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lunes, 21 de septiembre de 2015

Francisco de Paula Velasco Estepa, sacerdote, canónigo y deán



Nació en Puente Genil el 11 de junio de 1875 en el número 35 de la Cuesta Baena, hijo de Dionisio Velasco Delgado, natural de la villa, de donde fue concejal en varias ocasiones, y de Modesta Estepa Cano, sevillana de Casariche, siendo el mayor de sus siete hermanos.

Desde muy joven siente una irrefrenable pasión por la poesía y una natural inclinación hacia el servicio a Dios y a la Iglesia, entregándose por completo y sin reservas hacia una y otras. De esta forma, ingresa en el granadino Seminario de San Cecilio y después en el conciliar de San Pelagio, en Córdoba, obteniendo ya en 1889 media beca al haber aprobado sus ejercicios de oposición en Filosofía y obteniendo el diaconato (la orden sacra inmediata al sacerdocio) el 22 de diciembre de 1900 de manos de Antonio Ruiz-Cabal Rodríguez, Obispo de Lystra, dimisionario de Pamplona (antiguo doctoral de la Iglesia de la Sevilla, que fallecerá en 1908). Es innata en Francisco una natural elocuencia y una oratoria en la que destaca desde muy joven, lo que, unido a una fe inquebrantable y a una educación y compostura a prueba de bombas, le hace ser depositario de altas y prontas responsabilidades. El 30 de enero de 1901 se celebran en el seminario los funerales por el alma de Francisco de Asís Aguilar, que había sido Obispo de Segorbe y rector del Seminario. Velasco, por sus antedichas condiciones y siendo considerado alumno aventajado de Oratoria Sagrada, es designado como responsable de la oración fúnebre.

En abril de 1901 es ordenado sacerdote, escogiendo Puente Genil para cantar su primera misa en la Parroquia de Nuestra Señora de la Purificación. A ella asistieron desde Córdoba, entre otros, el Doctor Juan Aguilar Jiménez, Canónigo Magistral de la Santa Iglesia Catedral de Jaén, y José Contreras Carmona. El poeta Manuel Reina ofició de padrino en tan solemne ceremonia, por cuyo motivo ofreció un banquete en el que sabemos se sirvieron unos entremeses que consistían en chorizos y salchichón, quesos varios, tocino de cielo y pan de los dioses; y un menú de tortilla de jamón, salmón a la vinagreta, cordero a la jardinera, empanadilla de pollo, gallina en salsa, beefsteak y jamón dulce, frutas en almíbar, café, coñac, además de vinos y champán. Como era de esperar, dirigieron unas palabras a los comensales el propio Reina, el Canónigo de Jaén, José Contreras, el rico propietario Melchor Romero y el propio misacantano, cuya intervención hizo emocionarse al resto de participantes. Terminado el almuerzo, los invitados pasaron a la ermita de Jesús Nazareno, donde oraron ante la imagen de Jesús, visitando a continuación el asilo Santa Susana.

A pesar de fijar su residencia en Córdoba, sus visitas a Puente Genil, ora por motivos de familia, ora por ser requerido constantemente para ello, son frecuentes. Poco después de su ordenación pronuncia un hermosísimo sermón en la Iglesia del Convento, donde desde 1890 se ubica la portentosa imagen del Señor de la Humildad y Paciencia, de quien es –por elección y por tradición familiar– fervoroso devoto. Con motivo de la definitiva aprobación de la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora de las Mercedes, que con cinco hermanitas y la Superiora Sor Piedad Victoriana Deán regentaban el hospital municipal desde 1883 en el antiguo convento franciscano, el 14 de julio de 1901, se le encomienda la oración sagrada desarrollando la tesis “Los institutos religiosos son divinos por su origen, divinos e inimitables por los medios que emplean y por el fin que persiguen, siendo a la vez manantial fecundo de grandes bienes para la sociedad”.


También estuvo presente Francisco en la toma de posesión del nuevo párroco de la Purificación, Rafael Luque Conde, en septiembre de aquel mismo año, así como en la función religiosa que se celebró en la iglesia del convento en honor a la Virgen de las Mercedes, cuya imagen había sido recientemente adquirida por las mercedarias encargadas del hospital municipal. En aquella ocasión desarrolló la tesis “La Iglesia Católica, de la que es timbre orgulloso la Orden de la Merced, es la que únicamente puede realizar la caridad del Apostolado y de la fraternidad, que son las dos grandes necesidades de nuestro tiempo”. En aquel discurso, demostró una vez más sus indiscutibles méritos como orador sagrado, notable historiador, inspirado filósofo y un luchador infatigable contra la impiedad de su tiempo.

Licenciado en Teología, es nombrado capellán de las Siervas de María y de las Esclavas del Sagrado Corazón y en 1902 socio numerario, por expresa invitación, de la Real Sociedad Económica Cordobesa de Amigos del País. El mismo año es designado oficial de secretaría del Obispado de Córdoba y en 1903 vuelve a participar en un acto religioso en Puente Genil en la celebración de la primera misa de José Solís García en la pontana Parroquia de la Purificación, donde cantó las excelencias del sacerdocio católico.

Sus vastos conocimientos y amplia preparación los pone a disposición de la sociedad, siendo convocado para participar en calidad de jurado en varios concursos literarios y juegos forales, como los organizados por la Sociedad Económica Cordobesa de Amigos del País. Colaboró en distintos periódicos de la época, como El Popular de Granada, El Semanario de Cabra y nuestra joya literaria Pepita Jiménez.  En 1904 inaugura en Lucena, junto con el párroco de Puente Genil Luque Conde, la primera sucursal en aquella ciudad del Monte de Piedad de Córdoba y oposita a la Canonjía Magistral de la Santa Iglesia Catedral de Jaén, aprobando por unanimidad. Destacar que entre los diecisiete opositores, únicamente dos son cordobeses: nuestro Francisco Velasco y Antonio María Rodríguez Blanco, que había sido compañero de seminario de Francisco y será beatificado en 2007. Vinculado a Puente Genil y a la vez que desarrolla sus funciones en el Seminario como Catedrático de Ontología, Cosmología, Teodicea, Ética, Derecho Natural e Historia de la Filosofía, participa como orador sagrado en funciones de regla de la Hermandad de las Cien Luces, en múltiples Quinarios dedicados al Señor de la Humildad y Paciencia, devoción familiar, a la Purísima Inmaculada Concepción, Patrona de Puente Genil, funciones ofrecidas por el Círculo Católico en la ermita de Jesús Nazareno, a la Virgen de los Dolores y a la Santa Cruz.

En 1908 es nombrado cura castrense y, por defunción del anterior, rector y cura ecónomo de la Parroquia de San Francisco y San Eulogio y designado más tarde por el Obispo para formar la Tabla del Jubileo Circular en las iglesias de Córdoba para 1911. Consiste este Jubileo, en la adoración a Jesucristo ante la Sagrada Eucaristía o Santísimo Sacramento durante cuarenta días, recordando así el tiempo que permaneció muerto, en el sepulcro. Y es llamado circular, porque durante todo el año, cuando termina en una iglesia de la Diócesis, enseguida se inicia en otra, de forma que la adoración eucarística no se interrumpe durante todo un año en el territorio de una Diócesis. En su parroquia y con Francisco como oficiante, se inaugura con una bonita fiesta religiosa un Centro Católico de acción social, que perseguía la triple finalidad religiosa, instructiva y económica, funcionando una sociedad de socorros mutuos, un gestor popular o secretariado del pueblo, y un sindicato agrícola del pueblo.
Nuestro Padre Jesús amarrado a la Columna en fotografía de cristales.

El 23 de marzo de aquel mismo año de 1908 y tras algún tiempo de inevitable decadencia, por voluntad, entrega y dedicación de Francisco Ortega Montilla, sería asesinado junto a su esposa en los días de julio de 1936, llegaba a Puente Genil la nueva imagen del Señor de la Columna, la que actualmente se procesiona. Días después, la agradable noche del 8 de abril, todas iglesias del alegre y devoto pueblo pontanés tocaron sus campanas insistentemente. Al día siguiente y en la iglesia franciscana del antiguo convento, testigo de tantos acontecimientos a lo largo de la Historia, nuestro cura Francisco procedía a la bendición de la sagrada imagen del Señor Amarrado a la Columna con una misa celebrada a grande orquesta y cantada por el canónico con vestuarios y caperos.


En 1910 es nombrado académico correspondiente de la de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba para la sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que abandonará seis años después, al cambiar su residencia cordobesa por Vitoria (su lugar será entonces ocupado por el doctor Manuel Ruiz Maya).

A partir de 1912 tomó parte activamente en la reorganización de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en el Huerto, que se veneraba en su parroquia cordobesa, orientando a  los jóvenes que lo visitaron para exponerle la idea. Inmediatamente se puso a disposición de la misma, coordinando las distintas voluntades y organizando la primera reunión de la que saldría una junta interina que comenzara la organización de la Hermandad. Pocos días después de aquella primera reunión con un grupo de ilusionados cofrades, se encuentra constituida la primera Junta, que estará compuesta por Francisco de Paula Velasco Estepa como Presidente; como Hermano Mayor, Francisco González González; Ricardo Barbudo Guirso como Tesorero y; José Lara Álvarez, como Secretario.

Ermita de la Aurora, en Córdoba
Editó y publicó un periódico llamado La Voz de la Parroquia destinado a adoctrinar a los feligreses de su parroquia. Militó en Los Legionarios de la Buena Prensa, fundada por el sacerdote claretiano José Dueso, en relación a la creación de una prensa católica prestigiosa y fuerte –la buena prensa– que sirviera de contrapeso a la prensa liberal de la época. Impulsó y coordinó esfuerzos, haciendo de ello una de sus más importantes aspiraciones, en orden a la restauración de la ermita de la Virgen de la Aurora, en Córdoba, construida en 1725  y en aquel tiempo amenazaba ruina, exponiendo de nuevo a la veneración de los fieles aquella hermosa imagen mandada construir por el Obispo Suisi. Desgraciadamente aquella ermita volvería a derrumbarse en 1960, lo que ya no verá nuestro buen Francisco, y rehabilitada en 1998 por la Empresa Municipal de Viviendas de Córdoba.

Siendo alcalde de Puente Genil Wenceslao Aguilar, preside los actos de entrega de premios a las alumnas de las cuatro escuelas dominicales establecidas en la villa, bajo las advocaciones de Sagrado Corazón de Jesús, Dulce Nombre de Jesús, Inmaculada Concepción y Apóstol Santiago.

A los pocos días de la muerte de Antonio Aguilar y Cano, amigo muy querido por Velasco, la Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba propuso celebrar una velada necrológica, para lo cual Francisco se compromete a realizar un estudio biográfico de Aguilar y Cano, que más tarde sería leído en dos ocasiones, el 6 y el 20 de noviembre de 1915 y publicado ese mismo año. Ricardo de Montis, periodista y literato de fama nacional y "poeta, juerguista, periodista, borrachín y amigo como no hay dos", como lo definiera el propio Julio Romero de Torres, diría de aquella lectura convertida en obra literaria lo siguiente:

Ricardo de Montis
“De todos los pueblos que conozco, Puente Genil es mi predilecto; admiro su cultura extraordinaria, su laboriosidad incansable, su amor a la industria y al comercio, la actividad de sus hombres, la belleza de sus mujeres. Me encanta su situación, rodeado de huertas fecundas en riquísimos frutos, arrullado por el Genil que lo acaricia y hace coro al himno que las máquinas de las fábricas y talleres sin cesar elevan al trabajo.En Puente Genil tuve mis mejores, casi mis únicos amigos; el poeta insigne Manuel Reina, el gran historiador Antonio Aguilar, el ilustre político Pepe Contreras, con quien me unían lazos de fraternal cariño. ¿Cómo no ha de inspirarme, por tanto, un interés vivísimo, una profunda simpatía, todo lo que de Puente Genil o de sus hijos proceda y todo cuanto a honrar a Puente Genil o a sus hijos vaya encaminado?Por eso leí con interés creciente, con deleite profundo la Noticia biográfica que motiva estas impresiones; porque en ella se hace la apología de un pontanense meritísimo; porque el encargado de esta noble misión es otro pontanense, digno sucesor ene l mundo de las letras de aquellos que abandonar su pueblo le legaron envidiables timbres de gloria y, porque si el biografiado me honró con su amistad inapreciable, hónrame también el biógrafo con la suya, no menos valiosa.El estudio que el ilustrado escritor y digno sacerdote D. Francisco de P. Velasco Estepa hace del eximio historiógrafo y literato don Antonio Aguilar y Cano es realmente admirable; pocos trabajos de esta índole habrá tan concienzudos, tan completos, tan exactos, tan pródigos en detalles como el del señor Velasco Estepa. Él nos ofrece el retrato –que este es el calificativo que merece su obra- tanto moral como intelectual y físico de su biografiado con una exactitud y una precisión tales que pone ante los ojos de nuestra imaginación, como todas las apariencias de la realidad, la noble figura del historiógrafo.Después le siguen paso a paso en las vicisitudes de su vida, algunas de las cuales, como la decepción que sufriera cuando fue a Madrid ansioso de gloria, le sugiera consideraciones atinadísimas, reveladoras de un gran sociólogo y un profundo conocedor e de la sociedad, y, finalmente, y esta es la parte principal y más curiosa del trabajo, presenta al escritor y expone y analiza minuciosamente su labor intensa, fecunda, callada, reveladora de dotes excepcionales.Y gracias a don Francisco Velasco Estepa seguramente no ignorarán, hasta los amigos más íntimos de don –antonio Aguilar y Cano, que éste, además de las obras que conocemos, dejó escritas muchas, de interés excepcional para Córdoba y su provincia, y quizá merced a esta importante Noticia biográfica alguno de estos trabajos meritísimos saldrán de los legajos en que los conserva la familia de su autor para ser editados y servir de ilustración y recreo a las generaciones venideras.Completan el estudio del señor Velasco Estepa abundantes citas y notas y avalóralo unan prosa correctísima que acusa a un escritor castizo, profundo conocedor de la hermosa lengua de Cervantes.Una carta del eminente literato don Francisco –rodríguez Marín, hermosa como suya, sirve de prólogo a la Noticia biográfica y en ella se elogian cumplidamente los méritos del biografiado y la labor del biógrafo.Tal es, ligera y toscamente expuesta, la impresión que me ha producido la lectura de la obra indicada; réstame sólo dar las gracias muy expresivas al señor Velasco Estepa por la mención que en ella hace de mi humilde persona, para suscribir el juicio que formulara respecto a una de las producciones de don Antonio Aguilar y Cano, y por la dedicatoria del ejemplar con que ha tenido la bondad de obsequiarme, tan llena de donosura como de elogios que no merezco”.

El mismo director de aquella noble institución, Luis Valenzuela, de la mano de José Sánchez Guerra, ilustre cordobés y Ministro de la Gobernación, consiguió fuera expedido un decreto en virtud del cual se le concedía el título de Real a la Academia. Con tal motivo propuso Velasco la celebración de un banquete para agradecer y homenajear a Luis Valenzuela, por el éxito de sus gestiones. La idea fue aceptada y se formó una comisión organizadora, compuesta por el mismo Velasco, Rafael Vázquez Aroca y Ricardo de Montis. El banquete se celebró en agosto del mismo 1915 en el restaurant La Estación, adhiriéndose a las felicitaciones y homenaje el Conde de Torres Cabrera,  Antonio Pineda, F. Castejón, enrique y Julio Romero, Mateo Inurria, Blanco Belmonte… Velasco Estepa fue el encargado de ofrecer el banquete a Valenzuela, agradeciéndole las gestiones y elogiando su meritísima labor al frente de la Academia.

En 1916 fue nombrado Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Vitoria, por lo que, unido a la publicación de su libro “Antonio Aguilar, sus obras”, sus amigos de Puente Genil le obsequiaron con un banquete íntimo en los salones del Círculo Católico, al que asistieron Francisco, Pablo, Manuel y Antonio Ortega Montilla; Lorenzo, Francisco y Joaquín Reina Framis; Wenceslao Aguilar, Joaquín de HARO, Jose Villafranca, Jesús Puig, Rufino Delgado, el Conde de Casa Padilla Francisco Varo, Antonio Reina, Joaquín y José Chacón López, Luis García, Alberto y Francisco Álvarez de Sotomayor, Antonio Delgado, Antonio Gálvez, Miguel Carmona, Luis Gálvez, Francisco Uclés, Francisco García, Francisco Sampedro, Francisco Padilla, José Melgar, Fernando Naranjo, Cristóbal Aguilar, Antonio Cardeñosa, Sebastián y Emilio Cabello, Enrique Melgar, Luis Vílchez, Emilio Pérez, Enrique Carmona, José Maria Jiménez, Rafael Moyano Cordón, Joaquín García Cumplido, José Cisneros, Pedro Pérez Porras, Antonio Linares, Rodrigo García Luque, Baldomero Giménez Luque, Leonardo, Manuel y Antonio Velasco.

Asamblea Local Cruz Roja Puente Genil 1927
Aquel mismo año será nombrado Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Málaga, en virtud de permuta entablada con Francisco Tabar y Ripa, siendo muy pronto designado por el Obispo de Málaga como Delegado Administrador para el arreglo de Capellanías y Administrador de los Acervos Píos diocesanos. Desde Málaga, donde vive generalmente retraído del trato social, dedicado al estudio y al cumplimiento de sus deberes, mantiene frecuentes contactos con Puente Genil (participa también en la inauguración de la Cruz Roja el día de Santiago de 1922, siendo alcalde Antonio Romero Jiménez), pero es llamado al mismo tiempo a predicar a infinidad de pueblos de Andalucía, Priego de Córdoba, Lucena, Moguer, sigue acudiendo a Málaga cada vez que es reclamado, sobre todo de parte de las MM. Mercedarias, la Congregación de las Hijas de María y Esclavas de la Merced y forma parte desde 1923 de la Hermandad de la Santa Caridad... destacando sobre todos el cordobés de Montoro, donde es nombrado Socio Honorario de la Sociedad de Nuestro Padre Jesús Nazareno.


A finales de 1930 recibe el nombramiento de Deán de Coria, en Cáceres. Recordemos que el Deán es quien preside el Cabildo Catedralicio, máximo responsable, por lo tanto de la Catedral. Sin embargo renuncia a su dignidad y regresa a Puente Genil sobre 1931 o 1932. Su edad, así como –fundamentalmente– el agravamiento de la diabetes, le aconsejan frenar su trepidante ritmo de vida y una relajación en sus responsabilidades. Y aquel cura, aquel sacerdote de vida austera y sencilla, quizás adusto y serio en el trato, mas educado y correcto, de amplia experiencia (se habló de él como Obispo de Jaén), cultura, conocimiento y formación decide plegar velas en su vida y regresar a Puente Genil. Se encuentra en la cumbre de su madurez intelectual, ha publicado ya Antonio Aguilar y Cano: Noticia biográfica (Madrid 1915), La Metafísica y la Ciencia Moderna, El Sentido Sobrenatural de la Vida, La devoción al corazón de Jesús y los Ejercicios de San Ignacio (Málaga 1921), Del Protestantismo al Modernismo y, sin embargo. carece de aspiraciones materiales. No pretende la Parroquia matriz (aunque se hizo cargo de ella durante el tiempo que estuvo vacante el puesto de párroco por la muerte del Padre Juan Lucena en la Guerra Civil), no busca honores, no anhela reconocimientos ni prebendas. Solicita humildemente permiso para hacerse cargo de la Iglesia de la Virgen de la Asunción del ex convento de San Francisco. Allí atiende a las religiosas mercedarias que se han hecho cargo del Hospital, consuela a los enfermos que junto a él conviven (su casa, en el número 2 de la calle Modesto Carmona, linda con el edificio hospitalario) y, sobre todo, se postra a diario y conversa con fe profunda con el Señor de la Humildad, de cuya Cofradía fue Capellán, Hermano Mayor y Hermano Mayor Honorario y a quien acompañó cada día de su vida, mientras le fue posible, cada tarde del Miércoles Santo. A Él se encomendó cada día de su fecunda existencia, a Él dirigió las oraciones que los enfermos bisbiseaban postrados en su lecho y a Él le escribió un Quinario de una profundidad y una dulzura que exponemos a nuestros lectores.
Con el fin de penetrar en el hondo sentimiento que encierran las palabras del Quinario, recomendamos sinceramente su lectura pausada, lenta y meditada.



Murió en Puente Genil el miércoles 21 de febrero de 1945. Como tantos otros, contribuyó con sus obras, su trabajo y entrega en cuerpo y en alma, a construir el Puente Genil de hoy. A su memoria.



Fuentes consultadas:
  • El Libro de Puente Jenil, de Antonio Aguilar y Cano (Puente Genil, imprenta J. Estrada Muñoz, 1894).
  • Historia de la Semana Santa de Puente Genil, volumen I. Del siglo XVI a la Agrupación de Cofradías. Colección Anzur, volumen XXXIII. José Segundo Jiménez Rodríguez. Depósito legal SE-1235-2001.
  • Francisco de Paula Velasco Estepa, una vida sacerdotal de devoción al Señor de la Humildad. Luis Velasco Fernández Nieto. Con la mano en la mejilla. Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia. Depósito legal M-55382-2007.
  • Revista El Pontón nº 200, año 2004. Órgano de difusión de la Asociación Amigos de Puente Genil.
  • Archivo Bibliográfico Hispano Americano, Librería General de Victoriano Suárez, Tomo IX, Madrid 1918.
  • Enrique Alcalá Ortiz, Cronista Oficial de Priego de Córdoba: La Semana Santa republicana.
  • Episodios Locales Pontanos. Literatura pontana siglo XIX, tomo I. Poesía. Colección Anzur, volumen XXV. José Segundo Jiménez Rodríguez, Puente Genil 1997. Dep. legal CO-42-1997.
  • El Siglo Futuro, diario católico de Madrid, 20 abril 1908.
  • La Hormiga de Oro julio y septiembre de 1921.
  • Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Tenerife 25 noviembre 1908.
  • Diario de Córdoba 1889 a 1915.
  • Defensor de Córdoba 1899 a 1937.
  • Guión 12 septiembre 1936
  • La Voz 28 julio 1922
  • La Merced, órgano de su Venerable orden Tercera y Cofradías, nº 10, 24 octubre 1927.
  • ABC de Sevilla, 17 febrero 1971.
  • El Aviso 1911 a 1919.
  • Almanaque del Obispado de Córdoba 1904 a 1911.





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