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lunes, 28 de octubre de 2019

La desaparecida ermita de Santa Catalina


No son muchos los datos que tenemos sobre la ermita de Santa Catalina, por lo que, a la espera de que nuevas y honestas investigaciones arrojen algo de luz sobre la misma, solo podemos decir que era –sin duda– una de las más antiguas de cuantas existieron en la villa. 


Antigua campana de la ermita 
de Sta. Catalina, hoy en El Palomar
La campana que remataba su campanario y que en 1982 se trasladó a la ermita de Santa Ana en El Palomar, tiene grabado el año de 1554, lo cual –unido a que a comienzos del siglo XIX estaba ya casi arruinada– podría corroborar las aseveraciones de los insignes Antonio Aguilar y Cano y José Pérez de Siles, quienes sustentan sus afirmaciones tanto en que la calle Santa Catalina (llamada así por la ermita) aparece ya con ese nombre en los más antiguos documentos de la villa, como en el hecho contrastado de que esa ermita sirvió de ayuda durante las más antiguas epidemias de peste que asolaron la Puente de Don Gonzalo. 

Fue aquella una construcción sencilla, de pequeñas proporciones, conformada por una sola nave rectangular y una capilla mayor cuadrada separadas entre ellas por un arco de medio punto; un modelo –posiblemente–similar a la ermita del Dulce Nombre, de tipo mudéjar, muy del gusto del siglo XVI. La nave pudo ser embovedada hacia la segunda mitad del siglo XIX, gracias al legado de un fraile exclaustrado del Convento de San Francisco de Asís, llamado Lorenzo Arjona, que lo así lo dejó recogido en su testamento otorgado en 1851. 
Imagen tomada desde la calle Madre de Dios; al fondo ermita de Santa Catalina
El templo tenía unas dimensiones aproximadas de seis metros de ancho por quince de fondo y estaba rematado por un presbiterio coronado por una cúpula esférica, bajo el que se ubicaba el altar. Poseía un retablo en madera, tosco y de regular factura, en el que se abrían tres nichos que albergaban, en el centro, a Nuestra Señora de la Aurora, titular de la Cofradía del mismo nombre; el de la derecha, a Santa Catalina, escultura regular en madera, del siglo XVI; y a la izquierda, el Señor del Huerto, el mismo que hoy seguimos venerando en el santuario de la Purísima Concepción de Puente Genil. La Virgen de la Aurora sostenía entre sus manos un Niño Jesús, del que fue desposeído por una feligresa para evitar su venta a un anticuario, pero que con el tiempo acabó también perdiéndose. 
Virgen de los Reyes

Sobre el altar estaba colocada la imagen realizada en mármol sacaroideo policromado de la Virgen de los Reyes, probablemente procedente del Hospital del mismo nombre, que se levantaba a la entrada de la villa, junto al puente, y cuya fundación se hace coincidir con el origen de la Puente de Don Gonzalo. En algún momento, esa imagen de la Virgen de los Reyes debió trasladarse a la fachada, a una hornacina bajo la espadaña, donde la descubrimos en imágenes de la época. Rafael Ramírez de Arellano en su Inventario Monumental y Artístico de la Provincia de Córdoba, nos la describe en 1904, afirmando que es de finales del siglo XV, aunque no de lo mejor del período, y ya entonces le faltaba la mano izquierda. Tenía una corona de flores de lis y el Niño llevaba el mundo en una mano. Desgraciadamente no tenemos la imagen de la escultura tal y como se presentaba a comienzos del siglo XX, pues aunque Ramírez de Arellano previó insertar su fotografía en la lámina 646 de su Inventario, al entregar su trabajo consignó que los retratos que había previsto que formasen parte del mismo, irían por cuenta de la editorial que lo publicase, por lo que quedó sin terminar. 
Pero si esa es la mala noticia, la buena es que la imagen, tras ser derruida la ermita, pasó a la casa de las RR. MM. Filipenses en la calle Aguilar, de ahí a su casa hogar en la calle Cortes Españolas y hoy, por cesión del obispo Infantes Florido, se conserva en un patio de la casa sacerdotal, junto al seminario de Córdoba. No sería descabellado solicitar al Obispado de Córdoba, el regreso de una de las imágenes marianas más antiguas –si no la que más– con las que cuenta Puente Genil.

Continuando con la descripción de la ermita, en el lado de la Epístola se ubicaba el altar de San Judas y San Andrés, presidido por un lienzo de gran tamaño en el que Jesucristo aparecía entre los dos apóstoles. La factura de San Judas y San Andrés eran de cierto mérito, aunque la de Cristo desdecía bastante en cuanto a su calidad. En el lado del Evangelio se construyó un estrecho altar-camarín consagrado a la Virgen de la Piedad, imagen procedente de la ermita del mismo nombre y que devino en ruina tras la riada de 1816. En el lado del Evangelio, aparecía el altar de la Virgen del Carmen, presidido por un lienzo proveniente de la ermita de la Piedad, que fue vendido alrededor de 1890 por un importe de seis mil reales –según testimonios familiares– y que aún se conserva en Puente Genil en un domicilio particular.

A finales del siglo XIX, posiblemente en la década de 1880, se instaló una fuente y un pilón de piedra en el llano al que se abría la ermita; y que se mantuvo hasta su demolición, si bien en algún momento se retiró el pilón de piedra, quedando únicamente el caño de la fuente manando de un poste o pilar.

Tanto por la sencillez y humildad de sus materiales, como por la propia antigüedad de la ermita y el hecho de carecer de un culto constante, aún a pesar del mimo y el cariño del santero Misas y su familia, el templo requería de continuas reformas para su mantenimiento. 
Para esas labores de mejora y mantenimiento, se aprovechaban los acontecimientos de los que la ermita era testigo, como lo fue la boda de Juan del Pino García Hidalgo con Josefa Baena Castellanos (entre 1910-1920) o, años atrás, en 1905, la de José Cejas Ronzi, presidente de La Langosta, con Carmela Bergillos Baena. Gracias a las limosnas y ayudas de los vecinos pudo ser reedificada por el santero Juan Carmona Matas alrededor de 1926 o 1928.

Virgen de la Piedad
La Virgen de la Piedad contaba con devociones muy arraigadas en Puente Genil, ofreciéndose todos los años a comienzos del siglo XX una noventa a la Virgen, costeada por las hermanas Reina Carvajal. La Cofradía de la Virgen de la Aurora también tuvo bastante predicamento, entonándose todos los domingos de mayo y octubre los típicos cantos del Rosario de la Aurora. 
Al acabar la Guerra Civil y hasta la partida del párroco Don Arturo Puentes Peña a otra localidad, los bienes muebles que el templo custodiaba fueron vendidos al sector anticuario, a excepción de un San José de finales del siglo XIX con fama de milagroso, hoy en la ermita de la Concepción.

San José, santuario de 
Ntra. Sra. de la Concepción
A este San José la tradición popular le atribuye el milagro de la salvación de la santera Misas, cuya vivienda lindaba con la ermita. Parece ser que esta señora todos y cada uno de sus días, acudía al interior del templo a charlar con San José y transmitirle sus cuitas, a contarle, en definitiva, cuanto le había sucedido aquel día. Sin embargo, aquella tarde del 3 de febrero de 1941 se acercó a San José, se disculpó por no sentarse un rato a su lado, pues tenía que planchar unas camisas, y abandonó el templo para entrar a la vivienda lindera con la ermita. Apenas salió por la puerta, la techumbre se desplomó por completo, evitando la Divina Providencia lo que podía haber sido una tragedia. Así se mantuvo la ermita, desprovista de tejado, pero con las paredes y la cúpula sobre el presbiterio en pie hasta su definitiva demolición casi treinta años después del derrumbe. 


Otra de las imágenes que se salvaron de ser vendidas y que hoy podemos disfrutar en la ermita de la Veracruz, gracias a la diligencia y generosidad de don Bernabé Luque, es la Virgen de la Piedad, obviamente procedente de su ermita en los llanos del Señor del Río, en el entorno de La Casualidad.

Estado de la ermita comienzos años 70, finales 60
A pesar de existir el ofrecimiento por parte de algunas familias de Puente Genil para costear la reforma de la ermita, lo cierto es que, ya sea por parte del Obispado, o del clero local, no hubo interés en mantener en pie el edificio. La ermita fue derribada mediada a finales de la década de 1970, y a pesar del anhelo y el movimiento vecinal que clamó por que se levantara de nuevo la ermita, los muros se transformaron en aire… y aire siguen siendo. A comienzos de la década de 1980, el Obispado traspasó la propiedad del solar resultante a la Cofradía de la Purísima Concepción, que lo permutó con el Ayuntamiento a cambio de obras de reforma en la sacristía del santuario de la Patrona.

A pesar de los pocos años transcurridos desde la demolición de la ermita de Santa Catalina, lo cierto es que su memoria se ha ido diluyendo en el tiempo y hoy apenas son un puñado de pontanenses quienes –al menos en sus recuerdos– mantienen en pie la fábrica sencilla y humilde de aquella ermita. Sean estas líneas remembranza de lo que fue y, por qué no, grito desesperado de lo que nunca debió haber sido.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Joaquín García Hidalgo, escritor y político


Nació en Puente Genil a las cuatro de la mañana del día 26 de octubre de 1890, de Joaquín García Hidalgo y Dolores Villanueva Delgado, conocida familia de propietarios de la localidad. Es bautizado el día siguiente por el presbítero Rodrigo Carmona, teniente del rector y cura propio de la parroquia de Nuestra Señora de la Purificación, quien le pondría los nombres de Joaquín Evaristo de San José.

Desde muy joven orienta su profesión -más aún, su pasión- hacia las letras, el periodismo y el teatro. Aunque participa desde joven del ideario socialista, fue tal su amor por las letras, por la literatura, que todo lo demás pasaba a un segundo plano. Así lo confiesa el propio García Hidalgo, uno de los líderes socialistas de aquel Puente Genil, en un comunicado difundido por el semanario en El Aviso, en el que se desvincula públicamente de la Agrupación Socialista local a raíz de los trágicos sucesos de aquellos días, en los que la exaltada reacción de algunos cabecillas socialistas provocaron situaciones de extrema violencia:
“Aunque mi vocación por la literatura, al cultivo de la cual dedico mi tiempo y mis estudios, me han tenido apartado de toda lucha política activa, siempre he mirado con ferviente simpatía las justas reivindicaciones obreras, materiales y morales, que integran el programa del partido socialista y con cuyo contenido me hallo casi totalmente identificado”.
"Con esta carta, por la que me separo de la Agrupación Socialista, doy comienzo a una ruda campaña periodística contra esas gentecillas mezquinas que abrogándose la representación de los trabajadores quieren perturbar y matar el florecimiento y prosperidad de este laborioso pueblo". 

Aquellos interesados en conocer qué ocurrió aquel noviembre de 1918 y lo que motivó el comunicado de García Hidalgo, agradecerán leer lo que al respecto dejó escrito Carlos Delgado Álvarez de Sotomayor en su genial blog Archivos para la historia de Puente Genil, y que documentó exactamente... ¡AQUÍ! 



El 25 de marzo de 1922 contrajo matrimonio con la cordobesa Antonia García García en su Parroquia de San Nicolás de la Villa.  

En aquella década de los años veinte colabora, y dirige ocasionalmente, La Voz de Córdoba, y es fundador y director del diario cordobés Política (1930-1932). Este último, de marcado carácter socialista y con sede en la Plaza de Cánovas nº 4, comenzó siendo un semanario para convertirse en diario a partir de la Segunda República, con dos ediciones diarias. Tras la desaparición de Política, es el diario El Sur (1932-1934) el que continúa la línea editorial de su predecesor, convirtiéndose en el órgano oficioso del Partido Socialista. 

Su pensamiento y compromiso con la izquierda radical y el republicanismo le hacen ingresar en el Partido Radical y, posteriormente, en el Partido Socialista, a cuyo amparo es elegido diputado por Córdoba capital en las elecciones de 1931, y del que es expulsado en 1933 por divergencias con la dirección del partido. Por ese motivo se presenta a las elecciones de noviembre de aquel mismo año como independiente por el Partido Comunista sin conseguir revalidar su escaño.

Durante su estancia en Madrid reside en la Avenida del Conde de Peñalver nº 1 y, como diputado, integra la Comisión de Comunicaciones de las Cortes, pero con una actividad parlamentaria que se nos antoja breve, pues únicamente interviene en dos debates parlamentarios. Antes, en 1926, durante la Dictadura de Primo de Rivera, había sido deportado durante cuatro meses a Salamanca y Gerona, encontrándose de continuo envuelto en algaradas y escándalos. 

Nos consta, de hecho, que en 1930 fue detenido en Córdoba a las cuatro de la madrugada por intentar destruir el rótulo de la calle dedicada a José Cruz Conde. La algarada, imaginamos, estuvo no solo provocada por desavenencias de tipo político o ideológico, sino también de índole personal, pues sabemos que aquel 1930 un hijo de Cruz Conde no encontró mejor manera de defender la gestión municipal de la familia que agredir al propio García Hidalgo, entonces redactor del periódico Política. Aquello dotó al semanario de gran popularidad en la ciudad, contribuyendo así en su transformación en diario, momento en el que Joaquín fue nombrado su director.

Por si ello no fuera suficiente, un sobrino de Cruz Conde de nombre Rafael, agredió a García Hidalgo durante uno de los bailes que el Círculo de la Amistad celebraba en su caseta del Paseo de la Victoria la madrugada del 18 de julio de 1930. El origen de la disputa estuvo en la campaña encabezada por García Hidalgo en solicitud de la depuración de responsabilidades en las que pudo incurrir quien fuera alcalde durante la Dictadura, Rafael Cruz Conde. Al caer al suelo y ver que varios individuos se le echaban encima, García Hidalgo sacó una pistola y disparó al sobrino en la pierna derecha. 

Durante la Huelga General Revolucionaria de 1934 fue también detenido.

Pero las colaboraciones periodísticas de García Hidalgo no fueron sólo de naturaleza política, sino que recogió artículos de índole cultural o costumbrista. Así, gracias a su artículo Pintoresco relato de una vida extraordinaria publicado en el Heraldo de Madrid el 15 octubre 1928 tenemos conocimiento de muchos de los datos biográficos y de la forma de pensar y de entender la vida del mítico Diego Bermúdez Cala, el Tenazas, extraordinario cantaor flamenco ganador del legendario Concurso de Granada de 1922. Por su interés, no sólo referenciado a García Hidalgo, sino a quien en Puente Genil era conocido sencillamente como Dieguito Morón, reproducimos íntegro el artículo.

Se inició en la Masonería aquel 1922 bajo el nombre de Betis y perteneció a tres logias, Turdetania nº 390 y 15 de Córdoba capital, alcanzando el grado de maestro masón, 18 de Brumario nº 21 de Puente Genil, a la que también pertenecieron Gabriel Morón Díaz (Engels) y Antonio Romero Jiménez (Toribio y Darío) y donde causó baja por plancha de quite en agosto de 1927, y Dantón nº 7 de Madrid.


Como tantos ilustrados de aquel Puente Genil, quizás enamorado de la historia y la arqueología gracias a la estela que dejara el doctor Rafael Moyano Cruz, en 1919 García Hidalgo hizo un descubrimiento importante en su finca Rosendo de Casariche. Se trata de un mosaico romano, datado en el siglo II, de unos cuatro por cinco metros cuadrados formado a partir de teselas de mármol y piedras finas dividido en dos compartimentos. En el centro de los círculos aparecía la cabeza de Nereo, el dios del fondo de las aguas, presidiendo un conjunto dedicado a los númenes acuáticos. En otros segmentos aparecen las figuras de hipocampos, un tritón, una nereida… completando el conjunto cuatro bustos de mujer, quizás retratos. La idea que García Hidalgo albergaba era la de continuar las excavaciones, estudiarlas y conservarlas. Desconocemos qué han sido de estas maravillas.

En cuanto a su actividad literaria, hemos encontrado algunas referencias acerca de que en 1917 publicó El crimen de un sabio. Sin embargo, tuvo que ser antes de esa fecha, pues El Aviso de 11 de noviembre de 1916 nos da noticias acerca del estreno en el Teatro Romea de Murcia el 3 de noviembre anterior y a cargo de la compañía de Teodora Moreno, de dicha comedia dramática en tres actos (realmente dos actos y un prólogo). En julio de 1918 la Compañía de Gloria Torres estrena en el Teatro Circo su obra La oveja descarriada, de quien Baldomero Giménez, don Baldo hizo una crítica muy favorable en El Aviso del 23 de julio de 1918.

En 1920 el periódico cordobés La Voz publicó una fotografía de A. Borrego, desgraciadamente sin más detalles, dando cuenta del estreno en el Teatro Circo de Puente Genil de la obra dramática en un acto, original de nuestro biografiado, titulada El bastardo.  De ese mismo año de 1920, y junto al excelente alcalde Antonio Romero Jiménez, podemos encontrar otra imagen de nuestro biografiado pulsando aquí. 

En 1926 y salida de la imprenta de Baldomero Giménez publica La Mancillosa, comedia en dos actos, y en 1927 un nuevo drama en dos actos y un epílogo, El mandato de una conciencia. En 1933 se constituyó en Madrid, como cooperativa y escuela teatral, la Compañía de Teatro Revolucionario, que pondría en escena una nueva obra de García Hidalgo, Me engaña mi mujer y no me importa.

Apresado el 18 de julio de 1936 durante la defensa del Gobierno Civil de Córdoba frente al alzamiento militar, murió a las nueve de la mañana diez días después en el Cuartel de Artillería de la ciudad califal. La causa de la muerte no está clara, pues si oficialmente se atribuyó a un ataque cardíaco, Julián Zugazagoitia Mendieta (político, periodista y escritor 1899-1940) se lo atribuye a una paliza que recibió en su celda. Fuentes familiares, sin embargo, hablan de un coma diabético inducido o provocado. Numerosos testimonios se refieren a que conociendo los carceleros su enfermedad de diabetes fue obligado a tomar productos azucarados. Más dulce y románticamente, también se cuenta que, conociendo su inevitable destino, pidió que le llevaran a la celda su cuchara de plata de cuando era niño y dulce de membrillo de Puente Genil y así, en lentas y pausadas cucharadas, el diabético García Hidalgo fue ingiriendo el delicioso manjar que indefectiblemente con cada bocado, llamaba a la muerte.

Hace solo unas semanas, en la revista El Pontón (órgano de difusión de la asociación Amigos de Puente Genil), y a través de la pluma de Víctor Reina Jiménez, rendíamos homenaje al escritor Juan Campos Reina. El eminente novelista, ensayista y poeta, evocaba en su obra El bastón del diablo, y con la elegancia y la dulzura propias de un maestro de la narración, el trágico final del pontanés en su novela El bastón del diablo:





"Cuando la puerta metálica fue cerrada de nuevo, Joaquín observó a su joven compañero de celda, al que habían torturado como a él, dormido de pura extenuación bajo la luz del candil. Entonces retiró el papel que envolvía la cuchara de plata y regresó a la infancia. Luego, abrió la lata de jalea y comenzó a saborear despacio aquel alimento que desde hacía años le estaba prohibido, como si fuera la manzana del paraíso. La mezcla gelosa de azúcar y membrillo sería su postrer recuerdo, su cicuta.


Joaquín tapó la lata al terminar de comer y la colocó a la cabecera del jergón. Después se tendió y guardó la cuchara de su madre en el bolsillo superior de la americana, donde antes había reposado su reloj. Al cerrar los ojos, supo que ya no despertaría."
Juan Campos Reina, fragmento de El bastón del diablo
© Juan Campos Reina, 1996, y Herederos de Juan Campos Reina



Nueve años después de su fallecimiento fue procesado por el Juzgado Especial nº 1 para la represión de la Masonería y el Comunismo. La causa fue sobreseída por haberse extinguido con su muerte cualquier responsabilidad.




sábado, 1 de junio de 2019

El picador pontanés Manuel García

Con frecuencia las páginas de los libros de historia cantan y cuentan las vidas y hazañas de los grandes hombres, entendiendo por tales aquellos que alcanzaron la cima de la fama, de la gloria o la excelencia. 


Existen, sin embargo, un puñado (un inmenso y mayoritario puñado) de hombres y mujeres que participaron de distintas actividades sin alcanzar esa efímera –o eterna– gloria en el desempeño de su labor.  A pesar de ello, a pesar de haber pasado desapercibidos en los libros destinados a las vidas de los héroes, forman parte de nuestro pasado y, por lo tanto, de nuestra propia historia.

Hace unos meses mi amigo Miguel Ángel Jiménez Valverde, autor de Aproximación biográfica de El Niño del Genil. Pequeña historia de una troupe familiar de artistas (octubre 2016), extraordinario aficionado al Flamenco e investigador de cuanto pueda rozar a ese arte siquiera tangencialmente, me puso sobre la pista de la vida de un picador de toros de Puente Genil llamado Manuel García García.  Posiblemente el primer profesional del toreo pontanés (ver "Cien años de la Plaza de Toros de Puente Genil") que hayamos conocido

Resultó este hombre haber nacido en la Puente de Don Gonzalo el 23 de marzo de 1832, antes de la unión con Miragenil, en el seno de una familia muy humilde. Desde pequeño se dedicó a las labores propias del campo, actividad esta que fue alternando con la compraventa de ganado.  Todo ello imbuido de una afición enorme al mundo de los toros, que –unido posiblemente a la necesidad de ganar un dinero extra– le llevó a participar en corridas formando parte del tercio de varas.  Se avecindó en Alcalá de Guadaira, en Sevilla, donde su gusto y pasión por los toros emergió definitivamente.

Con poco más de veinte años lo descubrimos participando en eventos taurinos en Jerez, Cádiz y Marchena.  No era un picador de escuela, posiblemente fuera bastante tosco y carente de técnica alguna, pues no tuvo más maestro que la experiencia y su arrojo.  Este último rasgo, su arrojo y valentía, era algo que gustaba especialmente a los aficionados.  Muy estrepitosa debía ser la incidencia para que Manuel entrase en la enfermería; muy al contrario.  Sabemos que el 15 de agosto de 1857 se encontraba toreando en la plaza de toros de Jerez con la cuadrilla de Manuel Arjona, hermano del famoso Curro Cúchares, cuando al ir a dar un puyazo al segundo (ganadería de Joaquín Jaime Barrero), se cayó del caballo, propinándole éste un pisotón en la cabeza. Al perder el conocimiento, rápidamente fue trasladado a la enfermería. Recobró el conocimiento antes de ingresar, se levantó, se ató un pañuelo para contener la hemorragia en la cabeza y volvió para continuar su faena.  Al terminar, entró en la enfermería, pero volvió a picar al toro siguiente, siendo ovacionado por el público.  Los hermanos Arjona le prometieron llevarlo a Madrid, pero parece que eso nunca llegó a suceder.

Se casó con una burgalesa y fijó en Burgos su residencia, continuando con la compraventa de ganado.  A pesar de que la familia de su esposa intentó reiteradamente que abandonase el toreo, por ser imprescindible dedicación absoluta al tráfico de ganado, su afición a los toros siempre se lo impedía de continuo.

Plaza Vieja de Vitoria (1851-1879)
En 1864 toreó las corridas de la feria de Vitoria con Domingo Mendívil (1818-1831) y Antonio Carmona “el Gordito” (1838-1920).  En la segunda tarde de feria, la del 15 de agosto, actuaba como sobresaliente de espada Rafael Molina, el famosísimo “Lagartijo”.  Al prepararse Manuel para ponerle una tercera vara al sexto toro –retinto albardado– llamado “Manchego”, de la ganadería de Raimundo Díaz, embistió por el vientre al caballo, provocando la estrepitosa caída del picador y sufriendo un golpe tal en la cabeza que le provocó la muerte en la propia enfermería casi al instante.


Caída de Manuel García
El propio “Gordito”, sabedor de la situación económica de la familia, costeó todos gastos del entierro y, junto a Mendívil, abrió una suscripción popular a favor de su viuda y un hijo invidente de muy corta edad. El propio alcalde de Vitoria, marqués de la Legarda, fue el primero en acudir a la suscripción en favor de la familia García con la suma de trescientos veinte reales.

sábado, 18 de mayo de 2019

Bodega Hijos de E. Reina

Es conocida la adscripción, el gusto y la afición de Puente Genil y alrededores por el buen vino, especialmente por los finos, olorosos y amontillados. 

Vinculada a esa ancestral tradición bodeguera, han sido muchas las industrias relacionadas con ese mundo -hermoso y evocador- del vino, del aguardiente y el vinagre, las que a lo largo del tiempo han florecido en nuestra villa.


Una de las más longevas, cuyo recuerdo permanece en la memoria y en el gusto de quienes degustaron sus ricos vinos, es la conocida –y reconocida– bodega Hijos de Enrique Reina

Podemos establecer su fundación a finales del siglo XVIII, estando documentadas sus soleras ya en 1796. 

En pleno siglo XX, doscientos años después de su establecimiento, sus más conocidas marcas comerciales fueron el Moriles fino “Las 43”, el amontillado fino “Tío Paco”, “Los Dones”… y otras a las que nos referiremos más adelante.

Ubicada en la parte baja de la Calzada, en el año 1933 (en los tiempos de máximo esplendor y proliferación de las bodegas) se alzó con la Medalla de Oro de la Feria de Productos Industriales de la Provincia, lo que nos da una muestra de la excelente calidad de su producto.


Antes, sin embargo, de seguir navegando por el siglo XX, volvamos la vista hacia atrás en el tiempo:
  • Fue fundada por Dionisio Rústico Reina Trexo y Cañete (1769-1848), que la estableció inicialmente en la cuesta Romero. Su padre había llegado a Puente Genil procedente de Montilla, y tuvo dos hijos con la pontanesa Catalina Juana Ruperta de Nebrija y Trexo: el menor era Dionisio (fundador de la bodega) y el mayor Cristóbal, cura beneficiario del pueblo en 1776 y párroco de la Purificación en 1779 hasta su fallecimiento el 15 de julio de 1802. Este Cristóbal (protector de fray Juan Clavellina) fue quien en una de sus cartas dirigida a duque de Medinaceli, le espetó aquello de “tiene su Excelencia en este pueblo una iglesia como un molino y un molino como una iglesia”, haciendo alusión al mal estado en el que se encontraba la Parroquia, en contraposición a la grandeza de lo que hoy conocemos como el Molino del Marqués. Dionisio (fundador de la bodega) y su esposa Juana María Morales Morales tuvieron varios hijos, Carmen (1799-1868), Francisco de Paula (1800-1867), Cristóbal (1802-1867), José María (1804-1867), Javiera, Pascuala y Manuel (el padre del insigne poeta, gloria de las letras españolas, Manuel Reina Montilla).
  • Al pasar a manos de su hijo Cristóbal Reina Morales, este trasladó las instalaciones a la calle Aguilar.
  • A su muerte, su sucesor Cristóbal Reina López, quiso darle un impulso definitivo a la bodega, levantando unas naves en la calle Elcano, actual calle Angelita Martín Flores, a donde mudó su industria. Este hito le permitió criar en más escalas los vinos de sus acreditadas viñas. Cristóbal se había casado con Emilia Morales Reina, fruto de lo cual fue una familia de cinco hijos: Antonio (1870-1911), Miguel (1875-¿?), Enrique, Ana y Pastora.
  • Alrededor de 1897 su hijo Enrique Reina Morales (casado con Amparo Salas Reina, fallecida en 1926), asumió la responsabilidad de la bodega. Tuvo también la fortuna de heredar de su suegro Francisco Solano Salas una gran cantidad de excelentes vinos viejos de Montilla, para cuya crianza levantó las conocidas bodegas en la calle Calzada nº 2 y Contralmirante Delgado Parejo nº 12 (la numeración corresponde a su época). Con las iniciales de su padre político, Francisco Solano, nominó una de sus marcas de vinos “FS”.

Con un capital social de novecientas cincuenta mil pesetas de 1940 centró su actividad en la compra-venta, fabricación, preparación y crianza de vinos y vinagres, cerrando así el círculo productivo y abarcando cualquier actividad relacionada con su sector.

Gracias a la intermediación de uno de sus representantes comerciales en Córdoba, Francisco González Madrid, se logró la autorización por parte de uno de los más grandes matadores de todos los tiempos, Califa del Toreo, Manolete, máxima figura de la época, para bautizar con su nombre uno de los excelentes vinos de la bodega. La carta que el legendario Manuel Rodríguez remite a la bodega firmada de su puño y letra, dice lo siguiente:

“Muy Sres. míos:Tengo el gusto de participarles que accediendo a los deseos de mi estimado amigo y paisano D. Francisco González Madrid, representante de ésa Casa en esta plaza, he decidido autorizar a Udes. por la presente para la creación de una marca de vino embotellado con mi modesto nombre; deseando, que al ser posible, y esto por satisfacer los deseos de un grupo de amigos, que la marca se titule “Solera fina MANOLETE”. Desde luego, confío en la promesa que me ha sido hecha por el citado Sr. González, de que el tipo de vino a emplear será siempre el mismo y de excelente calidad.Celebraría mucho que con esta nueva marca obtuviesen un gran éxito, y con esta ocasión me agrada ofrecerme a su disposición saludándoles atentamente, Manuel Rodríguez, Manolete”


Llama la atención la generosidad de un tiempo y de unos hombres que, sin más pretensión que la de echar una mano al prójimo en unos tiempos difíciles y complicados, eran capaces de ceder su propio nombre (prestigiosísimo nombre) en beneficio de otros, sin más recompensa que la de hacer las cosas bien. Se llamaba bonhomía.


Además de las reflejadas más arriba, otros vinos embotellados por esta bodega eran las marcas “Natillas”, “Moriles Reina”, “Moriles Bienvenida”, un vino viejo oloroso llamado “C.R.” (Cristóbal Reina) y, por supuesto, el Solera Fina “Manolete”.



Ya en 1891 Agustín Aguilar escribía en La España Vinícola:
“en cambio de la poca importancia de nuestras viñas y para compensación, tiene aquí –Puente Jenil– gran importancia la recría y mejora de los vinos. Debido a diferentes causas, entre las que es de suponer importante las condiciones especiales de la localidad, se mejoran los vinos mucho más que en los limítrofes: esto ha hecho que se establezcan grandes bodegas o almacenes en que se encuentra la mayor parte de las cosechas que produce el extenso partido de viñas de Zapateros (se refiere a Moriles), aldea de Aguilar, cuyos productos acertadísimos se exportan luego en grandes y pequeñas remesas para Jerez, Cádiz, Sevilla y mil otros puntos; distinguiéndose de entre dichas bodegas por su importancia la de los Sres. Reina, Campos, Morales, Contreras, Crespo, Chacón y Delgado”.

José María Reina Salas
Rosario Reina Moreno
Finalizaremos estas líneas con un recuerdo a José María Reina Salas, acreditadísimo propietario, quien con su esposa Rosario Reina Moreno y numerosa descendencia vivieron en la conocida casa de Los Cristalitos en la calle Don Gonzalo, en una parte de la gran casa (hoy desaparecida) en la que se levantó un edificio de viviendas plurifamiliares. Por supuesto, también a uno de sus hijos, Fernando Reina Reina, último gerente y representante de una estirpe de bodegueros, que tuvo que hacer frente a un nuevo modelo de sociedad, de hábitos de consumo, a la entrada en el mercado de nuevos productos… factores todos ellos que abocaron en 1982 al cierre de la emblemática bodega.

Se da la curiosa circunstancia de que su sobrino, Javier Álvarez de Sotomayor Reina (nieto de José María Reina Salas), asume hoy la responsabilidad de la gerencia de la última de las grandes bodegas de Puente Genil, orgullo de la villa, Bodegas Delgado.

Sean estas líneas, además de un brevísimo apunte histórico de las centenarias bodegas Hijos de Enrique Reina, un homenaje cariñoso a sincero a todos quienes con su esfuerzo y generosidad hicieron de Puente Genil, tierra de excelentes vinos y mejores bebedores.


lunes, 7 de enero de 2019

José Cabello y Cabello, poeta

El viernes 14 de diciembre de 2018, se presentaba en la Casa Hermandad de la Cofradía del Santísimo Cristo del Calvario y la Virgen del Consuelo, un poemario inédito de José Cabello y Cabello. 


Con tal motivo, quisiera compartir unos breves apuntes sobre la vida y obra de un poeta autodidacta, extraordinario sonetista, hombre de fe sincera, bueno y sencillo, que nunca tuvo más aspiración que la de dejar un legado de honestidad y compromiso, que hoy se perpetúa en sus hijos y nietos.

Eduardo Moyano, José Manuel Cabello y Javier Villafranca Muñoz
durante la presentación de "Corazón Adentro, versos de juventud 1929-1931"

Es curioso constatar cómo algunos de los más grandes hombres que ha dado Puente Genil, o que en nuestra villa desarrollaron su actividad, fueron conocidos en su tiempo y por la gente de bien, con diminutivos o nombres rebosantes de cariño. Es, quizás, una de las formas más sencillas y hermosas  que el pueblo emplea para reconocer la grandeza de esos hombres a quienes aplicándoles un diminutivo, los acerca y coloca a la altura del común de los mortales.

Es el caso de José Contreras Carmona –Pepito Contreras–, Baldomero Giménez Luque –don Baldo– y, por supuesto, y entre otros muchos, el de José Cabello y Cabello –Pepito Cabello–. 


Cabello nace en el domicilio familiar, en el número doce de la calle Godínez de Puente Genil, a las tres de la mañana del nueve de mayo de mil novecientos dos, hijo de Agustín Cabello Rivas y de Carlota Cabello Amador, abuelos paternos Bernardino y Ana, maternos Juan y Manuela, todos de Puente Genil.
Tras realizar los estudios reglados, desarrollará una honrada y eficiente labor como administrativo y contable, alternándola con otras ocupaciones, como Agente Comercial Colegiado y diseñador de maquetas y bocetos para ilustrar los envases de latón de carne de membrillo, ya que poseía una innata habilidad para el dibujo. El 19 de marzo de 1939 contrae matrimonio en Montilla con Dª Concepción Cobos Hervás, de cuyo matrimonio nacieron tres hijos. Aunque profesionalmente alternó, como ya se ha escrito, algunas ocupaciones, Cabello será siempre, y por encima de todas las cosas, poeta. 
El logo comercial de La Andaluza es obra de Cabello.
Además de poeta, sobresaliente dibujante.
Desde muy joven siente una desbordante inclinación hacia la poesía, en la que se destapa como un inagotable sonetista, publicando ya en el semanario de don Baldo, El Aviso, con apenas diecinueve años y en La Ilustración Pontanense en 1925. Desde su juventud practicó el ensayo, el artículo de opinión y especialmente la obra poética, colaborando en diversas publicaciones, como en la revista malagueña Caracola, Cosmópolis, diarios ABC y Córdoba… o participando en numerosos certámenes literarios en los que obtuvo diferentes premios. Su pasión por la escritura le lleva a mediados de la década de los años veinte de la pasada centuria, a ejercer también como cronista futbolístico en el periódico cordobés La Voz. Más tarde, tras el final de la Guerra Civil, dirigirá el semanario Amanecer (imprenta de Manuel Aguilar Morales) y colaborará tanto en la revista Industria y Comercio en su edición de Semana Santa, como en el Boletín Informativo Municipal “Anzur”.

El 13 de enero de 1972 la Real Academia de Córdoba de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes, presidida por el prestigioso cordobés D. Rafael Castejón, en atención a los méritos y calidades que lo distinguen, lo designa Académico Correspondiente.
Virgen del Consuelo (Javier Aguilar Cejas)
A Pepito Cabello, a su generosidad, compromiso con la Iglesia y respeto al recordado sacerdote don Antonio Liébana Santiago, se debe el que la imagen de la Virgen del Consuelo procesione hoy en nuestra Semana Santa. La mariana imagen se custodiaba desde siempre, en palabras de su hijo José Manuel, en la casa del poeta, siendo objeto de cesión a la Iglesia por mano del inolvidable don Antonio, párroco de Nuestra Señora de la Purificación, quien la incorporó a la Cofradía del Cristo del Calvario, de la que hoy es cotitular y de la que Cabello fue su Hermano Mayor Honorario. Ofició magistralmente de Pregonero de la Semana Santa de Puente Genil en 1972 y alcanzó uno de los más grandes honores con los que un pontano puede soñar, como es ser Hermano Mayor de Jesús Nazareno, El Terrible, de quien era fiel devoto y letrista de su himno, como también lo fue del de la Patrona de Puente Genil, la Inmaculada Purísima Concepción. 

HIMNO A LA PURÍSIMA

Consagrados a Ti en solemnes votos
Te aclaman nuestras voces reverentes,
y a tus pies, suplicantes y devotos,
ponemos nuestras frentes,
Tu Inmaculada y Pura Concepción
celebra el mundo entero,
pero en amarte con veneración
Puente Genil se ufana en ser primero.

¡Salve, Madre de Dios,
Reina del Cielo!
Azucena de luz resplandeciente,
recibimos de Vos dicha y consuelo
y el aguacero de tu amor ferviente.


El Aviso, 23 agosto 1919
Perteneció a Los Amigos del Arte, movimiento cultural y literario organizador de numerosos actos de tipo benéfico, y que lo mismo editaban unos deliciosos cuadernillos bajo el nombre de Ideales (1920), que participaban en el riquísimo y melódico carnaval de Puente Genil dando lugar a castizas coplas y tan del gusto de nuestro pueblo, que sus risas y fragancias, frescas y lozanas, llegan hasta nuestros días perpetuando amores y sentires (“Con las notas de una habanera”, “Una tertulia notable”…). Junto a Cabello, formaron parte de Los Amigos del Arte, Agustín Rodríguez, Pepe Arcos, Juan Rejano y otros, que solían reunirse en la casa de Agustín Rodríguez, en lo que llamaban “El Rabiahero”. Íntimo amigo de todos ellos, también de Manuel Mendoza Carreño, de Manuel Pérez Carrascosa, cuya muerte le dolió en lo más profundo del alma, de Juan Soca, el poeta de Cabra, de José Luis Estrada…
Siempre vinculado a la cultura, en 1948 realizó importantes gestiones para Ricardo Molina Tenor, en la búsqueda de una imprenta que pudiera hacerse cargo de la edición de la revista Cántico (fundada en Córdoba por Ricardo Molina, Mario López, Juan Bernier, Julio Aumente y Pablo García Baena), primero en Puente Genil en la imprenta de Manuel Aguilar Morales, después en Montilla, en la de Manuel Cobos Serrano, cuñado de Cabello. Finalmente la revista, tras los dos primeros números impresos en la Imprenta Provincial de Córdoba a finales de 1947, continuó saliendo desde la imprenta La Ibérica, de Córdoba, hasta su desaparición en 1957.
En 1976, con motivo del inmediato y anunciado regreso de su exilio mejicano, organizó el ansiado homenaje a Juan Rejano, a quien quería y admiraba a pesar de la distancia, en forma de monográfico para el Anzur. Sin embargo, la muerte en Méjico del poeta dejó el proyecto en un mero sueño. Mas como fuera que Cabello había compuesto una elegía a Rejano para insertar en aquel Anzur de reconocimiento, se la envió al director de la Revista Mexicana de Cultura, suplemento cultural de El Nacional, de Méjico, de que Rejano había sido su directos algunos años. Aquel suplemento cultural mejicano, a diferencia de lo que ocurrió en nuestra villa, sí le consagró un monográfico (aunque eran solo ocho páginas, lo fueron de un tamaño descomunal, 58 cms. de altura y 40 cms. de ancho) con diversas colaboraciones, entre ellas de Francisco Ayala, figurando como broche en último lugar el poema de Cabello “Elegía a Juan Rejano (Muerto en el umbral del retorno)”.

Publicó en 1931 Siluetas de Mujeres Pontanenses (imprenta de Manuel Aguilar Morales), con prólogo en verso de Rodolfo Gil y epílogo –también en verso– de Agustín Rodríguez, donde rinde tributo de belleza y admiración a ciento veinte pontanensas de su tiempo y que concluye con un simpatiquísimo 
A la que no esté, perdón
la pide este siluetero;
si se quedó en el tintero,
fue un olvido, no intención”.
Más tarde en 1976, de la mano de la Cofradía de Jesús Nazareno, publicó sus Loas al Nazareno, una recopilación de plegarias y sonetos dirigidos al Patrón de Puente Genil y encabezados por su himno, musicado por el Rvdo. Padre Alejandro Rojas Tobes. También Pepe Arcos (Misericordia, Señor y Perdón, mi Dios) o Germán Sanchís Morales (Plegaria a Nuestro Padre Jesús Nazareno) pusieron música a las composiciones de Cabello. En 1977, formando parte de ese ingente (ojalá que repetible) cuerpo literario-cultural que fue la Colección Anzur, y constituyendo su volumen III, publica Cancionero del Genil, toda una declaración de amor a su pueblo, y en 1999, gracias al Ayuntamiento de la villa sale a la luz su obra póstuma Dios (poemas sobre la Divina Presencia), que el autor acabó de escribir sobre 1980 y sobre la que siempre opinó, según confiesa su hijo José Manuel Cabello Cobos, que era sin duda su mejor obra.


HIMNO A JESÚS NAZARENO

Jesús Nazareno, Padre justo y bueno,
que estás en la cumbre de Puente Genil
como un centinela, vigilando atento
que del mal el viento no le haga sufrir.
¡Guarda las ovejas de este tu redil! 

Como hormigas, van y vienen
los pontanos a tu ermita,
que tanta fe en tu amor tienen
que a tus pies ponen sus cuitas.

¡Imán es tu mirada, que nos atrae!
Nuestra alma, desgarrada, a tus pies cae,
que al ver la gran tristeza
 de tu semblante,
por el dolor tremendo
de tu martirio,
Puente Genil entero
gime tremante
de cruel delirio. 

¡Y cuando en el arco estás
dispuesto a bajar al pueblo,
qué inmenso gozo, 
qué inmenso gozo nos das! 


El Día de la Cruz de 1999, el Cofrade Mayor de la Pontificia y Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Luis Fernando Gómez de Cisneros, solicita al Iltre. Ayuntamiento la rotulación de un espacio público en reconocimiento a José Cabello y Cabello. Puente Genil le reconoció su valía de hombre de bien, de poeta y colaborador incansable con la lírica, la cultura y la Semana Santa pontanesa, rotulando un paseo con su nombre en la zona de expansión de la villa alrededor del I.E.S. Andrés Bojollo.
Falleció en Puente Genil el 9 de agosto de 1989, estando -ya desde entonces- pendiente de estudio y publicación una parte importante de su obra poética. Al ver la luz el último de sus poemarios "Corazón Adentro), quedan aún inéditos Luz en el camino (romances); Junco florido (poemas); Cien sonetos sacros y profanos; Paisajes del hombre (poesía); Paradigma del hombre (poesía) y Frente al mar (poemas marineros).  

Puente Genil es –y ha sido desde tiempo inmemorial– un foco de cultura y entendimiento. Con la mencionada publicación de Corazón Adentro hemos ampliado el acervo cultural de la villa que, obviamente, no debe quedarse estancado, sino incrementarse con nuevas aportaciones, al tiempo que rescatamos del olvido el legado literario de quienes nos precedieron; una labor que es, que deber ser, de todos. Pues bien, vamos a ello.