Agustín Aguilar y Tejera
Foto restaurada por Santiago Bedmar
En el año 2010 la Corporación Los Mitigadores de Cristo - La Corona de Jesús celebraba los veinticinco años de su fundación. Para conmemorar tal efeméride, diseñamos una serie de actos en los que alternamos lo lúdico con lo cultural: restauración del lienzo de la Virgen de las Angustias de las ermita del Dulce Nombre, un encuentro entre todas las Cofradías y Hermandades del Viernes Santo noche, presentación de cartel conmemorativo, participación en el Día de las Corporaciones... y otros de carácter interno.
Preparando aquel aniversario, pedí consejo a Carlos Delgado Álvarez de Sotomayor (1967-2014) para que lo cultural, lo patrimonial y costumbrista, despuntasen con mucho a lo largo de aquella celebración. Fruto de esas conversaciones fue la reedición en formato facsímil de la obra de Agustín Aguilar y Tejera "Saetas populares" (Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, Madrid, 1929), que volvería a poner sobre el tapete de la poesía, de la cultura y el folclore a un poeta de primer orden. La edición de la obra consta de un prólogo explicativo del sentido de la reedición, una brevísima biografía de Agustín Aguilar, de la que Carlos fue el único responsable, y la obra propiamente dicha.
Carlos Delgado Álvarez de Sotomayor
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Al cumplirse en 2019 el quinto aniversario del fallecimiento de Carlos, y habiendo constatado que no existe ni un solo estudio, ni una sola biografía de Aguilar y Tejera, he creído oportuno insertar en este blog las líneas introductorias a la obra y a la personalidad del hijo del insigne historiador y primer cronista oficial de la villa de Puente Genil Antonio Aguilar y Cano.
Me he permitido, sin embargo, al tratarse este de un blog vivo y en continuo crecimiento, insertar algunas notas, trabajos e informaciones que he ido publicando en la revista El Pontón. De esta forma, y tomando como base aquel primer trabajo, podemos visualizar de modo más claro y amplia la figura y la obra de Aguilar y Tejera.
Aparecido en el semanario "El Aviso" dirigido por D. Baldomero Giménez Luque
4 de enero 1912
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Antonio Aguilar y Cano |
Su
actividad literaria es sumamente precoz.
A los dieciséis años publica su primer libro de poemas, titulado Azahares (1906) -1- que
se edita en Estepa. Al año siguiente
verá la luz otro poemario, Crisantemos -2-, editado en
Sevilla. En 1908 Salterio -3-,
también en Sevilla. Comienza a enviar
poemas a la revista Azul. Revista Hispano - Americana, fundada por el gaditano
Eduardo de Ory. En esta época reside en
Zaragoza, ya que su padre era Registrador en esa ciudad. Sus primeros libros apuntan un estilo cercano
al Modernismo. Se instala en Sevilla en
1911 y entra en contacto con la corriente de jóvenes poetas y escritores que
colaboran en la revista Andalucía, adscrita
al movimiento modernista.
Ya instalado en la región andaluza definitivamente, publicará dos volúmenes en Puente Genil: Romancerillo del campo (1911) -4- y Romancerillo sentimental (1913) -5-, ambos editados por el recordado periodista local Baldomero Giménez Luque.
Se
casó en junio de 1911 en la capilla de la Virgen de los Desamparados de la
parroquia de San Sebastián, en Marchena, con Ana Mª Valero Valderas, siendo
testigo de la boda el maestro de las letras sevillanas don Luis Montoto Rautenstrauch,
a quien Aguilar y Tejera dedicó su Romancerillo
del campo. Tras la ceremonia, los asistentes fueron invitados
espléndidamente a la casa de los padres de la novia, donde se pronunciaron
varios brindis, destacando entre ellos los versos de don Luis Montoto dedicados
a los contrayentes y que reproducimos a continuación.
A Ana María Valero y Agustín Aguilar, en sus bodas
(BRINDIS)
¡Canta viejo trovador,
al son del ronco laúd,
en las bodas del Amor,
que es la eterna juventud!
--
La nieve mi frente cubre
y está mi cabello cano.
¡Ay, las nieblas de mi octubre
han sucedido al verano!
De mi olvidado laúd
no acierto a arrancar los sones.
Con mi alegre juventud
pasaron mis ilusiones.
Del caro sol de otros días
no queda ya ni el reflejo…
Hoy busco las alegrías
ajenas, cual todo viejo.
Algo de mi vida inquieta
sobre las aguas flotó…
El corazón del poeta
del naufragio se salvó.
Aún animoso respira,
aún habla a los corazones.
¡Mi corazón es mi lira
y el numen de mis canciones!
Corazón que aún en mi pecho
no cesas de palpitar,
hasta que mueras deshecho
no te canses de cantar.
¡Canta viejo trovador,
al son del bronco laúd,
en las bodas del Amor
que es la eterna juventud!
--
Por la esposa, flor galana
de la dulce Primavera
digna de ser sevillana
si no fuera marchenera.
Por el amador rendido,
por el apuesto doncel
a quien la fama ha ceñido
su corona de laurel.
Porque amándolo sin tasa
derrame Dios a raudales
sobre el templo de su casa
las venturas celestiales.
Porque, cual gracia preciosa,
haga el cielo, bondadoso,
viva el esposo en la esposa
y la esposa en el esposo.
Porque sus almas, que anhelan
subir unidas al cielo,
vuelen cual aves que vuelan
sin rozar el bajo suelo.
Porque, en Dios los ojos fijos
logren alcanzar la Gloria,
y en el amor de sus hijos
viva eterna su memoria.
Y brindo porque, algún día,
cuando mi vida se acabe,
cuando la noche sombría
haga enmudecer al ave,
en premio a mi pobre canto,
en mi tumba solitaria
rieguen con piadoso llanto
las flores de una plegaria
por el viejo trovador
que al son del ronco laúd
trovas cantaba al Amor
que es la eterna juventud.
A
comienzos del mes de marzo de 1912 se celebró en el Ateneo de Sevilla, lo que
se llamó la Fiesta del Soneto. Como ya hemos dicho, estaban entonces muy en
boga los Juegos Florales y abonada la tierra para que los jóvenes ateneítas
(al correr los años, casi todos famosos y destacados poetas) abordasen
esta Fiesta del Soneto, que venía precedida por las celebradas en el Ateneo de
Madrid en honor y gloria a la Copla y al Sainete. José Mª Izquierdo dijo de aquella
Fiesta del Soneto que “fue soñada como una fiesta del arte y la poesía”.
José Muñoz de San Román (llegaría a ostentar la presidencia de la Asociación de la Prensa de Sevilla) fue el organizador por antonomasia de aquel evento, quien presidía de facto organización, en la que también destacaron Miguel Romero Martínez y José Mª Izquierdo, secretario de la Fiesta.
La Fiesta del Soneto se
estructuró en dos bloques. Una primera parte consistió en la lectura de Estudio del soneto por parte de Miguel
Romero Martínez, quien disertó sobre la teoría y orígenes del soneto; y una segunda,
basada en la lectura de sonetos divididos en tres grupos. Miguel Romero
Martínez leyó versos de “los maestros del soneto en las literaturas extranjeras”
(Raimundo de Miraval, Petrarca, Miguel Ángel, Camoens, Ronsard, Musset,
Heredia, Shakespeare, Edmund Spenser, Goethe y otros); José Mª Izquierdo leyó
una “antología de sonetos castellanos” (Marqués de Santillana, Boscán,
Garcilaso de la Vega, Cervantes Herrera, Arguijo, los Argensolas, Quevedo,
Lista, Rubén Darío, Villaespesa y otros); terminando con un “florilegio de sonetos
sevillanos” entre quienes destacó Agustín Aguilar y Tejera, a quien la crónica publicada
en El Liberal el 3 de marzo de 1912 llamaba
“el poeta de los serenos idealismos, como
podría forjarlos o vivirlos un griego convertido al cristianismo”.
La fotografía que acompañamos está tomada de la revista Mundo Gráfico del 13 de marzo de 1912. Vemos en ella la composición de la mesa presidencial, reconociendo de izquierda a derecha al pontanés Agustín Aguilar y Tejera, Felipe Cortines y Murube, Miguel Romero Martínez, en el centro José Muñoz San Román (auténtico organizador y alma mater de la Fiesta del Soneto), Pedro Alonso-Morgado Tallafer, Alfredo Blanco y cerrando la mesa, José María Izquierdo Martínez.
Podemos
intuir la relación de Aguilar y Tejera, si no con todos, sí con muchos
de ellos y desde bien joven, pues hemos encontrado unos versos dedicados a
Alfredo Blanco, titulados Interrogación,
insertos en su segundo libro Crisantemos,
publicado en 1907. Esta dedicatoria y ese conocimiento con solo 17 años,
nos indica el compromiso absoluto, asumido desde la juventud más temprana, que
Aguilar asumió en relación a la poesía; su deseo de crecer en ella a través de
las lecturas y el conocimiento de otros poetas; seguramente el intercambio con
ellos de versos, consejos y epístolas. El hecho de que ese mismo libro esté
prologado en verso por el poeta Rafael Lasso de la Vega, otro de los vates
sevillanos de vanguardia, coetáneo de Aguilar, incide en lo antedicho.
En la revista El Aviso colabora durante esta etapa asiduamente. De hecho, los poemas que componen los dos libros se habían ido insertando en las páginas del semanario con anterioridad. La relación con Puente Genil es intensa. A sus poemas modernistas se irá añadiendo el gusto por lo folklórico. Comienza a estudiar aspectos de la cultura y costumbres andaluzas. Así, en 1914 gana los juegos florales organizados en Utrera con su Romance a
En el dieciséis publica el ensayo titulado La musa popular y
A
finales de la segunda década del siglo XX se traslada a Madrid. Aunque sigue componiendo poemas de estilo
modernista –con rasgos de poetas como Juan Ramón Jiménez, en cuanto a temas y
figuras literarias-, su actividad se encaminará también al campo del ensayo y la Filología. Escribe los poemarios Al pie de la reja (1917) -7-, Epigrammata (1919) -8- y Doloras.
Poemas y humoradas, y la antología Curiosidades literarias: las poesías más extravagantes de la lengua
castellana (1922). También realizó
una incursión en la narrativa con la obra Raíces
de sangre -9-, novela de
1925. Edita varios textos de autores
clásicos, como Verdades de paño y otros
escritos (de Pedro Antonio de Alarcón), Óptica
del cortejo y Los eruditos a la
violeta (de José Cadalso), etc.
También publica traducciones a los clásicos griegos, Los poetas griegos: antología -10- (1928).
En
1929 publica Saetas populares, el libro que nos ocupa, estudio incluido en
una colección de la Compañía Ibero-Americana
de Publicaciones, S.A., Curiosamente, el
director de la colección era otro pontano, Rodolfo Gil Fernández, que en
aquellos años ocupaba, además, el puesto de Director de la Escuela Central de Idiomas, en
Madrid. La idea de recoger todas las
saetas conocidas nació, como ya hemos indicado más arriba, de una primera obra
que catalogó las saetas de Marchena.
Durante su estancia en la citada localidad, cayó en sus manos un
manuscrito en muy mal estado que contenía estas saetas. Él amplió el repertorio y lo enriqueció con
el estudio histórico. Posteriormente, se
propuso la labor de ampliarlo aún más, englobando el total de las que se cantan
en España. El resultado fue un libro
compuesto por cuatro partes. La primera
es un prólogo en el que Aguilar y Tejera realiza un estudio bastante detallado
de los orígenes de la saeta, haciendo alusión a fuentes de información,
cancioneros populares, manuscritos antiguos, etc., de los que sacó las
conclusiones que refleja en sus páginas.
A continuación ofrece 950 letras de saetas, ordenadas cronológicamente,
es decir, por el momento de la
Pasión que recoge cada una.
Después, se inserta un apartado de notas en el que se estudian las
peculiaridades de cada una de las letras ofrecidas en el apartado anterior, de
forma que el lector puede encontrar las variantes locales, las fuentes o autor
(si es que lo tiene) de donde provienen, las tradiciones en las que están
basadas, etc. En la última parte se
transcriben las partituras de saetas de Sevilla, saetas de Marchena (de la Soledad , Quinta, Sexta y
de Jesús), Stábat Máter y Miserere de Marchena y, por último, las de las saetas
tradicionales de Cabra.
Para
llevar a cabo el trabajo recopilatorio contó con la colaboración de los
eruditos y cronistas de las distintas localidades. En Puente Genil fue Miguel Álvarez Aguilar
(su sobrino, hijo de su hermana Constanza), editor de La
Ilustración
Pontanense.
Posteriormente,
el rastro de Tejera se pierde. Hemos
encontrado algunas reseñas en periódicos de la época de la Segunda República. Su lectura nos da norte de sus ideales
monárquicos. Sabemos que residió en
Madrid y que siguió publicando, que tuvo, creemos, dos hijos…
Su aportación a Puente Genil fue generosa.
En 1930 donó la extensísima biblioteca de su padre al ayuntamiento de la
localidad. Con los miles de volúmenes que la componían se creó la
Biblioteca Aguilar
y Cano, que se ubicó en la antigua ermita de la
Caridad, frente al Ayuntamiento. Se trató ésta de una biblioteca que adquiriría
el carácter de biblioteca pública municipal, con una dotación de tres mil
volúmenes y constituyendo un modelo de referencia en aquellos tiempos.
Desgraciadamente la riada de 1948 y la
falta de interés por parte de los mandatarios locales, abocó a la Biblioteca
Aguilar y Cano a la desaparición. A este respecto, aconsejo leer el magnífico
trabajo de Luis Velasco Fernández Nieto, publicado en la revista local El
Pontón número 365, de septiembre 2019.
[1] Aguilar y Tejera, A. Azahares, Estepa (Sevilla), Imp. De Antonio
Hermoso. 1906.
[2] “ “ .
Crisantemos, Sevilla, Tip. de Francisco de P. Díaz, 1907.
[3] “ “ .
Salterio. Colección de versos
amatorios. Sevilla, Est. Tip. de Juan
Ramos, 1908.
[4] “ “ .
Romancerillo del campo, Puente Genil, Imp. de Baldomero Giménez, 1911.
[5] “ “ .
Romancerillo sentimental, Puente Genil, Imp. de Baldomero Giménez, 1913.
[6]
Aguilar y Tejera, A. A la Virgen de Consolación. Romance premiado en los Juegos Florales
celebrados en la ciudad de Utrera (folleto), Sevilla, Imp. de Joaquín López,
1914.
[7] De
ésta y otras obras, de las que no conocemos nada más que el año de publicación,
no se detallan los datos bibliográficos.
[8] Aguilar y Tejera, A.,
Epigrammata, Madrid, Tip. de Regino Velasco, 1919.
[9] “ “ ., Raíces de sangre, Madrid, Nuestra
Novela, 1925.
[10] “ “
., Los poetas griegos,
selección y traducción de, Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones,
s.f.
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