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lunes, 27 de agosto de 2018

Agustín Aguilar y Tejera, poeta



Agustín Aguilar y Tejera
Agustín Aguilar y Tejera
Foto restaurada por Santiago Bedmar

En el año 2010 la Corporación Los Mitigadores de Cristo - La Corona de Jesús celebraba los veinticinco años de su fundación. Para conmemorar tal efeméride, diseñamos una serie de actos en los que alternamos lo lúdico con lo cultural: restauración del lienzo de la Virgen de las Angustias de las ermita del Dulce Nombre, un encuentro entre todas las Cofradías y Hermandades del Viernes Santo noche, presentación de cartel conmemorativo, participación en el Día de las Corporaciones... y otros de carácter interno. 

Preparando aquel aniversario, pedí consejo a Carlos Delgado Álvarez de Sotomayor (1967-2014) para que lo cultural, lo patrimonial y costumbrista, despuntasen con mucho a lo largo de aquella celebración. Fruto de esas conversaciones fue la reedición en formato facsímil de la obra de Agustín Aguilar y Tejera "Saetas populares" (Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, Madrid, 1929), que volvería a poner sobre el tapete de la poesía, de la cultura y el folclore a un poeta de primer orden. La edición de la obra consta de un prólogo explicativo del sentido de la reedición, una brevísima biografía de Agustín Aguilar, de la que Carlos fue el único responsable, y la obra propiamente dicha.

Carlos Delgado Álvarez de Sotomayor

Al cumplirse en 2019 el quinto aniversario del fallecimiento de Carlos, y habiendo constatado que no existe ni un solo estudio, ni una sola biografía de Aguilar y Tejera, he creído oportuno insertar en este blog las líneas introductorias a la obra y a la personalidad del hijo del insigne historiador y primer cronista oficial de la villa de Puente Genil Antonio Aguilar y Cano. 

Me he permitido, sin embargo, al tratarse este de un blog vivo y en continuo crecimiento, insertar algunas notas, trabajos e informaciones que he ido publicando en la revista El Pontón. De esta forma, y tomando como base aquel primer trabajo, podemos visualizar de modo más claro y amplia la figura y la obra de Aguilar y Tejera.

Aparecido en el semanario "El Aviso" dirigido por D. Baldomero Giménez Luque
4 de enero 1912

Antonio Aguilar y Cano
D. Antonio Aguilar y Cano era hijo de Puente Genil.  En sus años de juventud había hecho sus pinitos como político en la Corte, mas su carácter apacible, sus firmes principios y su amor por la vida reposada le hicieron volver a su pueblo natal a preparar las oposiciones de Registrador de la Propiedad.  Mientras, tuvo tiempo de fundar, con algunos amigos con inquietudes culturales, una sociedad para el estudio de la historia local.  Con brillantez –el número uno- sacó la oposición.  Esta circunstancia lo apartó de su tierra, mas siempre soñó con la vuelta, de forma que sacrificó puestos de relevancia por su afán de estar cerca de Puente Genil.  Tras pasar por el Registro de Campillos, recaló en Estepa, pueblo en el que nació el 9 de marzo de 1890, su hijo Agustín.  El peregrinar posterior por Marchena, Zaragoza, Priego y, finalmente, Granada, marcaron la personalidad de este hijo que supo sacar partido del buen ejemplo de su padre.



Su actividad literaria es sumamente precoz.  A los dieciséis años publica su primer libro de poemas, titulado Azahares (1906) -1- que se edita en Estepa.  Al año siguiente verá la luz otro poemario, Crisantemos -2-, editado en Sevilla.  En 1908 Salterio -3-, también en Sevilla.  Comienza a enviar poemas a la revista Azul.  Revista Hispano -  Americana, fundada por el gaditano Eduardo de Ory.  En esta época reside en Zaragoza, ya que su padre era Registrador en esa ciudad.  Sus primeros libros apuntan un estilo cercano al Modernismo.  Se instala en Sevilla en 1911 y entra en contacto con la corriente de jóvenes poetas y escritores que colaboran en la revista Andalucía, adscrita al movimiento modernista.

Ya instalado en la región andaluza definitivamente, publicará dos volúmenes en Puente Genil: Romancerillo del campo (1911) -4- y Romancerillo sentimental (1913) -5-, ambos editados por el recordado periodista local Baldomero Giménez Luque.  

Se casó en junio de 1911 en la capilla de la Virgen de los Desamparados de la parroquia de San Sebastián, en Marchena, con Ana Mª Valero Valderas, siendo testigo de la boda el maestro de las letras sevillanas don Luis Montoto Rautenstrauch, a quien Aguilar y Tejera dedicó su Romancerillo del campo. Tras la ceremonia, los asistentes fueron invitados espléndidamente a la casa de los padres de la novia, donde se pronunciaron varios brindis, destacando entre ellos los versos de don Luis Montoto dedicados a los contrayentes y que reproducimos a continuación.

A Ana María Valero y Agustín Aguilar, en sus bodas

(BRINDIS)


¡Canta viejo trovador,

al son del ronco laúd,
en las bodas del Amor,
que es la eterna juventud!
--
La nieve mi frente cubre
y está mi cabello cano.
¡Ay, las nieblas de mi octubre
han sucedido al verano!

De mi olvidado laúd
no acierto a arrancar los sones.
Con mi alegre juventud
pasaron mis ilusiones.

Del caro sol de otros días
no queda ya ni el reflejo…
Hoy busco las alegrías
ajenas, cual todo viejo.

Algo de mi vida inquieta
sobre las aguas flotó…
El corazón del poeta
del naufragio se salvó.

Aún animoso respira,
aún habla a los corazones.
¡Mi corazón es mi lira
y el numen de mis canciones!

Corazón que aún en mi pecho
no cesas de palpitar,
hasta que mueras deshecho
no te canses de cantar.

¡Canta viejo trovador,
al son del bronco laúd,
en las bodas del Amor
que es la eterna juventud!
--
Por la esposa, flor galana
de la dulce Primavera
digna de ser sevillana
si no fuera marchenera.

Por el amador rendido,
por el apuesto doncel
a quien la fama ha ceñido
su corona de laurel.

Porque amándolo sin tasa
derrame Dios a raudales
sobre el templo de su casa
las venturas celestiales.

Porque, cual gracia preciosa,
haga el cielo, bondadoso,
viva el esposo en la esposa
y la esposa en el esposo.

Porque sus almas, que anhelan
subir unidas al cielo,
vuelen cual aves que vuelan
sin rozar el bajo suelo.

Porque, en Dios los ojos fijos
logren alcanzar la Gloria,
y en el amor de sus hijos
viva eterna su memoria.

Y brindo porque, algún día,
cuando mi vida se acabe,
cuando la noche sombría
haga enmudecer al ave,

en premio a mi pobre canto,
en mi tumba solitaria
rieguen con piadoso llanto
las flores de una plegaria

por el viejo trovador
que al son del ronco laúd
trovas cantaba al Amor

que es la eterna juventud.

A comienzos del mes de marzo de 1912 se celebró en el Ateneo de Sevilla, lo que se llamó la Fiesta del Soneto. Como ya hemos dicho, estaban entonces muy en boga los Juegos Florales y abonada la tierra para que los jóvenes ateneítas (al correr los años, casi todos famosos y destacados poetas) abordasen esta Fiesta del Soneto, que venía precedida por las celebradas en el Ateneo de Madrid en honor y gloria a la Copla y al Sainete. José Mª Izquierdo dijo de aquella Fiesta del Soneto que “fue soñada como una fiesta del arte y la poesía”.

José Muñoz de San Román (llegaría a ostentar la presidencia de la Asociación de la Prensa de Sevilla) fue el organizador por antonomasia de aquel evento, quien presidía de facto organización, en la que también destacaron Miguel Romero Martínez y José Mª Izquierdo, secretario de la Fiesta.


La Fiesta del Soneto se estructuró en dos bloques. Una primera parte consistió en la lectura de Estudio del soneto por parte de Miguel Romero Martínez, quien disertó sobre la teoría y orígenes del soneto; y una segunda, basada en la lectura de sonetos divididos en tres grupos. Miguel Romero Martínez leyó versos de “los maestros del soneto en las literaturas extranjeras” (Raimundo de Miraval, Petrarca, Miguel Ángel, Camoens, Ronsard, Musset, Heredia, Shakespeare, Edmund Spenser, Goethe y otros); José Mª Izquierdo leyó una “antología de sonetos castellanos” (Marqués de Santillana, Boscán, Garcilaso de la Vega, Cervantes Herrera, Arguijo, los Argensolas, Quevedo, Lista, Rubén Darío, Villaespesa y otros); terminando con un “florilegio de sonetos sevillanos” entre quienes destacó Agustín Aguilar y Tejera, a quien la crónica publicada en El Liberal el 3 de marzo de 1912 llamaba “el poeta de los serenos idealismos, como podría forjarlos o vivirlos un griego convertido al cristianismo”.

La fotografía que acompañamos está tomada de la revista Mundo Gráfico del 13 de marzo de 1912. Vemos en ella la composición de la mesa presidencial, reconociendo de izquierda a derecha al pontanés Agustín Aguilar y Tejera, Felipe Cortines y Murube, Miguel Romero Martínez, en el centro José Muñoz San Román (auténtico organizador y alma mater de la Fiesta del Soneto), Pedro Alonso-Morgado Tallafer, Alfredo Blanco y cerrando la mesa, José María Izquierdo Martínez. 

Podemos intuir la relación de Aguilar y Tejera, si no con todos, sí con muchos de ellos y desde bien joven, pues hemos encontrado unos versos dedicados a Alfredo Blanco, titulados Interrogación, insertos en su segundo libro Crisantemos, publicado en 1907. Esta dedicatoria y ese conocimiento con solo 17 años, nos indica el compromiso absoluto, asumido desde la juventud más temprana, que Aguilar asumió en relación a la poesía; su deseo de crecer en ella a través de las lecturas y el conocimiento de otros poetas; seguramente el intercambio con ellos de versos, consejos y epístolas. El hecho de que ese mismo libro esté prologado en verso por el poeta Rafael Lasso de la Vega, otro de los vates sevillanos de vanguardia, coetáneo de Aguilar, incide en lo antedicho.

En la revista El Aviso colabora durante esta etapa asiduamente.  De hecho, los poemas que componen los dos libros se habían ido insertando en las páginas del semanario con anterioridad.  La relación con Puente Genil es intensa.  A sus poemas modernistas se irá añadiendo el gusto por lo folklórico.  Comienza a estudiar aspectos de la cultura y costumbres andaluzas.  Así, en 1914 gana los juegos florales organizados en Utrera con su Romance a la Virgen de Consolación -6-.  






Su calidad como poeta y, sobre todo, su pasión por la poesía lo llevará a participar en 1914 en los Juegos Florales del Puerto de Santa María, alzándose con el Premio Extraordinario por delante de José María Pemán, a quien le fue entregado un accésit.

En el dieciséis publica el ensayo titulado La musa popular y la Virgen de Consolación y un estudio que será la semilla de la que nacerá la obra que sigue a esta reseña biográfica.  Se trata de Saetas recogidas de la tradición oral en Marchena.  En él Tejera recoge las letras de las saetas que se cantaban en esta localidad sevillana, en la que pasó algunos años de la infancia.  También en 1916 publica Cantos a María, colección de poemas a la Virgen.


A finales de la segunda década del siglo XX se traslada a Madrid.  Aunque sigue componiendo poemas de estilo modernista –con rasgos de poetas como Juan Ramón Jiménez, en cuanto a temas y figuras literarias-, su actividad se encaminará también al campo del ensayo y la Filología.  Escribe los poemarios Al pie de la reja (1917) -7-, Epigrammata (1919) -8- y Doloras.  Poemas y humoradas, y la antología Curiosidades literarias: las poesías más extravagantes de la lengua castellana (1922).  También realizó una incursión en la narrativa con la obra Raíces de sangre -9-, novela de 1925.  Edita varios textos de autores clásicos, como Verdades de paño y otros escritos (de Pedro Antonio de Alarcón), Óptica del cortejo y Los eruditos a la violeta (de José Cadalso), etc.  También publica traducciones a los clásicos griegos, Los poetas griegos: antología -10- (1928).

En 1929 publica Saetas populares, el libro que nos ocupa, estudio incluido en una colección de la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones, S.A.,  Curiosamente, el director de la colección era otro pontano, Rodolfo Gil Fernández, que en aquellos años ocupaba, además, el puesto de Director de la Escuela Central de Idiomas, en Madrid.  La idea de recoger todas las saetas conocidas nació, como ya hemos indicado más arriba, de una primera obra que catalogó las saetas de Marchena.  Durante su estancia en la citada localidad, cayó en sus manos un manuscrito en muy mal estado que contenía estas saetas.  Él amplió el repertorio y lo enriqueció con el estudio histórico.  Posteriormente, se propuso la labor de ampliarlo aún más, englobando el total de las que se cantan en España.  El resultado fue un libro compuesto por cuatro partes.  La primera es un prólogo en el que Aguilar y Tejera realiza un estudio bastante detallado de los orígenes de la saeta, haciendo alusión a fuentes de información, cancioneros populares, manuscritos antiguos, etc., de los que sacó las conclusiones que refleja en sus páginas.  A continuación ofrece 950 letras de saetas, ordenadas cronológicamente, es decir, por el momento de la Pasión que recoge cada una.  Después, se inserta un apartado de notas en el que se estudian las peculiaridades de cada una de las letras ofrecidas en el apartado anterior, de forma que el lector puede encontrar las variantes locales, las fuentes o autor (si es que lo tiene) de donde provienen, las tradiciones en las que están basadas, etc.  En la última parte se transcriben las partituras de saetas de Sevilla, saetas de Marchena (de la Soledad, Quinta, Sexta y de Jesús), Stábat Máter y Miserere de Marchena y, por último, las de las saetas tradicionales de Cabra.  

Para llevar a cabo el trabajo recopilatorio contó con la colaboración de los eruditos y cronistas de las distintas localidades.  En Puente Genil fue Miguel Álvarez Aguilar (su sobrino, hijo de su hermana Constanza), editor de  La Ilustración Pontanense.

Posteriormente, el rastro de Tejera se pierde. Hemos encontrado algunas reseñas en periódicos de la época de la Segunda República.  Su lectura nos da norte de sus ideales monárquicos.  Sabemos que residió en Madrid y que siguió publicando, que tuvo, creemos, dos hijos…

Su aportación a Puente Genil fue generosa. En 1930 donó la extensísima biblioteca de su padre al ayuntamiento de la localidad. Con los miles de volúmenes que la componían se creó la Biblioteca Aguilar y Cano, que se ubicó en la antigua ermita de la Caridad, frente al Ayuntamiento. Se trató ésta de una biblioteca que adquiriría el carácter de biblioteca pública municipal, con una dotación de tres mil volúmenes y constituyendo un modelo de referencia en aquellos tiempos. Desgraciadamente la riada de 1948 y la falta de interés por parte de los mandatarios locales, abocó a la Biblioteca Aguilar y Cano a la desaparición. A este respecto, aconsejo leer el magnífico trabajo de Luis Velasco Fernández Nieto, publicado en la revista local El Pontón número 365, de septiembre 2019.









[1] Aguilar y Tejera, A.  Azahares, Estepa (Sevilla), Imp. De Antonio Hermoso.  1906.
[2]                             .  Crisantemos, Sevilla, Tip. de Francisco de P. Díaz, 1907.
[3]                             .  Salterio.  Colección de versos amatorios.  Sevilla, Est. Tip. de Juan Ramos, 1908.
[4]                             .  Romancerillo del campo, Puente Genil, Imp. de Baldomero Giménez, 1911.
[5]                             .  Romancerillo sentimental, Puente Genil, Imp. de Baldomero Giménez, 1913.
[6] Aguilar y Tejera, A.  A la Virgen de Consolación.  Romance premiado en los Juegos Florales celebrados en la ciudad de Utrera (folleto), Sevilla, Imp. de Joaquín López, 1914.
[7] De ésta y otras obras, de las que no conocemos nada más que el año de publicación, no se detallan los datos bibliográficos.
[8] Aguilar y Tejera, A., Epigrammata, Madrid, Tip. de Regino Velasco, 1919.
[9]                            ., Raíces de sangre, Madrid, Nuestra Novela, 1925.
[10]                           ., Los poetas griegos, selección y traducción de, Madrid, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, s.f.

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