CIEN AÑOS DE LA PLAZA DE TOROS DE PUENTE GENIL
Los
primeros festejos taurinos de los que el tiempo nos deja noticia, se remontan a un
lejano 1607 con motivo de la boda de la hija de los marqueses de Priego
con el marqués de Comares. Por tal motivo se celebró una corrida de toros al uso tradicional
de aquel tiempo, es decir, por la mañana y por la tarde. En 1623 volvieron a celebrarse por el nacimiento del hijo de la marquesa de Montalbán. Y de nuevo volvieron
a correrse toros en 1627, 1770, 1790… y en 1729 por las fiestas de San Juan de
Prado (recordemos que se trata de un santo franciscano, orden implantada en la
Puente de Don Gonzalo, beatificado por el papa Benedicto XIII el 24 de mayo de
1728). Hay que hacer constar que se organizan muchísimas corridas no sólo para regocijo
del pueblo, sino con fines piadosos o benéficos, algo que será habitual en La
Puente a lo largo de los siglos. En 1724 y 1725 a petición del corrector Fr.
Lope de Armenta se celebraron corridas para atender los gastos derivados de la
construcción del claustro del convento de la Victoria.
Documentalmente se refuerza la constancia de la celebración de corridas de toros en Puente Genil a
partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Así lo certifica el Libro de Actas
de la Cofradía de la Purísima, con motivo de la solicitud al Consejo de
Castilla de la preceptiva licencia de celebración de festejos para recaudar
fondos destinados a la construcción de la ermita de la calle Madre de Dios.
Aunque desconocemos el lugar donde se celebraban aquellas corridas, es posible
que tuviesen lugar en la Plaza de la Villa, hoy de Emilio Reina, donde se
taparían con tablones las bocacalles, convirtiendo aquel espacio público en toda una plaza de toros.
En
1862 (ver nota 1) se constituyó una sociedad entre Bartolomé Fernández León, José
Reyes Pineda, Manuel Baena Arjona, Antonio Baena Cosano, Manuel Morales
Navarro, José Illanes Jimenez y Antonio
Balaguer Linares para levantar una plaza en una parte del Molino del Marqués,
donde llegó a torear el famoso Rafael Molina Sánchez Lagartijo una corrida de la ganadería de Murube. Fue ésta una plaza de toros dotada de
anfiteatro y una poco frecuente configuración octogonal levantada cerca de los Llanos de la Piedad sobre un terreno propiedad de D. José del Pino y
Albelda. Sin embargo, su escaso
aforo impidió que se siguieran organizando festejos de calidad por no
poderse cubrir siquiera los gastos derivados de su organización (ver nota 2). Por tal motivo, después de la famosa corrida de Murube
sólo se montaron novilladas con las ganaderías de Barbero (Córdoba) y Linares
(Cabra), siendo lidiadas por Francisco Rodríguez Caniqui, Boliche y otros.
Esa plaza se vendió en 1867 o 1868 a José María Campos Fernández, que siguió organizando
festejos taurinos hasta octubre de 1871, que fue derribada. En 1887 una
sociedad compuesta por Antonio Cortés Flores, Julián Palos León, Fermín Rivas
Baena, Manuel Carmona Molina y Bernardino Cabello Luque construyó una nueva
plaza de madera en uno de los patios del ex convento de San Francisco, y en la
que se dieron algunas novilladas por parte de aficionados de Málaga, Córdoba y
Écija, que fue desmontada dos años después.
Ya
en tiempos más recientes, a raíz de las fiestas que por primera vez se
organizaron en Puente Genil en 1909, comienza a hablarse de la conveniencia de
contar en la villa con una plaza de toros. En 1910 se organiza en los
altos de la fonda de Rafael Rivas Pérez (calle Don Gonzalo con calle Alcaide) una reunión para comenzar a dar forma al
proyecto en el que participaron entre otros el bodeguero Antonio Campos Sánchez
y Francisco Jurado Cansino, quienes más tarde formarán parte del Consejo de
Administración de la sociedad que construyó la definitiva plaza de toros.
En 1913 nos consta
ya la realización de dos proyectos de plazas, uno por parte de Rodrigo García Luque, destacado maestro de obras de Puente Genil, a quien debemos algunos de
los edificios más emblemáticos de la villa. Para su diseño estudió las plazas
de toros de Granada, Antequera y Málaga, bosquejando un coso capaz de
contener once mil personas sentadas que, ocupando el corredor superior de las
gradas, podría elevarse hasta doce mil. Las gradas estaban diseñadas en dos
planos, uno para ser ocupado como asiento por lo espectadores y otro, dos
centímetros más bajo para los pies, a imitación de la plaza de Málaga. El coso tendría
grada cubierta y un costo máximo de cien mil pesetas.
Otro de los proyectos que
se estudiaron fue el presentado por Clemente Caballero con una previsión de
trece mil espectadores si se construía con palcos y un costo de ochenta y tres
mil doscientas sesenta y seis pesetas y treinta y siete céntimos. Este primer intento, sin embargo, para el
cual Emilio Pérez Rivas realizó múltiples gestiones, por motivos que
desconocemos no llegó a fructificar. No obstante, aquel deseo de que nuestro
pueblo contase con un coso taurino había echado raíces y no pasaría mucho tiempo
antes de que se acometiera un nuevo intento.
Bajo
el nombre “La Constancia”, en 1917 se constituye una sociedad para procurar la
edificación de la plaza de toros de Puente Genil, en la que también participó
como promotor, además de los señores anteriormente mencionados, el labrador
José Marta. Se convocó entonces un concurso abierto para el diseño de la plaza,
que debería contar con un presupuesto inferior a cien mil pesetas y una cabida
para diez mil espectadores (ver nota 3). Solo uno de los proyectos presentados
cumplía todos los requisitos que se exigían y contó con el aprobado del
Arquitecto provincial. Se trata del presentado y redactado, desde los planos
hasta la memoria económica, por Antonio Ortega Montilla. En sesión celebrada en
el Teatro Circo a las cuatro de la tarde del 31 de enero de 1918, la junta de
accionistas de la sociedad promotora presidida por Francisco Jurado Cansino y
de la que Tomás González Caballos (calle Luna 30) era administrador gerente,
aprobó el proyecto sin necesidad de voto, pues –como dicho queda– era el único
que cumplía con las exigencias del pliego. Se encargaron las obras de
edificación a los señores Francisco Gil Balaguer, Carlos García Santos, Antonio
Gálvez y Manuel Gálvez.
Quizás
uno de los motivos que explican la escasa vida útil que luego tendría esta
plaza, fue la premura de tiempo con la que fue ejecutada. El 1 de febrero de
1918 comenzaban los trabajos de replanteo, en marzo se habían iniciado la
construcción de los muros de contención y del recinto, el hoyado del relleno de
los tendidos y el desmonte de la parte que habría de ser el redondel. Si bien
se preveía que para julio o agosto el coso podría estar acabado, las lluvias
primaverales ralentizaron el ritmo de las obras de construcción. En cualquier
caso, a mitad de mayo la distribución de las dependencias ya estaba terminada,
finalizados los muros del recinto y el concéntrico de contención y comenzado el
muro de contención de la contrabarrera. A punto estuvo la plaza de ser
escenario de una tragedia en forma de accidente laboral, pues mes de mayo de
1918 los hermanos Joaquín y José Villar Berral se ocupaban en las labores de
socavar el redondel de la plaza para después, clavando unas barras de hierro a
la profundidad conveniente, desprender grandes témpanos de tierra. Sin saber
qué ocurrió exactamente, empleados como estaban en aquellas labores, sin clavar
aun las barras, se desprendió una gran mole de tierra que sepultó a los dos
hermanos. Cuando sus compañeros lograron rescatarlos, los daños más graves los
presentaba José, con fractura de la tibia en la parte inferior cerca del
tobillo del pie derecho.
El
día de San Miguel, el 29 de septiembre de 1918, se inauguraba en Miragenil a
los pies de la calle Nueva, la Plaza de Toros de Puente Genil. Se daba así
respuesta a la demanda de una importante afición taurina, desbordante y
apasionada, coincidente en el tiempo con el punto máximo de la legendaria
rivalidad entre las dos grandes figuras del toreo de la época, Joselito y Belmonte.
Dirigida la construcción por el tal Balaguer, Puente Genil siguió el desarrollo
de las obras con la ilusión y la expectación propia de aquel comienzo de siglo,
orgulloso de un coso con capacidad para miles de espectadores. En la
inauguración actuó como alguacil Antonio Quintero Almeda el Pipi, llegando hasta nuestros días la anécdota de que Amado
Feliú Rubíes llevó a la plaza un mono que tenía por mascota (ver nota 4) vestido de torero.
Participaron en aquella histórica inauguración con una corrida mixta con dos
toros y cuatro novillos de la ganadería de Fernando Villalón Daóiz, como
matador Luis Guzmán Zapaterito y los
novilleros Luis Muñoz Marchenero y
Bernardo Muñoz Carnicerito (para un mayor desarrollo de esta noticia, ver nota 5).
Aún tratándose de una modesta plaza de pueblo, gracias al ferrocarril, a la luz eléctrica
y su avanzada industrialización Puente Genil destacó por encima de otras
localidades de la comarca, logrando la participación de grandes figuras del
toreo. El 29 de julio de 1919 se celebra por Santiago una corrida con seis
toros de la ganadería de los hijos de don Eduardo Mihura, en la que
participaron como matadores Francisco Martín Vázquez, José Flores González Camará e Ignacio Sánchez Mejías, anunciándose
con unos hermosos carteles impresos por Baldomero Giménez Luque y realizados en
la imprenta litográfica de José Ortega, en Valencia.
Eran frecuenten los festejos aprovechando los días más
señalados del santoral, como los de San Miguel, Santiago, la Piedad (el 8 de
septiembre) e, incluso, por el Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, a
modo de despedida de la temporada.
Plaza de Toros de Puente Genil |
Los
años de la Guerra Civil e inmediatamente posteriores son años en los que no se
celebran corridas de toros, por lo que, acumulando a la falta de uso de las
instalaciones, la baja calidad de la fábrica de la plaza, hace que ésta venga
prácticamente a ruina. Y así habría seguido de no ser por el carácter romántico
y generoso de dos hombres, Miguel Baena García y Modesto Delgado Madrigal.
Ambos grandísimos aficionados a los toros y padres, el primero, de un rejoneador
–Rafael Baena– y, el segundo, un torero –Paquito Delgado–. Miguel y Modesto
acuerdan con el propietario de las instalaciones, don Luis Reina, la
explotación de la plaza a cambo de invertir en ella lo que fuere necesario para
volver a ponerla en marcha. Son tiempos en los que la afición taurina vuelve a
levantarse, a mostrarse deseosa de disfrutar de los toros, resurgiendo una
afición que había permanecido dormida tras la brutal Guerra Civil (1936-1939) y
en estado de hibernación los años inmediatamente posteriores.
Múltiples
factores coadyuvan al despertar de esa afición, entre otros, sin duda, el fenómeno
de José María Martorell o el auge de Manolete junto a la aparición de figuras
locales, de las que hablaremos a continuación.
La Plaza de Toros de Puente Genil se reinauguraba el 16 de agosto de
1947 dando paso a una nueva época dorada del toreo en la villa pontanesa. Aquí dejaron su impronta figuras como José María Martorell, Julio Pérez El Vito, Manolo Carmona, la dinastía Girón, los Bienvenida...
Precisamente los hermanos Bienvenida, máximo exponente
de las dinastías toreras, pasaron en dos ocasiones por nuestra plaza, gracias a
las gestiones de don Manuel Moreno Reina, farmacéutico con oficina en la calle
Aguilar. El cuñado de Manuel Moreno, Félix Almagro, casado con su hermana
Eloísa y que llegó a Puente Genil antes de la Guerra, tenía mucha amistad con
la dinastía Bienvenida. Así en 1947 torearon Pepe, Ángel Luis y Juan (que era
novillero) y unos meses más tarde, el 27 de febrero de 1949, repitieron faena
un domingo de Cuaresma los mismos hermanos acompañados también por Antonio
Bienvenida (ver nota 6). Una época dorada que duró hasta 1954. Entonces el sacerdote don
Celestino Martínez Morante (que había llegado a Puente Genil en septiembre de 1950), en apoyo de la ingente labor social que desarrolló en Puente
Genil solicitó la cesión del uso de la plaza, que inmediatamente le
concedieron, y que empleó para la organización de distintos espectáculos, todos ellos con fines sociales.
El mal estado de la construcción y el ascenso del Puente
Genil a la 2ª División Nacional de fútbol, decantaron los cambios de hábito de
la afición pontanesa, lo que inevitablemente condenó a la plaza (nota 7) que fue derribada
para la construcción de una industria aceitera (Cooperativa Olivarera La Pontanense).
También Puente Genil contó con su
pequeño elenco de figuras locales. Ya en 1913 despuntaba en nuestra localidad
Francisco Castilla (8), conocido como Pajarete.
Este joven de menos de veinticinco años, aficionado a la caza, consumado
jinete, que tenía como espejo en el que mirarse las imponentes figuras de
Joselito (Gallo Chico) –que toreó en Puente Genil el 24 de junio de 1919 una corrida de Benjumea, junto a Limeño y Sánchez Mejías– y Machaco y que desde los diez años
comenzó a hacer sus pinitos en el Matadero (¡!) y en los cortijos de los
alrededores, debutó en la Plaza de Toros de La Rambla el 12 de agosto de 1913
auxiliado por Machaquito II y Manolete II, de Córdoba, en una faena
con novillos en la que rayó a gran altura, recibiendo ovación y saliendo a
hombros de los aficionaos. De él contaba Julio Montilla (9) con hermoso estilo
y declarada admiración: “En Roma, quizás
Pajarete hubiera sido gladiador, y puede que también hubiese restallado su
látigo en las cuadrigas del Circo; en Atenas, habría concurrido al Gimnasio;
sería boxeador en América o aviador en Francia. Pero Pajarete es de España,
ésta dá toreros, y torero es él con los arrestos que prestan la juventud y la
ilusión”. Participó en corridas por los alrededores de su pueblo natal, como
la celebrada en Cabra el 8 de septiembre de 1914, en la que logró la oreja del
novillo.
Por aquellos años también despuntó Francisco Herrera Herrerita, debutante en la Plaza de Toros de Córdoba en el festival
infantil celebrado el 29 de mayo de 1914 con ovación, oreja y vuelta al ruedo.
Joseíto
Ortega, hijo de Antonio Ortega Montilla, debutó como banderillero de la
cuadrilla de Bejarano en la novillada
celebrada en Granada el 18 de abril de 1914.
Destacar
también, cómo no, a Paquito Delgado y al rejoneador Rafael Baena, a quienes nos
hemos referido más arriba, y que brillaron entre las décadas de 1940 y 1950.
Prueba
y testimonio de la gran afición que Puente Genil prodigó al toreo es la
fundación de cuatro peñas o asociaciones relacionados con este mundo: la
primera de ellas se constituyó en enero de 1921 (10) y componían su junta
directiva José María López Quintero como presidente honorario; presidente
efectivo, José Palos Castillo; vicepresidente, Salvador García Rivas;
secretario, Manuel Roldán Ferón; vicesecretario, Pedro Calmaestra Gámiz;
tesorero Francisco F. García Carrera; vocales, Francisco López García,
Francisco Jurado Saldaña, Pedro Roldán Yerón y Juan Rivas Romero. El segundo de
los círculos, es el Club Taurino, fundado en 1961 con sede en la calle Susana
Benítez 22, que llegó a contar con casi un centenar de socios, y las Peñas
Martorell, ubicada en la calle Don Gonzalo (nota 11), y Chicuelo II.
Notas:
- Antonio Aguilar y Cano en su El Libro de Puente Jenil (págs.. 491 y ss.) lo data en 1862, mientas que los Apuntes Históricos de la Villa de Puente Genil (pág. 256) de Agustín Pérez de Siles, escrita en colaboración con A. Aguilar y Cano lo hace en 1865.
- Respecto al aforo de la plaza, discrepan también nuestros insignes historiadores. Mientras que Pérez de Siles habla de una capacidad de cuatro mil espectadores, un aforo muy respetable para la época y la calidad de aquel Puente Genil, Aguilar y Cano, sin concretar la cabida del coso, sí se refiere a que sus reducidas dimensiones imposibilitaron los festejos de calidad.
- Sin embargo el Tomo I (Los Toros, tratado técnico e histórico) de la obra cumbre de la tauromaquia de José Mª de Cossío (Espasa Calpe, Madrid 1960) fija en seis mil la cabida de la Plaza de Toros de Puente Genil.
- A pesar de que el cartel anunciador daba cuenta de la participación del novillero Carnicerito de Málaga, por motivos que desconocemos no llegó a participar en la inauguración, siendo sustituido por el novillero utrerano José Zarco Carrillo. Así lo certifica la crónica de El Día de 30-09-1918 en la que, además, nos informa de la corrida: “Zapaterito, que mató los dos primeros toros, desgraciado. Marchenero, regular; Zarco, pésimo: pinchó al primero diez veces, y en el otro escuchó los tres avisos y sufrió un botellazo de un espectador”. Carnicerito sí toreó en Puente Genil junto a Ignacio Sánchez Mejías y Manuel Belmonte Belmontito, pero lo hizo el viernes 1 de noviembre de aquel mismo año en una novillada de Villalón en la que cortó una oreja y dio dos vueltas al ruedo. Manolito Tonelada en La Lidia (11-11-1918) decía al respecto de aquella novillada que “Carnicerito toreó superiormente de capa, bien con la muleta, colosal con estoque”. En El Aviso de 6 de noviembre de 1918 leemos la crónica de Jindama de aquel mismo espectáculo: “Carnicerito estuvo como se esperaba: trabajador y temerario. El hombre se aprieta que es un contento. Tenía necesidad de demostrar a los sevillanos que es capaz de alternar con toreros y lo demostró en su primero tanto con el capote como con la muleta. Cuarenta y seis pases le conté en menos de siete minutos y en todos estuvo siempre en la cara del bicho sin descomponerlo, recetándole la única estocada de la noche, que le valió la oreja del bicho. Nada, que Carnicerito puede ir a donde vaya cualquiera y muy pronto lo hemos de ver alternando con matadores. No es torero fino ni elegante, si por elegancia y finura se entiende sostenerse en las puntas de los pies y levantar mucho los codos: eso no lo hace él; pero sabe pasarse los cuernos de los toros por el pecho rozando de una manera escalofriante. Es un torero de emoción, y con eso está dicho todo”.
- Así lo recordaba, con profusión de simpáticas anécdotas, Ángel Luis Bienvenida en una entrevista
Ángel Luis Bienvenida y Ángel Delgado - A pesar de que la plaza fue vendida en 1956, el derribo no se verificó hasta cuatro años después, en 1960 (Boletín informativo Municipal Anzur núms. 46 y 47, 13 agosto 1976: Estampa. La feria y la fiesta nacional, por Antonio Serrano).
- Lo hemos encontrado escrito de dos maneras, Castilla y Castillo.
- Publicado en El Aviso (que se subtitulaba Semanario independiente defensor de los intereses de Puente Genil) del 9 de agosto 1913. Se trata de Julio Giménez de Montilla e Ibarra, joven promesa de las letras pontanas y habitual colaborador del semanario, quien se suicidaría de un disparo en el cabeza el 19 de junio de 1914. El Aviso fue fundado en 1911 por Baldomero Giménez Luque, constituyéndose desde 1912 en un continuo defensor y agitador de la afición taurina pontanesa. A Don Baldo se deben las primeras reivindicaciones que hemos podido leer a favor de una plaza de toros para Puente Genil.
- La Voz 22-01-1921
- El Pontón, órgano de difusión de la asociación Amigos de Puente Genil fundado en 1986, núm. 311, octubre 2014.
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