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domingo, 30 de agosto de 2015

Francisco Gil Melgar, canónigo doctoral

El pasado 29 de septiembre de 2015 se conmemoraban los 375 años del fallecimiento de uno de los más ilustres pontanos que dio la Historia, Francisco Gil de Melgar.

Hijo del regidor Gonzalo Gil -familiar del Santo Oficio- y de Luisa Melgar, nació en La Puente de Don Gonzalo, hoy Puente Genil, en un ya lejano año de 1570. Sabemos de su existencia, de su obra y gran parte de su biografía, gracias a la labor investigadora de Agustín Pérez de Siles y Prado y, fundamentalmente, Antonio Aguilar y Cano. Ambos de manera conjunta recogen muy sucintamente en los Apuntes históricos de la villa de Puente Genil (1874) los datos fundamentales de su biografía, ampliados ya en solitario y en una labor investigadora encomiable por parte de Aguilar y Cano en El libro de Puente Jenil (1894).

Portada lateral de la Iglesia de la Asunción
Convento Franciscano.
Foto Antonio Velasco Carvajal, Suai.


Estudió en el imperial Colegio de Granada, del que fue colegial mayor, y opositó a la dignidad de Doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. Poseía una exquisita formación en Derecho y Teología, siendo uno de los actores más desatacados del Iglesia sevillana del siglo XVII.
Como es sabido, la relevancia de Gil de Melgar para Puente Genil radica en la fundación del Convento de los frailes menores (vulgo franciscanos) al que se adscribió la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, sito en la calle Aguilar, hoy Compás del Coro. En su testamento dejó consignadas las oportunas medidas para la fundación de un Convento franciscano en la Puente, en la ermita de la Veracruz y a expensas de su patrimonio, estableciendo para su ejecución un plazo de cuatro años. De esta forma, el Convento anexo a la ermita de la Veracruz se ocupó efectivamente en el año 1644. No obstante, solo unos pocos años después, en 1649 y debido a problemas de espacio e incomodidad para la vida conventual, los franciscanos gestionan y obtienen licencia para la construcción del definitivo convento en el lugar llamado la Cruz de Berral. Comienzan las obras del nuevo convento en 1649 y toman definitiva posesión del mismo en 1664, quedando aun pendiente la iglesia, finalmente terminada en 1705, aunque cerrada al culto hasta su perfeccionamiento y ornamentación en 1759.
En el templo, en el brazo derecho del crucero, en el lado de la Epístola, se ubica sobre la puerta de entrada a las dependencias conventuales y que conecta con las escaleras de acceso al coro, un cuadro de grandes dimensiones que representa a una Inmaculada. Es un lienzo de la escuela sevillana manierista del siglo XVII, que fue propiedad de Gil de Melgar y suponemos donado al Convento para ocupar el altar mayor de la Iglesia. Posiblemente llegase a presidir el templo durante las obras de construcción, pero en algún momento fue desplazado por la Virgen de la Asunción, o de los Ángeles, atribuida durante décadas a Luisa Roldán, La Roldana, y hoy situada con mayor acierto en la órbita del genovés Antón María Maragliano.

Inmaculada Concepción, que fue propiedad de Gil de Melgar.
Óleo sobre lienzo, mide 2,40 m. x 2,10 m., escuela sevillana, primera mitad siglo XVII.
Foto: Javier Navarro Marín.

La generosidad de Gil de Melgar para con su pueblo llegó al extremo de donar al Convento su maravillosa biblioteca sobre temas de Teología y Derecho, por cuyo depósito porfió la iglesia sevillana, y que hoy sería orgullo de sus paisanos. No obstante, resultó destruida tras la devastadora Desamortización de Mendizábal (1835-1836), llegando hasta nuestros días la desoladora anécdota de que fue utilizada (como tantos y tantos documentos, legajos y manuscritos) para envolver pescado y especias en los mercados de la villa.

Retrato de Francisco de Quevedo y Villegas.
Atribuido a Juan van der Hamen o a Diego Velázquez.
Pero la personalidad del canónigo va mucho más allá: la proyección de su figura se eleva por encima de la fundación del Convento franciscano. Durante su larga vida consagrada al servicio de Dios y de la Iglesia se pronunció abiertamente en nombre de la iglesia sevillana, de la que se constituye junto con Francisco de Quevedo y Villegas en la más renombrada y reputada voz en la polémica sobre el compatronato de España por parte de Teresa de Jesús. Sabido es que en 1617 las Cortes Españolas proclamaron, y el rey Felipe III sancionó, a Teresa de Jesús compatrona de España con Santiago. Tal disposición es rápidamente trasladada a los pueblos y ciudades de España, ordenando su acatamiento y la celebración de fiestas cada 5 de octubre, fecha del fallecimiento de la beata. Inmediatamente los partidarios del patronato único se movilizan y comienzan los memoriales a favor de la causa santiaguista y en contra del compatronato. Los partidarios del patronato único de Santiago esgrimen la ilegitimidad del nombramiento de Teresa de Ávila como compatrona, destacando su condición de beata y no de santa, frente a la elección divina del apóstol Santiago como Patrón de España. Las presiones a favor del patronato único son tantas (especialmente las que provienen de los arzobispos de Sevilla y Santiago de Compostela), que logran que Felipe III mande suspender el 12 de noviembre de 1618 las gestiones relativas al compatronato. No obstante, pocos años después resurge con fuerza la polémica, debido fundamentalmente tres nuevas variables: la canonización de Teresa de Jesús el 12 de marzo de 1622, el ascenso al trono de Felipe IV y al nuevo valimiento del Conde Duque de Olivares, ambos devotos declarados de la santa abulense. Esta vez es Felipe IV y no los carmelitas, quien en febrero de 1626 lo solicita a las Cortes, comenzando entonces los trámites para su aprobación por parte del papa Urbano VIII, quien el 21 de julio de 1627 promulga un breve ordenando el acatamiento de la ratificación de las Cortes de Castilla. Fue tanto el revuelo provocado por aquella disposición que, a raíz de la contestación y polémica suscitada por dicha medida, Quevedo escribió la sentencia siguiente: “Se ha revuelto España toda”.
Teresa de Jesús.
José de Ribera 1640-1645.
Pues bien, en aquella controversia y polémica, las dos grandes voces que se alzan desde la Iglesia de Sevilla (que junto con Santiago y Granada despunta en erudición, templanza y compromiso) son las del insigne Francisco de Quevedo y el no menos insigne, aunque desde luego menos reconocido por la Historia, Francisco Gil de Melgar. Por su compromiso y despunte en conocimientos y argumentación en contra del dicho compatronato recibieron ambos multitud de insultos y no pocas difamaciones y contestaciones. De hecho, el controvertido Francisco Morovelli de Puebla publicó en Málaga en 1628 el raro libro Don Francisco Morovelli de Puebla defiende el Patronato de Santa Teresa de Jesús, patrona ilustrísima de España, y responde a don Francisco de Quevedo Villegas, caballero del hábito de Santiago; a don Francisco de Melgar, canónigo de la doctoral de Sevilla, y a otros que han escrito contra él. En el mismo, Morovelli –casi sin pretenderlo– hace reconocimiento público de la valía del doctoral pontanés al afirmar, queriendo hacer chanza de los argumentos esgrimidos por Quevedo, que cualquiera de los partidarios del patronato exclusivo de Santiago (se refiere, por supuesto a Gil de Melgar, pero también a Martín de Anaya o Tamayo Vargas) mostró más destreza y conocimientos que Quevedo en su defensa. La polémica e intereses imbricados en dicho proceso debieron ser descomunales. Como muestra, baste recordar que el pronunciamiento de Quevedo en contra del compatronato por parte de Santa Teresa de Jesús le costó en 1628 un nuevo destierro de la mano del Conde Duque de Olivares, esta vez al convento de San Marcos en León.

Vista de Sevilla, una Sevilla en la que vivió Gil de Melgar.
Lienzo anónimo siglo XVII que se conserva en la Fundación Focus.

Fruto del pronunciamiento de Gil de Melgar conservamos impresas dos obras de nuestro paisano: Discurso y proposición sobre si debe ser admitida por Patrona General de España juntamente con la B. Santa Teresa de Jesús (Sevilla, imprenta de Francisco de Lyga, 1628), en el que se informa por la Iglesia de Sevilla al Papa Urbano VIII y a S. M. el Rey. A partir del dicho informe, Gil de Melgar publica, y lo hace como obra doctrinal, el siguiente libro: Por el único Patronato de España del apóstol Santiago.

La erudición de Gil de Melgar debió alcanzar niveles de excelencia, toda vez que juega un destacadísimo papel en el expediente de Canonización del Rey Fernando III, en el que fue designado como Juez por el Arzobispo de Sevilla en lo que hoy sería la comisión encargada de instruir el dicho expediente de Canonización. Así nos lo cuenta Diego Ortiz de Zúñiga (1636-1680), historiador de renombre, en su Annales Eclesiásticos y Seculares de la muy Noble y muy Leal Ciudad de Sevilla, Metrópoli de Andalucía, libro XVII (año 1627) donde menciona el hecho tomándolo de la Biblioteca de los Escritores Españoles de Don Nicolás Antonio, recogiendo en referencia a nuestro paisano lo siguiente:
se le debe particular elogio, por haber sido juez para la primera información, para procurar la Canonización de San Fernando y por la gloriosa defensa del único Patronato de Santiago”
A propósito de Gil de Melgar, afirma el tal nombrado Nicolás Antonio:
D. Franciscus de Melgar, bethicus ex municipio la Puente de Don Gonzalo, cordubensis diócesis, almae Eccle. Hisp. canonicus et iuris canonici doctor scripsit. Por el único Patronato de España del Apóstol Santiago, en 4º (no es sino en folio)”.


La ecuanimidad, el sentido de la justicia y la equidad de Francisco Gil vuelven a manifestarse a través de una obra inédita del abad Gordillo, redactada en 1635 y recogida en el Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo CXCIII, número II, año 1996, pág. 289. En el mismo, el abad Gordillo narra con una precisión casi forense la causa judicial contra fray Pedro Pabón, en la que se instruye el doble asesinato del prior y un monje lego de la Cartuja de Sevilla a manos de otro monje del mismo monasterio, el tal fray Pedro Pabón, el 19 de diciembre de 1630. Y recoge, una vez más, la participación de Gil de Melgar en la instrucción de la causa contra el asesino confeso de los dos cartujos.

Son continuas las referencias al canónigo en libros y legajos de la época, como ocurre de nuevo en la obra Teatro eclesiástico de las Iglesias Metropolitanas y Catedrales de los Reynos de las dos Castillas, tomo 2º, (Madrid, imprenta de Pedro de Horna y Villanueva, año 1647, pág. 45), donde Gil González Dávila testimonia entre los escritores y catedráticos de la Iglesia sevillana:
Don Francisco de Melgar, Canónigo Doctoral, escribió un tratado por el patronato de Santiago en España, y otro de las primicias, que pertenecen a los Curas del Arzobispado de Sevilla. Fundó un Convento de Religiosos Descalzos de S. Francisco en la Puente de Don Gonzalo, su Patria, y dejó por herederos de su hacienda los niños expósitos de Sevilla”

Este último y jugoso texto nos muestra una serie de datos importantes que conforman la vida y personalidad de Gil de Melgar. Por un lado, su formación y dignidad (Canónigo Doctoral), la influencia que debió ejercer en la defensa del patronato único de España de Santiago y la repercusión de su segundo tratado al que nos hemos referido más arriba. Igualmente, testimonia la existencia de una obra “de las primicias” sobre la que no hemos encontrado más referencias, y que era propiedad del Arzobispado de Sevilla. El texto supone además una nueva constatación de su papel de fundador del Convento franciscano de Puente Genil, su indudable adscripción a su tierra, a la Puente de Don Gonzalo (“su Patria”) y nos ofrece una información que hasta ahora nos era absolutamente desconocida: la institución como sus herederos a los niños expósitos de Sevilla, hecho éste que imaginamos, debió hacerse a través de alguna institución de caridad o de la misma Iglesia sevillana, prueba flagrante de la generosidad y humanidad del doctoral.

Falleció en Sevilla a las 3 de la madrugada del 29 de septiembre de 1640 y fue enterrado en la nave de San Pedro de la Catedral de Sevilla.
Conocidos los datos anteriores, quisimos averiguar la ubicación exacta de su tumba. Para ello recurrimos al Juan José Antequera Luengo, quien en 1984 (editorial Facediciones) escribió el libro Memorias sepulcrales de la Catedral de Sevilla. Los manuscritos de Loaysa y González de León, donde detalla y describe la inscripción de la lápida depositada sobre la sepultura de Francisco de Melgar en la dicha nave de San Pedro de la Catedral. Según Juan de Loaysa (1633-1709) el enterramiento se encontraba en la nave de San Pedro de la misma Catedral, siguiente a la de Francisco Bernal de Estrada, bajo una lápida con la siguiente inscripción:
“D.M.S.D. Franciscus Melgar S.E.H. canonicus doctoralis quondam in collegio imperiali Granatae collega et antecesor, litteris et morum candore venerablis, cuius studium et pietas in jovendis alendisq infantibus expositis maxime enituit, quos heredes ex asse reliquit  iussit etiam franciscanorum coenobium in patria sumptu  suo aedificari. Vixit ann. 75 decessit 3º calendas octobris 1640  H.S.E.  Licenciatus Gaspar Espinosa eiusdem Ecclesiae Hispalensis canonicus a.b.m. maerens p.c. / Christo si plausi, iuvit, si dextera egenos / Mors mihi non funus, faenus ap ipsa fuit

Puestos en contacto con la administración de la Catedral para la búsqueda del citado enterramiento, nos informan de que en el siglo XVIII fueron removidos restos y lápidas, pero, no existiendo un inventario del estado final de los enterramientos tras las dichas reformas, no pueden informarnos acerca de si el cuerpo y la lápida de nuestro paisano continúan en su querida Catedral.
San Fernando, obra de Bartolomé Esteban Murillo hacia 1671. 
Se encuentra en la Catedral de Sevilla, a escasos metros de donde reposan los restos de don Francisco de Melgar.



Desde luego todo un reto a plantear a nuestros amigos con residencia en Sevilla... ¿y si entre todos buscásemos la lápida del doctoral en aquella nave catedralicia, para -conjuntamente- seguir reconstruyendo nuestra propia Historia?

En cualquier caso, y tras apuntar aquel reto de entre todos hallar la tumba de nuestro paisano, cerramos esta breve semblanza de Francisco Gil de Melgar con las palabras, no exentas de cierto -y lícito- reproche, pronunciadas en 1894 por el insigne Antonio Aguilar y Cano:
"las obras que escribió Melgar, las honrosas comisiones que se le confiaron y los actos todos de su vida le acreditan como uno de los más notables e ilustres hijos de Puente-Jenil, merecedor de más viva y menos perecedera memoria que las hasta hoy tenida de él por sus paisanos".


Fuentes consultadas:
  • Edición impresa de El País 01-11-1982: Teresa de Jesús, de “santa de la Raza” a nieta de judío converso. Víctor García de la Concha.
  • Apuntes Históricos de la Villa de Puente Genil, Sevilla imprenta de Gironés y Orduña, calle Lagar 3, año 1874. Autores Agustín Pérez de Siles y Antonio Aguilar y Cano.
  • El Libro de Puente Jenil, Puente Genil imprenta Estrada Muñoz 1894, autor Antonio Aguilar y Cano, correspondiente de la Real Academia de la Historia.
  • Anales eclesiásticos y seculares de la Muy Noble y Muy Leal ciudad de Sevilla, año 1677 Imprenta Real, Juan García Infançon - Diego Ortiz de Zúñiga
  • Memorias sepulcrales de la Catedral de Sevilla. Los manuscritos de Loaysa y González de León (Juan José Antequera Luengo, Facediciones 1984).
  • Teatro Eclesiástico de las Iglesias Metropolitanas y Catedrales de los Reynos de las dos Castillas (tomo 2º) Gil González Dávila, año 1647, Madrid, imprenta de Pedro de Horna y Villanueva.
  • Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo CXCIII, número III, año 1996.
  • Información de Antonio José Illanes Velasco, Cronista Oficial de la Villa de Puente Genil. 
  • Respuesta crítica de Francisco Morovelli de Puebla a la intervención de Quevedo en la polémica del patronato de España. Autora, Sandra Valiñas Jar, Univesidad de Santiago de Compostela.

domingo, 2 de agosto de 2015

Sofía Montilla y Medina, actriz, periodista, escritora

En un tiempo en el que el papel reservado a las mujeres estaba perfectamente definido, descubrimos a Sofía Montilla quien, sin ruidos ni estridencias, rompe unos moldes sociales establecidos que, indudablemente, hubieran encorsetado una personalidad absolutamente deslumbrante.


 Aventurera, mujer de firmes convicciones, actriz, madre, escritora de relatos y comedias, inteligente y preparada, afortunadamente quedan rastros, no muchos, de lo que debió ser la huella de un paso firme y seguro.


Expediente personal de Manuel Montilla Melgar
Puede consultarse en Portal de Archivos Españoles
Pulsar AQUÍ
Nace en Puente Genil el 7 de octubre de 1855, según acredita el expediente de solicitud de pensión promovido por su madre (aunque en algunos documentos hemos leído el 9 de octubre de 1851), hija de Manuel (Ximénez de) Montilla Melgar y de Sofía Medina y López de Haro, por lo tanto, prima del insigne de las letras españolas Manuel Reina Montilla. Desde muy joven participa en el Puente Genil de la década de los sesenta del siglo XIX, en cuantas expresiones culturales le permite su tiempo y condición, sobre todo las relacionadas con el teatro. Forma parte del elenco de aficionadas que participan en las obras que alrededor de 1865 dirige el liberal e ilustrado Agustín Álvarez de Sotomayor Domínguez y se representan en la casa de Bernaldo de Quirós.

Siendo muy joven sale de Puente Genil y recorre buena parte de España hasta llegar a Barcelona, desde donde parte a Filipinas acompañada de su madre y su hermano Eduardo. El Liceo Artístico y Literario de Manila, sociedad dramática hispano filipina cuyo fin es el establecimiento de cátedras de literatura, de dramática, de música y de artes del diseño (disuelto en 1883 por falta de fondos), la colma de atenciones y la nombra Socia Honoraria.























Aun desconociendo la fecha exacta del nombramiento, los propios Estatutos del Liceo recogen que en la Junta General del 20 de enero de 1878 se acordó autorizar a la Junta Directiva para que pudiera conceder el título de Socias Honorarias a las señoras que por su afición a las artes o su mérito, se hiciesen acreedoras a él. Y sabemos que de las veintitrés Señoras Socias Honorarias que el Liceo llegó a  distinguir, por orden de antigüedad, Sofía Montilla ocupaba el puesto número veinte, por lo que su nombramiento debió suceder alrededor de 1880-1882. Durante aquel tiempo, interpreta diversas obras teatrales en Manila siendo reconocida unánimemente por la prensa local. Al año de permanecer en Filipinas contrae matrimonio con Ernesto Martín González, perteneciente a la Administración Militar de España, Comisario de Guerra. A raíz de su matrimonio abandona la escena y pasa a cultivar la literatura. Escribe novelas cortas que posteriormente fueron publicadas por El Comercio de Manila en forma de folletín las más largas, o de hoja literaria las más cortas.

Medio año después de casarse, su marido es trasladado a la peligrosa isla de Joló, que en 1876 había sido tomada por las tropas españolas. A pesar de ser requerida para quedarse en Manila, decide seguir a su marido, convirtiéndose así en la primera europea en pisar aquel suelo.

El vapor Isla de Panay atracado en Puerto Rico, al muelle de la New York & Puerto Rico Steamship Company.
Foto de la revista El Mundo Naval Ilustrado, año 1901.

El vapor Panay que los traslada a su nuevo destino provisional, estuvo a punto de naufragar al encallar su casco en una zona desconocida, falleciendo un marinero y tres soldados. Para fechar los acontecimientos que narramos, a falta de alguna documentación que expresamente nos la indique, debemos recurrir a la historia del Isla de Panay. Este buque fue botado en Clyde el 19 de junio de 1882 y, perteneciente a la Compañía General de Tabacos de Filipinas, llegó a Manila para comenzar a prestar sus servicios el 23 de diciembre de 1882 (La Vanguardia, 29 de diciembre de 1882). Este barco será el mismo que en octubre de 1886 traiga a España a José Rizal, mártir y poeta de la revolución filipina, y posteriormente sirva para la repatriación de treinta y tres famélicos supervivientes: los héroes de Baler… Pero eso es otra historia, de forma que volvamos a la nuestra... 

Tras aquel accidentado viaje, Sofía llega a Joló donde, por su belleza, gracia y exotismo, presidió todas las fiestas y eventos que se organizaban en la isla. Era tanta la belleza y el deseo que despertaba en los nativos de la isla, que el jefe local (un sultán de nombre Mohamed) preparó una encerrona para asesinar a cuantos acompañaban a Sofía, incluido el gobernador de la isla, el Coronel Rafael González de Rivera, y secuestrarla para convertirla en sultana de sus dominios. El plan fue, sin embargo, descubierto por los espías al servicio de España y en consecuencia abortado.


Joló era la antigua residencia de los sultanes. En 1876 fue tomado por las tropas españolas

Isla de Joló y adyacentes

Sultán de Joló finales, siglo XIX.

Tiempo después, en septiembre de 1883, regresó a la península arribando a Mahón a bordo del vapor España y, siendo impelida por grandes compromisos, retoma el mundo de los escenarios, colaborando en distintas representaciones a beneficio de familias desfavorecidas, siempre de la mano de su maestro, el también actor y director de escena, Juan Casañer. Casañer, “el discreto y concienzudo maestro escénico”, se declaró multitud de veces ferviente admirador de Sofía. No sólo por las características físicas de quien fue descrita así “Sofía une a su alta y distinguida estatura, gallardía incomparable, movilidad extrema en la fisonomía, grande aplomo escénico y magestad (sic) en la expresión” (Vicente de la Cruz, Cronista Oficial de la Villa de Madrid), sino además por su gran cultura, el conocimiento de los clásicos, de los periodos y personajes históricos, lo que la ayudaba indudablemente en su más que correcta representación, así como una distinción y dignidad naturales.

Pasado algún tiempo vuelve a Filipinas donde, a la muerte de su madre se recluye durante un año de luto, que pasa escribiendo comedias y novelas, que más tarde publicaría El Comercio de Manila. Son las tituladas La Choza del diablo, Lady Artigton, El sueño de una noche de verano, La Virgen de Elche, La hermana de la Caridad y otras. La enfermedad de uno de sus hijos la hace regresar a la Península, comenzando a trabajar como redactora de El Demócrata, colaborando con El Globo, El Diario de Córdoba y continuando su relación con El Comercio de Manila. Manuel de Llano y Persi, Alfredo Vicenti y Vicente de la Cruz la proponen para formar parte de la Asociación de la Prensa Internacional. Nos consta que representó en el teatro Martín de Madrid en 1889, donde fijó su domicilio y residencia en la calle Fuencarral núm. 24, Un año en quince minutos, Asirse de un cabello, Como pez en el agua o lo que para ella, como para nosotros, debió ser un auténtico motivo de orgullo, El dedal de plata, genial monólogo obra de su primo, el inmortal Manuel Reina Montilla.

En 1896 y tras cumplir el tiempo de obligatoria permanencia en Ultramar, su marido es trasladado a la península. Sin embargo, al poco de llegar –en noviembre de 1896– y debido a las insurrecciones independentistas en la antigua colonia española es embarcado de nuevo en el puerto de Barcelona a bordo del vapor correo San Fernando, de la Compañía Trasatlántica, con seis compañías del octavo batallón expedicionario con destino a Filipinas, al mando del comandante de Estado Mayor Gaspar Tenorio Rebollo. Allí fue hecho prisionero por los americanos, aunque en poder de los filipinos, durante los meses de julio, agosto, septiembre y octubre de 1898. Sofía debió enviudar alrededor de 1900 (en 1902 era ya viuda y tenía expedientes abiertos en reclamación de pensiones).

Participó en el álbum artístico literario La Feria de Mayo en Córdoba de 1897, dirigido por el redactor de Diario de Córdoba Mariano Rodríguez Alguacil, en unión de firmas como Teodoro Ramírez de Arellano, José Navarro Prieto, Pablo García Fernández, Cipriano Martínez Rücker, Enrique Ruiz Fuertes, Francisco Hidalgo y José Villalba. De este álbum dirá Blanco y Negro el 26 de junio de 1897, que el resultado de aquel trabajo fue un bellísimo cuaderno, verdadero álbum de joyas artísticas y literarias, debidos a la pluma o al pincel de los ilustres cordobeses contemporáneos.

Al final de su vida continuó colaborado en distintas publicaciones, entre las que destaca El Correo Militar, a donde, por las especiales circunstancias políticas que atravesaba el país, enviaba relatos y cuentos acordes con la realidad de la época.



Desconocemos la fecha de su fallecimiento, pero su rastro se pierde en Madrid en 1902...



Fuentes consultadas:
  • El Libro de Puente Jenil, Puente Genil imprenta Estrada Muñoz 1894, autor Antonio Aguilar y Cano, correspondiente de la Real Academia de la Historia.
  • La mujer de letras o la letraherida: Discursos y representaciones sobre la mujer en el siglo XIX. Congreso internacional celebrado en Madrid el 11 y 12 de diciembre de 2006. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, año 2008. Autoras Pura Fernández Rodríguez y Marie-Linde Ortega.
  • La literatura hispano-filipina. Ben Cailles Unson
  • Revista El Pontón, órgano de difusión de la Asociación Amigos de Puente Genil, núm. 187 (mayo 2003): “Historia del Teatro en Puente Genil. Finales del siglo XIX”, Luis Guillermo Porras Llamas.
  • Primeras académicas de la Real Academia de Córdoba. María José Porro Herrera, académica numeraria.
  • Biblioteca Digital Hispánica. Biblioteca Nacional de España.
  • Prensa:
    • El Comercio de Córdoba 19 de abril 1897
    • Diario de Córdoba 25 noviembre 1865, 19 abril 1897, 25 abril 1897
    • El Liberal de 6 de agosto 1889
    • Diario Oficial de Avisos de Madrid 4 agosto 1889,
    • Diario Oficial del Ministerio de la Guerra de 13 de agosto 1896, 12 de junio de 1902
    • El Correo Militar de 28 de noviembre 1896, 9 de agosto 1900
    • El Bien Público (Mahón) de 17 de septiembre 1883
    • El Día de Córdoba de 10 de julio 2011
    • La Correspondencia de España de 1 de junio 1889, 24 de febrero 1893, 17 abril 1893
    • Blanco y Negro de 26 de junio 1897, pág. 18