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sábado, 1 de junio de 2019

El picador pontanés Manuel García

Con frecuencia las páginas de los libros de historia cantan y cuentan las vidas y hazañas de los grandes hombres, entendiendo por tales aquellos que alcanzaron la cima de la fama, de la gloria o la excelencia. 


Existen, sin embargo, un puñado (un inmenso y mayoritario puñado) de hombres y mujeres que participaron de distintas actividades sin alcanzar esa efímera –o eterna– gloria en el desempeño de su labor.  A pesar de ello, a pesar de haber pasado desapercibidos en los libros destinados a las vidas de los héroes, forman parte de nuestro pasado y, por lo tanto, de nuestra propia historia.

Hace unos meses mi amigo Miguel Ángel Jiménez Valverde, autor de Aproximación biográfica de El Niño del Genil. Pequeña historia de una troupe familiar de artistas (octubre 2016), extraordinario aficionado al Flamenco e investigador de cuanto pueda rozar a ese arte siquiera tangencialmente, me puso sobre la pista de la vida de un picador de toros de Puente Genil llamado Manuel García García.  Posiblemente el primer profesional del toreo pontanés (ver "Cien años de la Plaza de Toros de Puente Genil") que hayamos conocido

Resultó este hombre haber nacido en la Puente de Don Gonzalo el 23 de marzo de 1832, antes de la unión con Miragenil, en el seno de una familia muy humilde. Desde pequeño se dedicó a las labores propias del campo, actividad esta que fue alternando con la compraventa de ganado.  Todo ello imbuido de una afición enorme al mundo de los toros, que –unido posiblemente a la necesidad de ganar un dinero extra– le llevó a participar en corridas formando parte del tercio de varas.  Se avecindó en Alcalá de Guadaira, en Sevilla, donde su gusto y pasión por los toros emergió definitivamente.

Con poco más de veinte años lo descubrimos participando en eventos taurinos en Jerez, Cádiz y Marchena.  No era un picador de escuela, posiblemente fuera bastante tosco y carente de técnica alguna, pues no tuvo más maestro que la experiencia y su arrojo.  Este último rasgo, su arrojo y valentía, era algo que gustaba especialmente a los aficionados.  Muy estrepitosa debía ser la incidencia para que Manuel entrase en la enfermería; muy al contrario.  Sabemos que el 15 de agosto de 1857 se encontraba toreando en la plaza de toros de Jerez con la cuadrilla de Manuel Arjona, hermano del famoso Curro Cúchares, cuando al ir a dar un puyazo al segundo (ganadería de Joaquín Jaime Barrero), se cayó del caballo, propinándole éste un pisotón en la cabeza. Al perder el conocimiento, rápidamente fue trasladado a la enfermería. Recobró el conocimiento antes de ingresar, se levantó, se ató un pañuelo para contener la hemorragia en la cabeza y volvió para continuar su faena.  Al terminar, entró en la enfermería, pero volvió a picar al toro siguiente, siendo ovacionado por el público.  Los hermanos Arjona le prometieron llevarlo a Madrid, pero parece que eso nunca llegó a suceder.

Se casó con una burgalesa y fijó en Burgos su residencia, continuando con la compraventa de ganado.  A pesar de que la familia de su esposa intentó reiteradamente que abandonase el toreo, por ser imprescindible dedicación absoluta al tráfico de ganado, su afición a los toros siempre se lo impedía de continuo.

Plaza Vieja de Vitoria (1851-1879)
En 1864 toreó las corridas de la feria de Vitoria con Domingo Mendívil (1818-1831) y Antonio Carmona “el Gordito” (1838-1920).  En la segunda tarde de feria, la del 15 de agosto, actuaba como sobresaliente de espada Rafael Molina, el famosísimo “Lagartijo”.  Al prepararse Manuel para ponerle una tercera vara al sexto toro –retinto albardado– llamado “Manchego”, de la ganadería de Raimundo Díaz, embistió por el vientre al caballo, provocando la estrepitosa caída del picador y sufriendo un golpe tal en la cabeza que le provocó la muerte en la propia enfermería casi al instante.


Caída de Manuel García
El propio “Gordito”, sabedor de la situación económica de la familia, costeó todos gastos del entierro y, junto a Mendívil, abrió una suscripción popular a favor de su viuda y un hijo invidente de muy corta edad. El propio alcalde de Vitoria, marqués de la Legarda, fue el primero en acudir a la suscripción en favor de la familia García con la suma de trescientos veinte reales.

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