La revista EL PONTÓN se constituye en el órgano de difusión de la asociación cultural AMIGOS DE PUENTE GENIL. Una publicación local de índole costumbrista, cultural y literaria; la más longeva de cuantas existen y han existido en Puente Genil a lo largo de su historia. Desde 1986, y manteniéndose exclusivamente gracias a las aportaciones de sus socios y a la colaboración de algunas empresas de la localidad -lo cual supone un acto de auténtico heroísmo-, la revista viene rescatando desde hace treinta y cinco años fotografías perdidas, tradiciones olvidadas, textos y publicaciones desconocidas, y biografías y reseñas de pontanenses de otro tiempo o de quienes, sin serlo, han dejado en Puente Genil la huella de toda una vida.
Este es el caso de las líneas siguientes. En la edición número 383 de EL PONTÓN (publicada en abril de 2021) el investigador Luis Velasco Fernández-Nieto daba a conocer el que quizás sea el trabajo más completo y riguroso de cuantos sobre el fotógrafo ANTONIO LINARES ARCOS se han publicado.
Recientemente se ha despertado en redes sociales, un
gran interés por nuestro protagonista, cosa harto deseable -sin duda- para el conocimiento de la historia de nuestro pueblo. Sin embargo, quisiera proponer al lector el empleo de un instrumento que, por desgracia, está en desuso: el libro. Y ello, sinceramente, es algo comprensible, pues estamos acostumbrados a teclear en Google el objeto de nuestra búsqueda y encontrarlo rápidamente. Y si no lo logramos, como en este caso, siempre
podemos preguntar en Facebook y que nos lo cuenten. Pero en este caso, las respuestas responden a criterios personales, a veces no de manera acertada, imaginando
o simplemente dando por hecho que, ante la ausencia de datos, lo supuesto es lo
real. Por ello, a veces hace falta recurrir a los maravillosos libros que,
sobre la historia de Puente-Genil, escribieron muchos de los pontanenses
versados. En el caso que nos ocupa, bastaría con haber abierto la sección de
fotografía del libro realizado por Antonio Aguilar y Cano en 1894[1] (del que
hay muchos ejemplares reimpresos cien años después) para tropezarnos con su
nombre, o aventurarnos a bibliotecas y archivos digitales, de forma que hubiéramos
podido rellenar esos huecos informativos. Y es lo que hoy haremos: descubrir la
curiosa historia de un hombre que dejó huella en el Puente-Genil de principios
del siglo XX, y lo sigue haciendo a día de hoy.
Los orígenes
Antonio Linares Arcos (bautizado como Antonio Pedro
Cecilio de la Santísima Trinidad) viene al mundo un 29 de marzo de 1867 en la plaza
de San Cecilio de Granada[2], en las
faldas de la Alhambra. Su padre, José Linares Pérez, carpintero de profesión, había
nacido y crecido en el mismo barrio, y no llegaba al año de su matrimonio con
Mª Gracia Arcos Martín[3], siendo
pues, Antonio, el primogénito. Allí pasa su primera infancia, ampliándose la
familia con otro varón y una niña. Sin embargo, contaría con unos 12 años cuando
su padre decide vender su casa e irse a Málaga[4], ciudad en
plena ebullición industrial, donde monta un negocio, utilizando asnos para transportar
las piedras necesarias para la construcción del nuevo puerto malagueño, y
durante algunos años prospera, trayendo al mundo otras tres hijas más. Pero no
duraría mucho la fortuna familiar, debido a la peste equina, que les hace tener
que replantearse el futuro. De estos momentos de la infancia, nuestro
protagonista recordará a lo largo de su vida, el día en que, jugando, se diera
un golpe en el pecho contra el agua, saltando desde una garrocha, lo que le
producirá una pequeña lesión que padecería siempre.[5]
En Puente-Genil
En aquellos años, nuestra villa despertaba del lento pasar de los tiempos, y surgía en ella una incipiente industria y actividad comercial, propiciada en buena parte por la estación de ferrocarril, que facilitaba el rápido transporte de mercancías y viajeros entre Córdoba y Málaga. Posiblemente por ello, la familia Linares se traslada aquí, estableciendo en el barrio bajo un taller de ebanistería. Esto ocurría alrededor de 1888[6], ya que al año siguiente encontramos a Antonio como uno de los 12 fundadores de la logia masónica «Antorcha pontana», dependiente de la de Málaga[7]. Sin embargo, la existencia de esta sociedad fue fugaz.
Dado el ponto éxito como fabricantes de muebles, el futuro esperado para nuestro protagonista bien hubiera sido rel de continuar con el negocio familiar, cuya destreza era ya sobradamente conocida (de hecho, en 1894, realizará por encargo la urna que desde el año siguiente y hasta la actualidad, procesiona la Cofradía del Santo Sepulcro[8]), y quizás, hasta ese momento ni siquiera se había acercado a una cámara de fotos. Sin embargo, a finales de la década de 1880 ocurrió un hecho tan fortuito que, tal y como sucede en estos tiempos, puede cambiar el destino de un hombre. Y vaya si lo cambió. Y es que un día de tantos, estando trabajando en el taller de ebanistería de su padre, entró un señor que dijo ser fotógrafo, recién llegado a la población (quizás se tratara de Eduardo Cejas[9]), y le preguntó a los expertos fabricantes de muebles si le podían construir un chasis (parte de la cámara que contenía la placa de cristal). A lo cual, su hijo Antonio, que ya pasaba los 20 años y era muy habilidoso para los mecanismos, se atrevió con ello. La impresión causada por el artilugio construido y su aplicación, hizo que se quedara maravillado, y es en ese momento cuando comienza a aprender y a interesarse por la fotografía[10]. A los pocos años poseía ya un pequeño estudio fotográfico en la ebanistería, compaginando ambos trabajos, y realizando multitud de retratos de pontanenses. En la parte posterior de uno de ellos, datado en 1892, he podido descubrir el artesanal grabado que podemos observar.
Entre Linares y Puente-Genil
Pero el destino le reservaba otra mala
jugada a la familia. En febrero de 1895 ocurría la peor riada conocida
hasta entonces. Nos cuentan los periódicos de la época que «la casa que ocupaba el ebanista don Antonio
Linares y el fotógrafo don Antonio del mismo apellido (es de suponer que el
periodista querría decir José, o que se refería a la misma persona), se desplomó, siendo arrollados los muebles
y cuantos útiles contenía, por la corriente de las aguas»[11].
Es por ello que los padres de Antonio, junto con sus cuatro
hermanas, se marchan a Linares[12]. Quizás
otra vez el ferrocarril actuara de puente, ya que el llamado «Tren del Aceite»
que la comunicaba con Puente-Genil, había sido inaugurado dos años atrás, y
Linares se estaba convirtiendo en un gran complejo minero-industrial, con una
población tres veces superior a la de nuestra villa. Antonio quedará aquí
durante más de dos décadas (hay quien afirma que se traslada también a Linares
en 1887[13], pero
hemos comprobado que es erróneo). Junto a él, su hermano Francisco quedará
trabajando con Antonio en la ebanistería-taller de fotografía, que la trasladan
al nº 17 de la cuesta Romero, y medio año después de la tragedia, contrae
matrimonio con la pontanesa Josefa García Gallardo[14]. Antonio
tardará aún tres años más en desposarse con la sevillana Dolores Reina
Castillo, con la se establecerá en la calle Madre de Dios nº 11, siendo padres
de cuatro hijas y tres niños[15], todos
nacidos en Puente-Genil.
Anuncio de 1899[16]
La economía de sus padres en Linares no debía ir muy bien, pues en 1907 se ven obligados a montar una casa de huéspedes en su domicilio, en el número 6 de la calle Cánovas del Castillo[17] (posteriormente calle Pontón). Posiblemente debido a esto, su hijo Antonio, que empezaba a ser un conocido fotógrafo, no dudará en establecer en dicho año un segundo estudio en la casa de sus padres[18], aunque seguirá residiendo en Puente-Genil, donde continuará con su estudio fotográfico hasta principios de 1917, cuando se traslada definitivamente a Linares[19], a la casa de sus padres[20] (los cuales se mudan al nº 6 de la plaza de Ramón y Cajal del Bermejal[21]). Allí continuará hasta 1926, cuando se traslada al número 15 de la calle de los Castillos (posteriormente Antonio Rafael Abellán), cuyos planos de construcción y obra de carpintería efectuó el mismo. Para entonces eran sus hijos quienes realizaban la mayor parte de los trabajos de estudio[22], de los que, al menos cuatro, se dedicarían a la fotografía, junto con varios nietos, con otro hijo y nietos de su hermano Francisco (apellidados ambos Linares García, establecidos en Córdoba). Aprovecho para agradecer la información, la amabilidad y el cariño desinteresado, con el que el nieto de nuestro protagonista, Rufino Linares Gálvez, también fotógrafo, me sigue obsequiando desde hace años, sin el cual este artículo no hubiera sido posible. Antonio Linares Arcos continuó realizando fotografías hasta casi sus últimos días, falleciendo en su casa el 8 de mayo de 1938.
Esquela cedida por Rufino Linares Gálvez
El legado fotográfico
Ya hemos visto que Antonio Linares comenzó
realizando retratos de estudio, muchos de los que hoy se guardan en tantos cajones
y latas de carne de membrillo de pontanenses. Su habilidad con la maquinaria y
capacidad inventiva no tenían límites, fabricando él mismo a lo largo de su
vida cámaras y otros artilugios. Sin embargo, su gran afición fue la
estereoscopía, técnica fotográfica que consistía en capturar una escena con un
verascopio (cámara con dos objetivos, situados a unos 10 cm. aproximadamente),
de manera que se obtenía un cristal (similar a los portaobjetos para
microscopio) con dos negativos a cada lado, casi similares y de la misma escena.
Éstos, tras pasarlos a positivo (ya sea en otro cristal o en cartón), servían
para observar, con un estereoscopio, una imagen tridimensional, ya que el
efecto de perspectiva producía una clara sensación de profundidad (es el
proceso básico en el que se apoya el actual cine en 3D, aunque con una técnica
mucho más sofisticada, y aplicando el uso de la luz y los colores). De hecho,
fue un acérrimo impulsor de su uso, como queda constancia en la respuesta
negativa que le remite en 1923 el director de Kodak en Francia (ya que la marca
prefería crear modelos de manejo cada vez más sencillos)[23].
Antonio realizó múltiples colecciones de eventos populares de la época, ya fueran por encargo o por sí mismo, que después eran vendidas al público interesado. Lo extraordinario es que la calidad de sus cristales se mantiene intacta a través de los tiempos, permitiendo obtener copias digitales o físicas de gran calidad. De ellos, se han conservado cerca de 1600, que se hallan en el Instituto de Estudios Jienenses, y otros 300 en el Ayuntamiento de Úbeda, donados por sus descendientes, y que se corresponden a ciudades tan lejanas en aquellos años como Granada, Córdoba, Málaga, Cádiz, la bahía de Algeciras, las exposiciones de 1929 de Sevilla y Barcelona, Linares, Madrid, Bayona, San Sebastián, las visitas de Alfonso XIII al que siguió en la feria de Sevilla, Córdoba, Úbeda o Linares. Y, en la parte que más nos ocupa, del Puente-Genil de los años 1910-1915, donde tomó sus primeros trabajos de este tipo, dejando constancia de escenas, paisajes, calles y habitantes de la población, monumentos, ferias, inauguraciones, reuniones de amigos, fábricas… Pero lo que más destaca es nuestra Semana Santa. Así, imágenes, pasos, figuras y desfiles procesionales quedaron recogidos para la historia a través de su objetivo. Hay que destacarlas enormes ampliaciones que con excelente maestría elaboró y donó para la realización del futuro hospital, como varias fotografías de Jesús Nazareno[24] (una de ellas se encuentra en el salón de las Cien Luces), o la obra que mereció el elogio popular por su elevado tamaño (ya que medía unos 240 x 135 cms.) y por estar confeccionada en una sola hoja[25], de una vista general de Puente-Genil tomada a finales de 1916 desde los Tajos de Pinito, y donada con motivo de su traslado a Linares. Pero dado que dicho hospital jamás llegó a construirse, la misma quedó en el ayuntamiento al menos hasta los años 80, y actualmente se halla en el cuartel de los Testigos Falsos.
Logotipo que solía adornar el pie de foto
Puente-Genil ha tenido la suerte de contar entre sus habitantes con este excelente fotógrafo que nos regaló el tesoro de la visualización de lo escrito por tantos historiadores y literatos pontanenses (como Aguilar y Cano, Miguel Romero y otros muchos), ya que como dicen, una imagen vale más que mil palabras, y él lo hizo posible.
[1]
Aguilar y Cano, A., El Libro de Puente
Jenil, p. 370. Puente-Genil, 1894.
[2]
Libro de nacimientos de 1867, p. 122vta.
Archivo municipal de Granada.
[3]
28 de junio de 1866. Libro de matrimonios
de 1866, p. 63vta. Archivo municipal de Granada.
[4]
Su hermana Carmen nació en Granada en 1871, y su hermana Ana en Málaga en 1880.
[5]
Testimonio de su nieto Rufino Linares Arcos.
[6]
Su hermana Eulalia nacía en Málaga en 1887.
[7]
Moreno Gómez, F. y Ortiz Villalba, J., La
Masonería en Córdoba, p. 116. Córdoba, 1985.
[8]
Aires Rey, J. L., Puente Genil nazareno, p.
335. Córdoba, 1990.
[9]
Bailly-Bailliére, C., Anuario-Almanaque
del Comercio…, p. 1297. Madrid, 1894.
[10]
Testimonio de su nieto Rufino Linares Gálvez.
[11]
Diario de Córdoba de Comercio nº12973,
p. 3. Córdoba, 16 de febrero de 1895.
[12]
Padrón vecinal de 1897. Leg. 593-1,
p. 232. Archivo Municipal de Linares.
[13]
Lara López, E., La familia Linares: una
saga de fotógrafos de la provincia de Jaén, en Linares, tres generaciones de fotógrafos, p. 26. Diputación
Provincial de Jaén, 2015.
[14]
14 de agosto de 1895. Inscripciones
matrimoniales, tomo 10, p. 131. Registro Civil de Puente-Genil.
[15]
Padrón parroquial, p. 32vta.
Puente-Genil, enero de 1915.
[16]
Gálvez Muñoz, M., Semana Santa en
Puente-Jenil, p. 32. 1899.
[17]
Riera Solanich, E., Anuario Riera, p.
2113. Barcelona, 1908.
[18]
Bailly-Bailliére, C., Anuario-Almanaque
del Comercio…, p. 2617. Madrid, 1908.
[19]
El Aviso nº 297, p. 7. Puente-Genil,
20 de enero de 1917.
[20]
Padrón vecinal de 1917. L. 1470, p. 32.
Archivo Municipal de Linares.
[21]
Padrón vecinal de 1917. L. 1471, p.
25vta. Archivo Municipal de Linares.
[22]
Testimonio de su nieto Rufino Linares Gálvez.
[23]
Lara López, E., óp. cit., p. 27.
[24]
El Defensor de Córdoba nº4551, p.2; y nº4889,
p.1; ambos del 16 de agosto de 1914 y 1915 respectivamente.
[25]
El Aviso nº 297, p. 7. Puente-Genil,
20 de enero de 1917.
Buenas tardes, pontanos ilustres
ResponderEliminarEn primer lugar quiero agradecer vuestros elogios hacia ese fotógrafo adelantado a su tiempo, Antonio Linares Arcos´
Lo agradezco enormemente, porque se trata de mi abuelo.
Sin embargo, en ese importante legado que él dejó, me gustaría que se recordara la figura de uno de sus hijos, el más pequeño y padre de una servidora. Se trata de Rufino Linares Reina
Si para vosotros, Antonio fue un "hijo adoptivo", Rufino, se sentía orgulloso de tener como cuna Puente Genil.
Sin ser pasión de hija, creo que supo hacer de la fotografía un arte.
Con fotografías hechas a su primer hijo -el mayor de los hermanos- ganó el Primer Premio Nacional de Fotografía
Franco se lo entregó en mano, y refiriéndose al niño retratado, le dijo: "6 como estos".
A pesar de los difíciles tiempos que corrían... se cumplió el mandato
Nunca pude olvidar una simpática anécdota de mi niñez:
En verano, las plazas de toros se aprovechaban para proyectar películas.
Siempre iban precedidas del NODO (el telediario de nuestros tiempos)
Pues bien, cómo si nos hubiesen puesto de acuerdo, en el silencio del cine gritamos al igual que en Fuenteovejuna: ¡Tata, Julio Antonio!
En la pantalla aparecía Franco inaugurando una maternidad de Madrid; colgadas en las paredes de dicho hospital, estaban las fotografías con las que mi padre fue galardonado
Sentí mucha pena, que en el homenaje propiciado por la Diputación de Jaén ("una saga de fotógrafos, tres generaciones"), no se mencionara ningún mérito de mi querido padre, llegando a pensar que en este devenir tan sesgado de nuestra historia, en esta memoria histórica -tan unilateral- todo lo que pudiese tener relación con un dictador... había que dejarlo a un lado.
Tampoco sé si sabréis, y como cordobeses tal vez os guste enteraros, que a la muerte de Manolete, en el hospital de los Marqueses de Linares, seguramente por requerimiento familiar, llamaron a mi padre para que retratase al torero en su lecho de muerte
No sé si el mérito sería del fotógrafo, pero era la imagen de quien duerme plácidamente
Bueno, espero no haberos cansado con mi aportación
Por cierto, nací en la misma casa donde falleció Antonio Linares Arcos
Un abrazo
Muchísimas gracias por su aportación.
EliminarLleva usted razón en que hay personajes de una talla inmensa que, por mil motivos, quedan ocultos y sin el reconocimiento que merecen. Por eso es necesario reivindicarlos siempre y dar a conocer su legado, exactamente como usted hace.
Gracias por ello y enhorabuena por el sostenimiento de la memoria familiar. De eso se trata.
Un abrazo
Buenas tardes, ¿sabe si se conservan negativos, o clichés o cristales de este fotógrafo cuando estuvo en Linares? Tuvo un estudio en la calle Pontón, número 6.
ResponderEliminarBuenas noches, ¿están catalogados los negativos, clichés o cristales de este fantástico fotógrafo? Si es así, ¿dónde podría conseguir información? Muchas gracias por acercarnos a este personaje. Me encuentro haciendo una investigación sobre Linares y varias fotografías consultadas llevan la firma de él.
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