Es conocida la adscripción, el gusto y la afición de Puente Genil y alrededores por el buen vino, especialmente por los finos, olorosos y amontillados.
Vinculada a esa ancestral tradición bodeguera, han sido muchas las industrias relacionadas con ese mundo -hermoso y evocador- del vino, del aguardiente y el vinagre, las que a lo largo del tiempo han florecido en nuestra villa.
Una
de las más longevas, cuyo recuerdo permanece en la memoria y en el gusto de
quienes degustaron sus ricos vinos, es la conocida –y reconocida– bodega Hijos
de Enrique Reina.
Podemos establecer su fundación a finales del siglo XVIII, estando
documentadas sus soleras ya en 1796.
En pleno siglo XX, doscientos años después de su establecimiento, sus más conocidas marcas comerciales fueron el Moriles fino “Las 43”, el amontillado fino “Tío Paco”, “Los Dones”… y otras a las que nos referiremos más adelante.
En pleno siglo XX, doscientos años después de su establecimiento, sus más conocidas marcas comerciales fueron el Moriles fino “Las 43”, el amontillado fino “Tío Paco”, “Los Dones”… y otras a las que nos referiremos más adelante.
Ubicada
en la parte baja de la Calzada, en el año 1933 (en los tiempos de máximo esplendor y
proliferación de las bodegas) se alzó con la Medalla de Oro de la Feria de
Productos Industriales de la Provincia, lo que nos da una muestra de la excelente
calidad de su producto.
Antes, sin embargo, de seguir navegando por el siglo XX, volvamos la vista hacia atrás en el
tiempo:
- Fue fundada por Dionisio Rústico Reina Trexo y Cañete (1769-1848), que la estableció inicialmente en la cuesta Romero. Su padre había llegado a Puente Genil procedente de Montilla, y tuvo dos hijos con la pontanesa Catalina Juana Ruperta de Nebrija y Trexo: el menor era Dionisio (fundador de la bodega) y el mayor Cristóbal, cura beneficiario del pueblo en 1776 y párroco de la Purificación en 1779 hasta su fallecimiento el 15 de julio de 1802. Este Cristóbal (protector de fray Juan Clavellina) fue quien en una de sus cartas dirigida a duque de Medinaceli, le espetó aquello de “tiene su Excelencia en este pueblo una iglesia como un molino y un molino como una iglesia”, haciendo alusión al mal estado en el que se encontraba la Parroquia, en contraposición a la grandeza de lo que hoy conocemos como el Molino del Marqués. Dionisio (fundador de la bodega) y su esposa Juana María Morales Morales tuvieron varios hijos, Carmen (1799-1868), Francisco de Paula (1800-1867), Cristóbal (1802-1867), José María (1804-1867), Javiera, Pascuala y Manuel (el padre del insigne poeta, gloria de las letras españolas, Manuel Reina Montilla).
- Al pasar a manos de su hijo Cristóbal Reina Morales, este trasladó las instalaciones a la calle Aguilar.
- A su muerte, su
sucesor Cristóbal Reina López, quiso darle un impulso definitivo a la bodega, levantando
unas naves en la calle Elcano, actual calle Angelita Martín Flores, a donde
mudó su industria. Este hito le permitió criar en más escalas los vinos de sus
acreditadas viñas. Cristóbal se había casado con Emilia Morales Reina, fruto de
lo cual fue una familia de cinco hijos: Antonio (1870-1911), Miguel (1875-¿?),
Enrique, Ana y Pastora.
- Alrededor de 1897 su
hijo Enrique Reina Morales (casado con Amparo Salas Reina, fallecida en 1926), asumió
la responsabilidad de la bodega. Tuvo también la fortuna de heredar de su
suegro Francisco Solano Salas una gran cantidad de excelentes vinos viejos de
Montilla, para cuya crianza levantó las conocidas bodegas en la calle Calzada
nº 2 y Contralmirante Delgado Parejo nº 12 (la numeración corresponde a su
época). Con las iniciales de su padre político, Francisco Solano, nominó una de
sus marcas de vinos “FS”.
Con
un capital social de novecientas cincuenta mil pesetas de 1940 centró su
actividad en la compra-venta, fabricación, preparación y crianza de vinos y
vinagres, cerrando así el círculo productivo y abarcando cualquier actividad
relacionada con su sector.
Gracias
a la intermediación de uno de sus representantes comerciales en Córdoba,
Francisco González Madrid, se logró la autorización por parte de uno de los más
grandes matadores de todos los tiempos, Califa del Toreo, Manolete, máxima figura de la época, para bautizar con su nombre
uno de los excelentes vinos de la bodega. La carta que el legendario Manuel
Rodríguez remite a la bodega firmada de su puño y letra, dice lo siguiente:
“Muy Sres. míos:Tengo el gusto de participarles que accediendo a los deseos de mi estimado amigo y paisano D. Francisco González Madrid, representante de ésa Casa en esta plaza, he decidido autorizar a Udes. por la presente para la creación de una marca de vino embotellado con mi modesto nombre; deseando, que al ser posible, y esto por satisfacer los deseos de un grupo de amigos, que la marca se titule “Solera fina MANOLETE”. Desde luego, confío en la promesa que me ha sido hecha por el citado Sr. González, de que el tipo de vino a emplear será siempre el mismo y de excelente calidad.Celebraría mucho que con esta nueva marca obtuviesen un gran éxito, y con esta ocasión me agrada ofrecerme a su disposición saludándoles atentamente, Manuel Rodríguez, Manolete”
Llama
la atención la generosidad de un tiempo y de unos hombres que, sin más
pretensión que la de echar una mano al prójimo en unos tiempos difíciles y
complicados, eran capaces de ceder su propio nombre (prestigiosísimo nombre) en
beneficio de otros, sin más recompensa que la de hacer las cosas bien. Se
llamaba bonhomía.
Además
de las reflejadas más arriba, otros vinos embotellados por esta bodega eran las
marcas “Natillas”, “Moriles Reina”, “Moriles Bienvenida”, un vino viejo oloroso
llamado “C.R.” (Cristóbal Reina) y, por supuesto, el Solera Fina “Manolete”.
Ya
en 1891 Agustín Aguilar escribía en La
España Vinícola:
“en cambio de la poca importancia de nuestras viñas y para compensación, tiene aquí –Puente Jenil– gran importancia la recría y mejora de los vinos. Debido a diferentes causas, entre las que es de suponer importante las condiciones especiales de la localidad, se mejoran los vinos mucho más que en los limítrofes: esto ha hecho que se establezcan grandes bodegas o almacenes en que se encuentra la mayor parte de las cosechas que produce el extenso partido de viñas de Zapateros (se refiere a Moriles), aldea de Aguilar, cuyos productos acertadísimos se exportan luego en grandes y pequeñas remesas para Jerez, Cádiz, Sevilla y mil otros puntos; distinguiéndose de entre dichas bodegas por su importancia la de los Sres. Reina, Campos, Morales, Contreras, Crespo, Chacón y Delgado”.
José María Reina Salas |
Rosario Reina Moreno |
Finalizaremos
estas líneas con un recuerdo a José María Reina Salas, acreditadísimo
propietario, quien con su esposa Rosario Reina Moreno y numerosa descendencia
vivieron en la conocida casa de Los Cristalitos en la calle Don Gonzalo, en una
parte de la gran casa (hoy desaparecida) en la que se levantó un edificio de
viviendas plurifamiliares. Por supuesto, también a uno de sus hijos, Fernando
Reina Reina, último gerente y representante de una estirpe de bodegueros, que
tuvo que hacer frente a un nuevo modelo de sociedad, de hábitos de consumo, a la
entrada en el mercado de nuevos productos… factores todos ellos que abocaron en 1982 al
cierre de la emblemática bodega.
Se
da la curiosa circunstancia de que su sobrino, Javier Álvarez de Sotomayor
Reina (nieto de José María Reina Salas), asume hoy la responsabilidad de la
gerencia de la última de las grandes bodegas de Puente Genil, orgullo de la
villa, Bodegas Delgado.
Sean
estas líneas, además de un brevísimo apunte histórico de las centenarias
bodegas Hijos de Enrique Reina, un
homenaje cariñoso a sincero a todos quienes con su esfuerzo y generosidad
hicieron de Puente Genil, tierra de excelentes vinos y mejores bebedores.
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