Dedicado a todos cuantos participan del espíritu de Don Baldo.
He titulado esta entrada añadiendo junto al nombre de Baldomero Giménez Luque, sus ocupaciones de impresor, periodista y escritor. Soy consciente, sin embargo, que me dejo atrás su condición de historiador, que lo fue, no como una ocupación, sino como consecuencia de su consciencia acerca de que todo cuanto escribía era susceptible de ser leído y consultado en el futuro, para conocer la sociedad que Don Baldo compartió.
Y aunque este cuaderno lleve el título de Pontanos Ilustres, aun siendo Baldomero natural de Vélez Málaga, fue tanta su identificación con Puente Genil, tan inabordable su legado y tan ingente su aportación al conocimiento de esta villa pontana, que he querido honrarnos a nosotros mismos incorporándolo a nuestra nómina de Pontanos Ilustres.
Baldomero Giménez Luque, alrededor de 1913
Dedicado a todos cuantos participan del espíritu de Don Baldo.
He titulado esta entrada añadiendo junto al nombre de Baldomero Giménez Luque, sus ocupaciones de impresor, periodista y escritor. Soy consciente, sin embargo, que me dejo atrás su condición de historiador, que lo fue, no como una ocupación, sino como consecuencia de su consciencia acerca de que todo cuanto escribía era susceptible de ser leído y consultado en el futuro, para conocer la sociedad que Don Baldo compartió.
Y aunque este cuaderno lleve el título de Pontanos Ilustres, aun siendo Baldomero natural de Vélez Málaga, fue tanta su identificación con Puente Genil, tan inabordable su legado y tan ingente su aportación al conocimiento de esta villa pontana, que he querido honrarnos a nosotros mismos incorporándolo a nuestra nómina de Pontanos Ilustres.
Baldomero Giménez Luque, alrededor de 1913 |
Baldomero
Antonio de la Santísima Trinidad Giménez Luque nació en Vélez Málaga a las
siete de la mañana del 11 de julio de 1871, de familia humilde y malagueña por
los cuatro costados. Su padre, Francisco Giménez Pareja, carpintero, natural de
Vélez Málaga; su madre Remedios Luque Elías, de profesión las propias de su
sexo y de su tiempo (por error, o simple desconocimiento, en la partida de
defunción de Don Baldo se recogerá que su madre se llamaba Francisca); nieto por
línea paterna del labrador de Cedella Luis Giménez Aragón, de Cómpeta, viudo de Ana Pareja; y nieto por línea materna del también labrador Francisco Luque y de
Remedios Elías, ambos naturales de Vélez Málaga.
Hasta hace algún tiempo, el
primer escrito conocido que habíamos encontrado firmado por Baldomero lo creíamos de 1894. Se trata de unos versos publicados en Las Dominicales del Libre Pensamiento
(1883-1909) del 4 de mayo de aquel mismo año, bajo el seudónimo que utilizará durante
toda su vida, “Crescencio”, posiblemente su nombre clave en la Gran Logia
Simbólica Provincial de Málaga. Es el poema titulado “¿Por qué ha muerto!” en memoria del político, periodista y escritor Ramón Chíes.
Sin embargo, hemos encontrado una publicación anterior (desconocemos si la primera, aunque es muy posible que así sea). Se trata de una obrita, más libreta que libro, impresa en Málaga a finales de 1892, antes de su arribo a Puente Genil, en los talleres del Correo de Andalucía. Prologado por Miguel Lebrón (colaborador de La Ilustración Española y Americana, y de otros periódicos literarios) y dedicado “a mis estimados amigos, los distinguidos poetas Don Vicente Luque Gutiérrez y Don José de Navas Ramírez”, bajo el título Chirigotas recoge Don Baldo una colección de catorce poesías, que llama festivas, y cuya lectura supone una auténtica delicia.
La satisfacción del hallazgo se multiplica exponencialmente al doblar la primera de sus páginas, y leer asombrado una dedicatoria manuscrita y rubricada por el autor con el texto siguiente: “Al eminente actor dramático D. José Ruiz Borrego, le dedica este ejemplar… B. Giménez”. De Ruiz Borrego sólo apuntaremos que se trata de uno de los más grandes actores que nunca dio Málaga, maestro de actores y creador de la Academia de Declamación de su ciudad.
Era Don Baldo un hombre poco dado a hablar de sí mismo y a dejarse ver en fotografías y retratos. Por eso me resulta dulce y tierna la lectura de la primera de sus composiciones (A mis lectores, si los tengo), en la que nos deja un breve autorretrato –grotesco y caricaturizante– de un Baldomero Giménez Luque con poco más de veinte años y que –sin saberlo aún– estaba llamado a escribir una de las páginas más nobles y generosas de la historia reciente de la villa.
El
sábado 11 de enero de 1896, a la edad de veinticuatro años, contrae matrimonio
en Puente Genil, en la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación y de la
mano del señor cura Rodrigo Carmona Cantos, con la pontanensa Encarnación
Morales Pérez, hija de Fernando y Mª Dolores, estableciendo su domicilio en la
cuesta Baena, donde al tiempo abriría su primera imprenta (en su partida de
matrimonio aparece ya con la profesión de tipógrafo).
Sin embargo, hemos encontrado una publicación anterior (desconocemos si la primera, aunque es muy posible que así sea). Se trata de una obrita, más libreta que libro, impresa en Málaga a finales de 1892, antes de su arribo a Puente Genil, en los talleres del Correo de Andalucía. Prologado por Miguel Lebrón (colaborador de La Ilustración Española y Americana, y de otros periódicos literarios) y dedicado “a mis estimados amigos, los distinguidos poetas Don Vicente Luque Gutiérrez y Don José de Navas Ramírez”, bajo el título Chirigotas recoge Don Baldo una colección de catorce poesías, que llama festivas, y cuya lectura supone una auténtica delicia.
La satisfacción del hallazgo se multiplica exponencialmente al doblar la primera de sus páginas, y leer asombrado una dedicatoria manuscrita y rubricada por el autor con el texto siguiente: “Al eminente actor dramático D. José Ruiz Borrego, le dedica este ejemplar… B. Giménez”. De Ruiz Borrego sólo apuntaremos que se trata de uno de los más grandes actores que nunca dio Málaga, maestro de actores y creador de la Academia de Declamación de su ciudad.
Era Don Baldo un hombre poco dado a hablar de sí mismo y a dejarse ver en fotografías y retratos. Por eso me resulta dulce y tierna la lectura de la primera de sus composiciones (A mis lectores, si los tengo), en la que nos deja un breve autorretrato –grotesco y caricaturizante– de un Baldomero Giménez Luque con poco más de veinte años y que –sin saberlo aún– estaba llamado a escribir una de las páginas más nobles y generosas de la historia reciente de la villa.
Apreciables lectores: Soy un
chico
que queriendo buscar una
peseta,
a pesar de que siempre fui un
borrico,
sin decir más ni más me he
hecho poeta;
y hoy al dar este libro, que no
tiene
otro objeto que hacer pasar el
rato,
he pensado muy bien que me
conviene
describir ante todo mi retrato.
Y os prometo a mi vez que al
retratarme
lo he de hacer ¡vive Dios! tal
y cual soy:
conque amado lector, si has de
escucharme
ve poniendo atención que a
empezar voy.
El
color de mi cara
ni es pajizo
ni muy blanco, ni negro, que
digamos;
ni encarnado, ni verde, ni
cobrizo…
y dirá mi lector: ¿en qué quedamos?
Pues en qué ha de quedar; en
que se hace
el
color de mi rostro
indescriptible;
conque ve combinando si te
place
en que tengo un color
indefinible.
De estatura, no tengo deficiencia
pues un metro sesenta mido en bruto;
y lo puedo probar con mi licencia
que en mi casa conservo en un canuto.
En mis ojos no hay niñas, son
dos viejas
ochentonas; de negro se han
vestido
y asustadas sin duda de mis
cejas
en el último cuarto se han
metido.
No soy viejo lector; pues solo
cuento
veintidós primaveras no vencidas,
y a pesar de ser pocas,
represento
treinta y ocho o cuarenta bien
cumplidas.
A los broncos espartos de una
estera,
se parece mi pelo en lo suave
y me crece, además, de una
manera…
y con tal rapidez que más no
cabe.
De mi bella nariz no hablemos nada;
es terrible de grande la
maldita;
mas la tengo tan bien
configurada
que en resumen resulta muy
bonita.
¿Tú no has visto, lector, esos
melones
tan terribles que vienen de
Valencia?
De mi chorla esas son las dimensiones
con muy poca o ninguna
diferencia.
A ensalzar el resumen voy al
punto,
pues ya he dicho bastante con
lo expuesto,
y es deciros lectores que, en
conjunto,
soy muy joven, muy guapo y muy…
modesto.
En
1903 lo descubrimos designado secretario del Comité Republicano Federal de
Puente Genil y como impresor de La
Bética, semanario republicano federal (1903-1905) fundado y dirigido por
José E. Delgado Bruzón, en su imprenta de la cuesta Baena nº 3. Aunque no hemos encontrado en La Bética ningún escrito firmado por Baldomero,
sabemos que era mucho más que su impresor (en determinadas épocas ejerció también la dirección): no sólo por su condición de corresponsal
del periódico en pueblos cercanos, o porque su estilo en la redacción de las
noticias es inconfundible, sino porque el mismo Don Baldo nos dirá años después
que “en tal periódico mangoneé yo, y me
interesa que las generaciones futuras lo sepan por razones que me reservo, por
ahora. Ya tendré ocasión de exponerlas” (Efemérides Pontanensas).
Enigmático Don Baldo.
En
1904 participa ya en el Almanaque de La Ortiga con su texto “Usted se entiende”
junto a plumas como la del genial malagueño Narciso Díaz de Escovar o Eduardo de Ory, entre otras. Ya en 1905 se
encuentra plenamente asentado en Puente Genil e imbricado entre las fibras de
la sociedad pontanensa. Es admitido como socio de número en la más prestigiosa
sociedad de la villa, como es el Casino Liceo (en 1914 también se encontrará
entre los socios fundadores del Casino Mercantil), entonces con sede en la
calle Don Gonzalo nº 26 y bajo la presidencia de Juan Delgado Bruzón. Ese mismo
año es concejal republicano en el Ayuntamiento presidido por Juan Delgado Bruzón
y del que también formaron parte, como primer teniente, Manuel María Melgar,
como segundo, Pedro Ariza Estrada, tercero, Antonio Romero Jiménez y José E.
Delgado Bruzón como síndico del Ayuntamiento (los síndicos tenían encomendadas
una serie de funciones relacionadas con matrículas de comercio, alistamiento y
sorteos, milicia nacional, sanidad, instrucción pública, enajenación de bienes,
censos, padrones… y otros).
De ideas republicanas (el propio José E. Delgado Bruzón lo llama “nuestro distinguido amigo y correligionario”), nunca se identificó con quienes hacían de la política una trinchera, un campo de lucha radical, de insultos y exabruptos. Todo lo contrario, un inagotable abogado en pro del entendimiento y la concordia, que jamás renegó de sus ideales ni de sus amigos republicanos, como lo prueba su asistencia, junto a significados dirigentes socialistas y republicanos, al homenaje en la Huerta de Ibarra a Gabriel Morón Díaz, a quien llama “querido amigo”, tras su indulto en 1922.
De ideas republicanas (el propio José E. Delgado Bruzón lo llama “nuestro distinguido amigo y correligionario”), nunca se identificó con quienes hacían de la política una trinchera, un campo de lucha radical, de insultos y exabruptos. Todo lo contrario, un inagotable abogado en pro del entendimiento y la concordia, que jamás renegó de sus ideales ni de sus amigos republicanos, como lo prueba su asistencia, junto a significados dirigentes socialistas y republicanos, al homenaje en la Huerta de Ibarra a Gabriel Morón Díaz, a quien llama “querido amigo”, tras su indulto en 1922.
En
la misma línea encontramos la dedicatoria a José E. Delgado Bruzón de su
novela La Traviesa, en la que, tras
lamentarse de que algún mediocre o pobre de espíritu pudiera encontrar en ello
dobles intenciones, aclara que la única idea que le ha guiado al escribir la
obra es “satisfacer el vehemente deseo
que siempre he sentido de elevar un canto a la voluntad” (lo que constituye en última instancia la tesis de La Traviesa) y acaba
suplicado a su amigo “acepte este
insignificante obsequio que, con el solo objeto de pagar una deuda de gratitud
y rendir un tributo de pura amistad, dedica su mejor amigo”.
Desconocemos
cuál fuera el motivo de su arribo a Puente Genil, donde con Encarnación, profesora
de primera enseñanza, fallecida a comienzos de 1921, formaría una familia junto
a sus hijas Laura y Concepción, a quienes dedicará, con el humor y socarronería
que siempre lo distinguieron, El Cuento
de la Viuda (estrenada con éxito en el Teatro Circo de Puente Genil el 8 de
noviembre de 1913 y que publicaría en 1916), con las siguientes palabras:
“A mis hijas
Laura y Concha, en razón a que puedo estirar la pierna el día menos pensado y
dejarlas sin tener nada de su padre, dedicado a ellas. ¿Está mal?”.
Descendencia de Baldomero Giménez Luque Autor: Luis Velasco Fernández-Nieto |
Federico y Laura tuvieron
al menos un hijo en 1919, Federico Valentín Jiménez, de quien sabemos fue arrestado en Puente Genil con solo catorce años, el 8 de noviembre de
1933, por distribuir propaganda electoral ¡autorizada! (los difíciles años
treinta). Federico Valentín era conocido como “Chubesqui” y durante un tiempo, al menos en 1924, fue jugador del “Genil F.C.” y designado por la Audiencia Provincial de Córdoba fiscal municipal en 1930 (seguía siéndolo en 1932) en unión de Carlos Delgado Delgado como juez
Conchita dará a luz una niña en mayo de 1921 que, sin embargo,
fallecerá poco después, en agosto de 1922. No obstante, sabemos que tuvo, al
menos, dos hijos más. Se casó en segundas nupcias con su primo Alberto Alfaro.
A
pesar de mantener una constante, pero solo aparente, exposición pública personal, imagino
a Don Baldo tremendamente celoso de su intimidad, pudoroso en las ocasiones en las que él mismo -o
su actividad- se convierten en objeto de noticia. Varios son los
indicios que nos hacen pensar de esta manera: al estrenar su obra Plutón en 1913, sus incansables
colaboradores y mejores amigos Julio Montilla y Manuel Pérez Carrascosa, casi asaltaron las máquinas de La Estrella, se hicieron con ellas y
así, de esta guisa, lograron plasmar el homenaje popular de que Don Baldo fue
objeto. Sospecho, sin embargo, que sus amigos aprovecharon la excusa del
estreno de Plutón, no para homenajear
al autor por tal motivo, sino para testimoniar al bueno de Don Baldo el sincero afecto, el
cariño y reconocimiento que sus amigos le profesaban.
Al final de aquel banquete y agradeciendo el gesto afectuoso de que era objeto, testimonió también su amor a Puente Genil:
Al final de aquel banquete y agradeciendo el gesto afectuoso de que era objeto, testimonió también su amor a Puente Genil:
“…Pero
no cejaré. Yo necesito
y lo
digo señores, con jactancia,
demostrar
que si no tuve la suerte
de nacer
y pasar mi triste infancia
en
este pueblo hospitalario y noble
cuyo
cielo purísimo me encanta,
le
profeso un amor grande y profundo,
tan
profundo y tan grande, que no halla
la
idea mi cerebro, por mezquino,
ni
mi boca por torpe, la palabra
con
que expresar la magnitud del término
que
admita de este amor la comparanza.
Porque
en él encontré franco cariño,
protección
y amistad leal y franca,
y os
juro que jamás clavó en mi pecho
la
repugnante ingratitud su garra…”.
Don
Baldo representa un tipo de hombre poco frecuente no sólo en su tiempo, también
hoy: desprendido, generoso, dotado de una altura de miras poco común,
inteligente y culto.
Puente Genil mantiene con Don Baldo y con El Aviso una deuda de gratitud y de
admiración nunca bien ponderada. A través de su semanario recorremos no solo el
día a día de la villa pontanesa durante casi veinte años, sino que gracias a él
podemos aún disfrutar de buena parte de la creación poética de aquel tiempo
que, de otra forma, se habría perdido para siempre. Natalicios, fallecimientos,
acontecimientos de relevancia, efemérides, censos, establecimientos de nuevas
industrias, polémicas… El Aviso nace
el 2 de mayo de 1911 (de lo cual dio cuenta el Diario de Córdoba en su resumen
literario para Córdoba el 1 de enero de 1912), siendo el admirado Baldomero su
director, impresor y redactor que le dio vida en su imprenta La Estrella, en la calle Don Gonzalo 17.
A su fallecimiento en 1929 su yerno continuará editando El Aviso alrededor de un año hasta su definitiva desaparición en
1931.
Cabecera de El Aviso |
La imprenta, no obstante, continuará funcionando algún tiempo después, como descubrimos en la estampa que mostramos, de 1933, de la "Imprenta de Hija de B. Giménez".
Su amistad,
por mor de colaborador luengos años, con Julio Montilla (Julio Giménez de
Montilla e Ibarra) y el luctuoso final del poeta y escritor romántico pasan por
las páginas de El Aviso con
discreción y elegancia, sin hacer jamás drama de la tragedia, sin rellenar
páginas de lacrimosa desesperanza. Por idéntico motivo, es buen amigo del
egabrense Federico Valentín de la Rosa (en 1912 en Iznájar representó su sainete “Aquí me falta un zapato, o ¿quién me compra
estas patas?”), cuyos versos aparecen en El Aviso casi desde su fundación y, sin embargo y a pesar de que
debía ser un hecho público y notorio, ni lo exalta, ni hace noticia de lo que
sólo es un hecho íntimo y familiar. La relación de Federico Valentín y Don
Baldo es, como vemos, muy anterior a la que mantendría el poeta con su hija Laura,
lo que nos hace preguntarnos si no sería esa amistad la que llevó
más tarde al amor entre Federico y la que sería su esposa.
Socarrón,
irónico, generoso, cariñoso y, sin embargo, inflexible en asuntos que pudiera
considerar perjudiciales para Puente Genil, justo y equitativo, no dudaba un segundo
en ceder páginas y páginas de El Aviso
a quienes expresaban pareceres completamente antagónicos a los suyos y mantener
con ellos polémicas y jugosas discusiones, a veces agrias, en su recordado
semanario.
En
sus versos gusta de provocar la risa, a veces una auténtica carcajada, a veces ocultando
su fina intención tras unas composiciones aparentemente fáciles e ingenuas para
quien no conozca la dificultad de escribir bien bajo la apariencia de la
sencillez.
Es el sentido del humor sin asperezas, sin dobleces ni segundas intenciones, lo que mejor identifica a Baldomero. Aquel 1912 coincidió la salida de El Aviso con un 28 de diciembre, lo que aprovechó el veleño para llenar sus páginas de bromas e inocentadas.Y nos cuenta que durante meses había guardado el secreto de que una compañía belga estaba comprando veinte kilómetros cuadrados de terreno entre la Fuente del Yeso y La Pitilla para instalar una fábrica de ratoneras de alambre. En el artículo daba cifras concretas del número de puestos de trabajo que crearía la fábrica, el capital social de la compañía, el nombre de su representante en Córdoba o la distribución de la extraña industria, uno de cuyos departamentos sería uno “bastante amplio para encerrar los ratones necesarios para probar la resistencia de las ratoneras antes de lanzarlas al mercado”.
Es el sentido del humor sin asperezas, sin dobleces ni segundas intenciones, lo que mejor identifica a Baldomero. Aquel 1912 coincidió la salida de El Aviso con un 28 de diciembre, lo que aprovechó el veleño para llenar sus páginas de bromas e inocentadas.Y nos cuenta que durante meses había guardado el secreto de que una compañía belga estaba comprando veinte kilómetros cuadrados de terreno entre la Fuente del Yeso y La Pitilla para instalar una fábrica de ratoneras de alambre. En el artículo daba cifras concretas del número de puestos de trabajo que crearía la fábrica, el capital social de la compañía, el nombre de su representante en Córdoba o la distribución de la extraña industria, uno de cuyos departamentos sería uno “bastante amplio para encerrar los ratones necesarios para probar la resistencia de las ratoneras antes de lanzarlas al mercado”.
Conoció y admiró al insigne historiador Antonio Aguilar y Cano de quien, quizás, bebió la necesidad de ser extremadamente escrupuloso con los datos y la información que al lector se ofrecen. Don Baldo se nos muestra extremadamente delicado al aportar cifras o detalles exactos, participándonos la fuente de su información, aclarándonos si los detalles son realmente exactos, aproximados o simples elucubraciones o hipótesis. Gracias a él, a su particular manera de concebir la Historia, su semanario se ha convertido en un auténtico manual de consulta del devenir cotidiano de buena parte del siglo XX. Ejemplo de la concepción de aparente cotidianidad, mas con vocación historicista de El Aviso, son las líneas del prólogo de su Efemérides pontanenses:
“A
este género de libros le sucede lo que al vino; cuando mosto, vale poco; pero a
medida que pasa el tiempo, si no se echa a perder, va adquiriendo valor cada
año que por él pasa. Un libro que solo contenga apuntes históricos, y más si se
hicieron pocos ejemplares, hoy no tiene valor ninguno, porque, como el vino,
está en mosto. Cuando le pasen muchos años, tendrá mucho valor el ejemplar que,
ileso, llegue a manos de quien pueda utilizarlo”.
Como
autor de obras de teatro, escribió el entremés El hombre y el oso, el sainete titulado El maestro Chapetas o ¿a quién le hago yo un encargo?, El tigre negro
(aunque también lo hemos encontrado referenciado como El tinte negro), el drama en tres actos Plutón y El Cuento de la
Viuda (juguete cómico en dos actos, al que ya nos hemos referido); como
novelista, es autor de La Traviesa;
como poeta, escribe Chirigotas y un
tomito de composiciones poético festivas titulado Al amor de la lumbre (1912); y en otros órdenes, Efemérides pontanenses (1916) y el Almanaque guía de Puente Genil para 1915 que
tiene como portada un fotograbado del paseo de la Plaza Nacional, conteniendo
en su interior el santoral, datos sobre la villa, calles, guía oficial, plano
de la localidad, guía general, conocimientos útiles y anuncios,
Bajo el seudónimo de “Triquiñuelas”, Ricardo de Montis dedicará a Baldomero los versos siguientes:
“Echaré
a libros el día,
lo
cual no es echarlo a perros.
Otra
obrita ha publicado
mi
amigo don Baldomero
Jiménez
Luque, un poeta
muy
laborioso y modesto.
En
ella ha recopilado
varios
ingeniosos cuentos
escritos
con mucha gracia,
que
forman un libro ameno.
Quien
quiera pasar un rato
de agradable
esparcimiento
compre
Al amor de la lumbre
y conseguirá
su objeto”.
Ricardo dirá de El Aviso en 1912 que "sin género alguno de dudas resulta este periódico, tanto por su contenido como por su confección, el mejor de cuantos se han publicado en nuestra provincia". Y tal afirmación en boca de quien fuera redactor de El Comercio de Córdoba, primero, y director de El Diario de Córdoba a partir de 1929, adquiere tintes de auténtico reconocimiento.
Sobre
La Traviesa nos dirá Julio Montilla,
que esa obra sirvió para expulsar a Baldomero del elenco de autores
considerados únicamente como festivos.
Una obra compleja, social, que hace al crítico preguntarse lo siguiente: “mas… ¿dónde ha aprendido Baldomero Giménez psicología tan profunda
¡Qué sé yo! Es más: no pretendo indagarlo. Lo que no me cabe duda es que su
pluma ha sido escalpelo valiente, que ahondando en el alma humana, nos ha
descubierto de un modo maravilloso una tremenda llaga social”. Es
ciertamente una obra bien escrita y construida en varias etapas físico
temporales, en la que vemos reflejada la personalidad de Don Baldo a través de
Mercedes, “la Traviesa”, y su impresionante historia que sitúa en un imaginario
pueblo malagueño llamado La Llanada.
<<Quisiera
yo tener para alabarte
-alabanza,
sin duda, merecida-
del
insigne Azorín la prosa fluida,
su
elegante dicción gloria del arte.
Quisiera
yo, también, felicitarte
por
tu linda novela, que es la vida,
la
vida idealizada, convertida
en
venero del bien, lisonja aparte.
Yo
leí de un tirón, sí, tu Traviesa
y a
pesar del esfuerzo no me pesa,
pues
conservo el recuerdo más profundo.
Por
mucho tiempo guardaré memoria
de
una tan bella como dulce historia,
y
así opina también el “Nuevo Mundo”>>.
Julio G. Montilla Ibarra |
Montilla compara el sainete de Don Baldo con cualquiera de los hermanos Álvarez Quintero, y cierto es que sigue ese estilo ágil y lleno de ingenio, pero en su papel de crítico no duda en poner peros a la obra del amigo, sacando a la luz algunos defectos de los que el sainete adolece. Nunca compró la amistad a los honestos. Aún así, el mismo Baldomero, a quien los elogios siempre incomodaron, dudó hasta el último momento en publicar la crítica de Montilla, resignándose a hacerlo porque nadie pudiera interpretar retorcidamente su no publicación.
Pero
el amor de Baldomero por el teatro no se limitaba a escribir sus obras, ni a
representarlas en nuestro Teatro Circo, ni si quiera a emitir críticas sobre
las que se ponían en escena en aquel Puente Genil, sino que, además, ejerció
como director artístico de la sociedad Benavente, la cual le distinguió con un
banquete en la Fonda Española
(calle Don Gonzalo 51 y que anunciaba como reclamo publicitario
“luz eléctrica en todas las habitaciones”) por su onomástica en 1918 y al que
asistieron José Aragón Miranda, Salvador García Rivas, Julio de la Vega
Espadiña, Francisco Cantor Baena, Antonio Perailes Montero, Carlos Graciano
Cuenca, Miguel Muñoz Morales, Salvador Recio Nieto, Joaquín Jurado Palos,
Lorenzo Torres Domínguez, Federico y Francisco Valentín de la Rosa, Francisco
Vida Padilla, Francisco Sampedro Martínez, Eugenio Feliú Serret, Pedro
Calmaestra Gámiz, José Meral Hurtado, Manuel Carmona Delgado, Enrique Pino
Reina, José Pavón Zamora y Miguel García Navas.
Incansable
organizador de homenajes, eventos y conciertos, fue fundador de Los Amigos del Libro y Juventud Cultural, colaborador en El Parnasillo, participó en Los Amigos del Arte y su órgano de
expresión “Ideales”, su labor fue esencial
para la creación de la Escuela de Artes y Oficios de Puente Genil, para la
implantación en la villa del movimiento scout, conocido aquí como “Los
Exploradores”, o para la construcción de la Plaza de Toros, por la que abogaba
públicamente enardeciendo a los lectores y polemizando con sus detractores, mucho
antes de que fuera una realidad.
En definitiva Don Baldo formó parte de una élite cultural e intelectual, no social, que dinamizaron la cultura, también la industria y la economía, en aquel Puente Genil de comienzos del siglo XX, auténticas décadas de oro de nuestro municipio: Miguel Romero, Pérez Carrascosa, Aguilar y Cano, Pérez de Siles, Leocadio Santaella, Manuel y Emilio Reina Montilla, José Contreras Carmona, Manuel Rey Cabello, Rodrigo García Luque, Antonio Baena Delgado, Justo Estrada Haro, Ricardo Moreno, Manuel María Melgar, Leopoldo Lemonier…
En definitiva Don Baldo formó parte de una élite cultural e intelectual, no social, que dinamizaron la cultura, también la industria y la economía, en aquel Puente Genil de comienzos del siglo XX, auténticas décadas de oro de nuestro municipio: Miguel Romero, Pérez Carrascosa, Aguilar y Cano, Pérez de Siles, Leocadio Santaella, Manuel y Emilio Reina Montilla, José Contreras Carmona, Manuel Rey Cabello, Rodrigo García Luque, Antonio Baena Delgado, Justo Estrada Haro, Ricardo Moreno, Manuel María Melgar, Leopoldo Lemonier…
Especialmente
curiosa es la obrita Efemérides
pontanensas, a la que ya nos hemos referido más arriba. Basada en los Apuntes históricos de la villa de Puente
Genil y en El Libro de Puente Jenil,
en los que Agustín Pérez de Siles y Antonio Aguilar y Cano vierten una ingente cantidad
de datos históricos, que Don Baldo ordenó por días, meses y años, publicando en
El Aviso a partir del 1 de enero de
1916, la efeméride correspondiente a cada día de la publicación del semanario y
desarrollando cada uno de los acontecimientos gracias a la colaboración de Aureliano Borrego
Pradas, Rafael Morales Rivas y Rafael Moyano Cruz y a los manuscritos de
Agustín Aguilar y Cano. Una curiosa obra que guarda cientos y cientos de datos
de carácter histórico sobre Puente Genil desde el 9 de marzo de 1126 (“Celebra batalla, en que los cristianos, a
las órdenes de Alfonso I de Aragón , El Batallador, les dieron palizón tremendo
a los moros mandados por el Emir Abu Tahir, en los campos de Castillo Anzur, de
este término municipal”) hasta el 1 de diciembre de 1915 (“El tren de Mercancías 201 arrolla a la
guarda barrera del paso a nivel de los Arroyos, hermosa joven de quince años,
llamada Encarnación Aguilera Aguilar”).
Pero las atenciones y la delicadeza de Don Baldo llegan al extremo de dejar sin publicar algunos datos que le hubiera gustado plasmar para el conocimiento de generaciones futuras. Solo leyendo su justificación podemos alcanzar a imaginar la elegancia, la altura de miras y la generosidad de un ser de antología:
A criterio del lector dejo la reflexión sobre si este espíritu recto sigue imperando en nuestros días.
Pero las atenciones y la delicadeza de Don Baldo llegan al extremo de dejar sin publicar algunos datos que le hubiera gustado plasmar para el conocimiento de generaciones futuras. Solo leyendo su justificación podemos alcanzar a imaginar la elegancia, la altura de miras y la generosidad de un ser de antología:
“Que se me han quedado en cartera muchos hechos
notables acaecidos en este pueblo, no hay para qué decirlo; pero no los he
publicado por razón de prudencia. Viven aun muchos de los protagonistas de unos
hechos; los parientes de otros, y no me he creído con derecho a poner en
ridículo a nadie, ni aun cuando se trata de mi mayor enemigo. En este respecto
tengo un criterio cerrado, a saber, que nadie tiene derecho a molestar a nadie.
No creo tener enemigos, a Dios gracias; pero si los tuviera, y hubieran sido
protagonistas principales o auxiliares de un acontecimiento digno de ser
comentado desfavorablemente, yo respetaría a mi enemigo, con la misma
consideración que al amigo”.
A criterio del lector dejo la reflexión sobre si este espíritu recto sigue imperando en nuestros días.
Fue
colaborador del Diario de Córdoba, donde a partir de octubre de 1912 publicó
una serie de artículos sobre la filosofía del lenguaje, de idéntico título.
Tumba de Don Baldo en el cementerio de Puente Genil |
Fuentes:
- Luis Velasco Fernández-Nieto, que me lanzó varios cabos a los que poder agarrarme.
- Texto de la conferencia "Puente Genil, reflejo histórico en la prensa escrita", Javier Villafranca Muñoz, pronunciada el 4 de marzo de 2016 en el Teatro Circo de Puente Genil, con motivo de los actos de celebración del CCCL Aniversario de las figuras de Dimas y Gestas de la Corporación Bíblica Los Ataos.
- El Defensor de Córdoba, diario católico de noticias.
- Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos.
- Archivo Casino Pontanés de Puente Genil.
- El Pontón, órgano de difusión de la asociación Amigos de Puente Genil.
- El Aviso, semanario independiente. Defensor de los intereses comerciales, industriales y agrícolas de esta zona.
- La Voz, diario gráfico de información.
- Anuario regional descriptivo, informativo y seleccionado de la industria, comercio, agricultura, profesiones, arte y turismo de la región de Andalucía y Norte español de África.
- Las Dominicales del Libre Pensamiento
- El Nuevo Régimen, semanario federal.
- ABC Sevilla
- Mundo Gráfico, revista popular ilustrada
- Wikipedia, la enciclopedia libre.
Me dirijo a usted como la bisnieta de Baldomero Gimenez y nieta de Concepcion Gimenez que casó en segundas nupcias con Alberto Alfaro, primo de mi abuela Concepción. Estoy emocionada de haber encontrado tantos documentos acerca de mi bisabuelo y me gustaría ponerme en contacto con usted para obtener más información. Yo vivo en Mostoles, Madrid. Mi correo es blancoral1959@gmail.com. Le agradeceria se pusiese en contacto conmigo. Mi nombre es Margarita, como mi madre. Gracias
ResponderEliminarSoy bisnieta de Baldomero Gimenez le agradecería se pusiese en contacto conmigo. Mi email es blancoral1959@gmail.com. Gracias
ResponderEliminarMe dirijo a usted de nuevo para intentar contactar de alguna manera. Hace tiempo le dejé mi email mi nombre es Margarita y mi correo blancoral1959@gmail.com
ResponderEliminarLe rogaría se pusiera al habla conmigo ya que toda esta información acerca de nuestro bisabuelo nos es de un inestimable valor, que le agradecemos, y nos gustaría poder contactar con usted. Gracias
Buenas tardes, Margarita. Le envié correo a esa misma dirección que me indicaba (blancoral1959@gmail.com) el día 14 de enero de 2021, jueves, a las 13.49 horas desde la cuenta pontanosilustres@gmail.com, pero no recibí respuesta.
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