesen después de haber salido el sol y que las que desfilaren por la tarde, acaben sus recorridos antes de caer la noche.

En años posteriores las figuras siguen saliendo a la calle, pero para 1804 el Vicario General, Manuel Espejo, insiste en no autorizar el desfile “de ningún paso de la Pasión que se intente representar por personas al vivo con mascarillas, cabelleras, u otro trae alguno; lo que absolutamente prohibimos a pesar de cualesquiera costumbre y práctica que para ello se alegue […]”.


En 1808 la memoria del obispo Pedro Antonio de Trevilla (obispo entre 1805 y 1832), firmada en la Puente de don Gonzalo (por su “Santa Pastoral Visita”) el 14 de enero de 1808 nos dice que 
“de ninguna manera puede consentirse que los símbolos de ellas se coloquen en hombres, muchachos y niñas que, por sus caracteres y cualidades personales, atraen la atención e quien los ira, debilitan y confunden la alusión que momentáneamente tienen, y no puede resultar una sólida devoción en los individuos del pueblo, ni una seria ni útil atención a los objetos que presentan […]. Por tanto […] debemos mandar omitir, como mandamos y prohibimos, todos los pasos representados por hombres, mujeres y niños, debiendo solo quedar los delas imágenes sagradas […].”
Sillón del Obispo, en las ermitas, construido por Trevilla 
para la contemplación del valle del Guadalquivir y la campiña


El vicario Juan Francisco de Palma optará por unir sus fuerzas a las del poder civil, por lo que en unión del Corregidor irá consiguiendo pequeños logros en años sucesivos para el cumplimiento de los decretales. En 1815 tenemos noticias de que, en la misa del Domingo de Ramos, a la que asistió el Corregidor, el Ayuntamiento y “numeroso pueblo”, les recriminó la actitud de determinadas conductas durante la Semana Santa, advirtiéndoles de “cuantos males nos podría acarrear una obstinación en desobedecer el decreto”. El mismo corregidor emitió un edicto en idéntico sentido, que fue puesto en las esquinas previniendo a todos para que guardasen la compostura y modestia en las procesiones. A raíz de ello, el vicario informó de que en aquel 1814 las procesiones habían salido con total normalidad, pero con más seriedad y silencio, habiendo logrado que ningún “enmascarado” entrase en la parroquia. También en 1816 salieron las figuras y procesiones con normalidad, si bien se incorporaron las de los apóstoles, que llevarían unos veinte años sin procesionar.


Advierte Jiménez Rodríguez, que es posible que en ese tiempo las figuras se hubieran separado ya del tronco común de las cofradías -que estaban languideciendo- (“de treinta años a esta parte, las Cofradías no pueden reputarse como tales”, había dicho el Vicario Palma en 1809), organizándose en grupos independientes, aunque sometidos a las presiones de los decretos y sus prohibiciones. No podemos asegurar la realidad de tal aseveración, que don José Segundo también formula a modo de conjetura, pero es una posibilidad que hemos de tener en cuenta.


En 1817, tras la intervención de la Real Chancillería de Granada, se consigue lo que tanto anhelaban: “Las procesiones de Semana Santa se verificaron en este pueblo sin figuras ni máscaras”. Es, posiblemente, el comienzo de un período oscuro de nuestra historia en el que las figuras bíblicas son relegadas al ostracismo. 


Obispo Pedro Antonio de Trevilla
Y es en este estado de cosas en el que la pervivencia de las figuras se antoja complicada, cuando llegamos al año 1820 y, con él, al definitivo decreto del obispo Pedro Antonio de Trevilla. En la misma línea de sus predecesores, pero esta vez contando con el apoyo incondicional del Consejo Supremo de Castilla, que el 18 de febrero de aquel mismo año emitió un decreto para los miembros de justicia de todas las ciudades del reino ordenándoles el auxilio a los obispos en el asunto de las procesiones de Semana Santa. Fruto de ello es el un reglamento compuesto por veinte artículos, en el que se proscriben definitivamente las figuras; se reducen las procesiones de Semana Santa exclusivamente al Viernes Santo; se prohíbe el uso del palio y exhorta a vestir a las imágenes con recato, modestia y austeridad. Se prohíbe el uso de túnicas y ordena la presencia del clero, debiendo ir cantando el miserere durante todo el recorrido, y una serie de medidas que cambiarían, en toda la provincia y para siempre, la configuración tradicional de la Semana Santa.


Desconocemos los años durante los cuales no desfilaron las figuras, pero es lo cierto que los hubo. Quizás se fueron alternando períodos de surgimiento y desaparición de lo que luego, en la década de 1870, Aguilar y Cano y Pérez de Siles llamarán “comparsas”. Los insignes historiadores se refieren a ellas como una realidad que viene de antiguo, que están plenamente asentadas (independientemente de que se muestran partidarios de su desaparición), lo que nos da una pista sobre la más o menos continua pervivencia de las figuras que, de una otra manera, siempre se han mantenido constantes o, al menos, con una presencia latente en Puente Genil, gracias a lo que el profesor Juan Ortega Chacón -y enlazo de nuevo con el inicio de este trabajo- denomina el “Puente Genil desobediente”.



A modo de conclusión


José Segundo Jiménez Rodríguez,
en Los Mosquitos, mayo 1995
Puente Genil ha sabido mantener e impulsar las figuras bíblicas como manifestación personal de fe y de respeto a la tradición. Pero no sólo eso, a su alrededor ha construido todo un mundo, el universo de las corporaciones bíblicas. Son ellas el elemento diferenciador de nuestra Semana Santa; es de ahí de donde surge también el Imperio Romano y lo que hemos llamado la música autóctona de Puente Genil. Es de ahí de donde parten hoy en gran medida las celebraciones de las cabalgatas de Reyes Magos, o las Cruces de Mayo, o las grandes campañas solidarias en beneficio de los más desfavorecidos. Es de ahí, de esas corporaciones aglutinadas en torno a las figuras, de donde han surgido multitud de libros y revistas culturales, recopilaciones de músicas y cantos corales, de donde han manado elementos de expresión como la saeta cuartelera, o movimientos de restauración y protección del patrimonio cultural. Es de ahí de donde parten esas escuelas de vida, de compromiso y convivencia entre generaciones, llamadas cuarteles de Semana Santa.


A pesar de los múltiples ataques y provocaciones que sufre el mundo de la Semana Santa, y con él las figuras bíblicas, y las corporaciones, y las cofradías, gracias al convencimiento de que lo que estamos haciendo es bueno –igual que era bueno lo que hacían nuestros paisanos de los siglos XVII a XX–, nuestros hijos y nietos podrán sentir y estremecerse con las mismas sensaciones que en Puente Genil llevamos emocionándonos más de cuatrocientos años.






Fuentes:
  • Miradas del pasado, Cristóbal Reina y Trexo (Lorenzo Reina Reina). El Pontón núm. 361 abril 2019.
  • Fray Clavellina (Rafael Bedmar López). El Pontón núm. 225 noviembre 2006.
  • Portada (Antonio Illanes Velasco). El Pontón núm. 25 septiembre 1988.
  • Antropología Cultural de Puente Genil I. La Corporación: El Imperio Romano (colección Anzur, volumen XIV, Puente Genil, 1981). José Segundo Jiménez Rodríguez.
  • Antropología Cultural de Puente Genil II (1ª parte). La Cofradía de Jesús Nazareno (colección Anzur, volumen XXII, Puente Genil, 1986). José Segundo Jiménez Rodríguez.
  • Antropología Cultural de Puente Genil II (2ª parte). La Corporación: El Apostolado (colección Anzur, volumen XXIII, Puente Genil, 1987). José Segundo Jiménez Rodríguez.
  • Puente Genil siglo XIX 1800-1834 (colección Anzur, volumen XIX, Puente Genil 1985). José Segundo Jiménez Rodríguez.
  • Aproximación histórica y perfil antropológico. Juan Ortega Chacón. Corporación bíblica Judith y la Degollación de San Juan Bautista, Poesía e Historia (1890-2015). Diputación de Córdoba (depósito legal CO 395-2015).
  • Referencias en internet:
    • http://wikipedia.org
    • http://notascordobesas.blogspot.com/
    • https://losevangelistas.com/