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domingo, 2 de agosto de 2015

Sofía Montilla y Medina, actriz, periodista, escritora

En un tiempo en el que el papel reservado a las mujeres estaba perfectamente definido, descubrimos a Sofía Montilla quien, sin ruidos ni estridencias, rompe unos moldes sociales establecidos que, indudablemente, hubieran encorsetado una personalidad absolutamente deslumbrante.


 Aventurera, mujer de firmes convicciones, actriz, madre, escritora de relatos y comedias, inteligente y preparada, afortunadamente quedan rastros, no muchos, de lo que debió ser la huella de un paso firme y seguro.


Expediente personal de Manuel Montilla Melgar
Puede consultarse en Portal de Archivos Españoles
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Nace en Puente Genil el 7 de octubre de 1855, según acredita el expediente de solicitud de pensión promovido por su madre (aunque en algunos documentos hemos leído el 9 de octubre de 1851), hija de Manuel (Ximénez de) Montilla Melgar y de Sofía Medina y López de Haro, por lo tanto, prima del insigne de las letras españolas Manuel Reina Montilla. Desde muy joven participa en el Puente Genil de la década de los sesenta del siglo XIX, en cuantas expresiones culturales le permite su tiempo y condición, sobre todo las relacionadas con el teatro. Forma parte del elenco de aficionadas que participan en las obras que alrededor de 1865 dirige el liberal e ilustrado Agustín Álvarez de Sotomayor Domínguez y se representan en la casa de Bernaldo de Quirós.

Siendo muy joven sale de Puente Genil y recorre buena parte de España hasta llegar a Barcelona, desde donde parte a Filipinas acompañada de su madre y su hermano Eduardo. El Liceo Artístico y Literario de Manila, sociedad dramática hispano filipina cuyo fin es el establecimiento de cátedras de literatura, de dramática, de música y de artes del diseño (disuelto en 1883 por falta de fondos), la colma de atenciones y la nombra Socia Honoraria.























Aun desconociendo la fecha exacta del nombramiento, los propios Estatutos del Liceo recogen que en la Junta General del 20 de enero de 1878 se acordó autorizar a la Junta Directiva para que pudiera conceder el título de Socias Honorarias a las señoras que por su afición a las artes o su mérito, se hiciesen acreedoras a él. Y sabemos que de las veintitrés Señoras Socias Honorarias que el Liceo llegó a  distinguir, por orden de antigüedad, Sofía Montilla ocupaba el puesto número veinte, por lo que su nombramiento debió suceder alrededor de 1880-1882. Durante aquel tiempo, interpreta diversas obras teatrales en Manila siendo reconocida unánimemente por la prensa local. Al año de permanecer en Filipinas contrae matrimonio con Ernesto Martín González, perteneciente a la Administración Militar de España, Comisario de Guerra. A raíz de su matrimonio abandona la escena y pasa a cultivar la literatura. Escribe novelas cortas que posteriormente fueron publicadas por El Comercio de Manila en forma de folletín las más largas, o de hoja literaria las más cortas.

Medio año después de casarse, su marido es trasladado a la peligrosa isla de Joló, que en 1876 había sido tomada por las tropas españolas. A pesar de ser requerida para quedarse en Manila, decide seguir a su marido, convirtiéndose así en la primera europea en pisar aquel suelo.

El vapor Isla de Panay atracado en Puerto Rico, al muelle de la New York & Puerto Rico Steamship Company.
Foto de la revista El Mundo Naval Ilustrado, año 1901.

El vapor Panay que los traslada a su nuevo destino provisional, estuvo a punto de naufragar al encallar su casco en una zona desconocida, falleciendo un marinero y tres soldados. Para fechar los acontecimientos que narramos, a falta de alguna documentación que expresamente nos la indique, debemos recurrir a la historia del Isla de Panay. Este buque fue botado en Clyde el 19 de junio de 1882 y, perteneciente a la Compañía General de Tabacos de Filipinas, llegó a Manila para comenzar a prestar sus servicios el 23 de diciembre de 1882 (La Vanguardia, 29 de diciembre de 1882). Este barco será el mismo que en octubre de 1886 traiga a España a José Rizal, mártir y poeta de la revolución filipina, y posteriormente sirva para la repatriación de treinta y tres famélicos supervivientes: los héroes de Baler… Pero eso es otra historia, de forma que volvamos a la nuestra... 

Tras aquel accidentado viaje, Sofía llega a Joló donde, por su belleza, gracia y exotismo, presidió todas las fiestas y eventos que se organizaban en la isla. Era tanta la belleza y el deseo que despertaba en los nativos de la isla, que el jefe local (un sultán de nombre Mohamed) preparó una encerrona para asesinar a cuantos acompañaban a Sofía, incluido el gobernador de la isla, el Coronel Rafael González de Rivera, y secuestrarla para convertirla en sultana de sus dominios. El plan fue, sin embargo, descubierto por los espías al servicio de España y en consecuencia abortado.


Joló era la antigua residencia de los sultanes. En 1876 fue tomado por las tropas españolas

Isla de Joló y adyacentes

Sultán de Joló finales, siglo XIX.

Tiempo después, en septiembre de 1883, regresó a la península arribando a Mahón a bordo del vapor España y, siendo impelida por grandes compromisos, retoma el mundo de los escenarios, colaborando en distintas representaciones a beneficio de familias desfavorecidas, siempre de la mano de su maestro, el también actor y director de escena, Juan Casañer. Casañer, “el discreto y concienzudo maestro escénico”, se declaró multitud de veces ferviente admirador de Sofía. No sólo por las características físicas de quien fue descrita así “Sofía une a su alta y distinguida estatura, gallardía incomparable, movilidad extrema en la fisonomía, grande aplomo escénico y magestad (sic) en la expresión” (Vicente de la Cruz, Cronista Oficial de la Villa de Madrid), sino además por su gran cultura, el conocimiento de los clásicos, de los periodos y personajes históricos, lo que la ayudaba indudablemente en su más que correcta representación, así como una distinción y dignidad naturales.

Pasado algún tiempo vuelve a Filipinas donde, a la muerte de su madre se recluye durante un año de luto, que pasa escribiendo comedias y novelas, que más tarde publicaría El Comercio de Manila. Son las tituladas La Choza del diablo, Lady Artigton, El sueño de una noche de verano, La Virgen de Elche, La hermana de la Caridad y otras. La enfermedad de uno de sus hijos la hace regresar a la Península, comenzando a trabajar como redactora de El Demócrata, colaborando con El Globo, El Diario de Córdoba y continuando su relación con El Comercio de Manila. Manuel de Llano y Persi, Alfredo Vicenti y Vicente de la Cruz la proponen para formar parte de la Asociación de la Prensa Internacional. Nos consta que representó en el teatro Martín de Madrid en 1889, donde fijó su domicilio y residencia en la calle Fuencarral núm. 24, Un año en quince minutos, Asirse de un cabello, Como pez en el agua o lo que para ella, como para nosotros, debió ser un auténtico motivo de orgullo, El dedal de plata, genial monólogo obra de su primo, el inmortal Manuel Reina Montilla.

En 1896 y tras cumplir el tiempo de obligatoria permanencia en Ultramar, su marido es trasladado a la península. Sin embargo, al poco de llegar –en noviembre de 1896– y debido a las insurrecciones independentistas en la antigua colonia española es embarcado de nuevo en el puerto de Barcelona a bordo del vapor correo San Fernando, de la Compañía Trasatlántica, con seis compañías del octavo batallón expedicionario con destino a Filipinas, al mando del comandante de Estado Mayor Gaspar Tenorio Rebollo. Allí fue hecho prisionero por los americanos, aunque en poder de los filipinos, durante los meses de julio, agosto, septiembre y octubre de 1898. Sofía debió enviudar alrededor de 1900 (en 1902 era ya viuda y tenía expedientes abiertos en reclamación de pensiones).

Participó en el álbum artístico literario La Feria de Mayo en Córdoba de 1897, dirigido por el redactor de Diario de Córdoba Mariano Rodríguez Alguacil, en unión de firmas como Teodoro Ramírez de Arellano, José Navarro Prieto, Pablo García Fernández, Cipriano Martínez Rücker, Enrique Ruiz Fuertes, Francisco Hidalgo y José Villalba. De este álbum dirá Blanco y Negro el 26 de junio de 1897, que el resultado de aquel trabajo fue un bellísimo cuaderno, verdadero álbum de joyas artísticas y literarias, debidos a la pluma o al pincel de los ilustres cordobeses contemporáneos.

Al final de su vida continuó colaborado en distintas publicaciones, entre las que destaca El Correo Militar, a donde, por las especiales circunstancias políticas que atravesaba el país, enviaba relatos y cuentos acordes con la realidad de la época.



Desconocemos la fecha de su fallecimiento, pero su rastro se pierde en Madrid en 1902...



Fuentes consultadas:
  • El Libro de Puente Jenil, Puente Genil imprenta Estrada Muñoz 1894, autor Antonio Aguilar y Cano, correspondiente de la Real Academia de la Historia.
  • La mujer de letras o la letraherida: Discursos y representaciones sobre la mujer en el siglo XIX. Congreso internacional celebrado en Madrid el 11 y 12 de diciembre de 2006. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, año 2008. Autoras Pura Fernández Rodríguez y Marie-Linde Ortega.
  • La literatura hispano-filipina. Ben Cailles Unson
  • Revista El Pontón, órgano de difusión de la Asociación Amigos de Puente Genil, núm. 187 (mayo 2003): “Historia del Teatro en Puente Genil. Finales del siglo XIX”, Luis Guillermo Porras Llamas.
  • Primeras académicas de la Real Academia de Córdoba. María José Porro Herrera, académica numeraria.
  • Biblioteca Digital Hispánica. Biblioteca Nacional de España.
  • Prensa:
    • El Comercio de Córdoba 19 de abril 1897
    • Diario de Córdoba 25 noviembre 1865, 19 abril 1897, 25 abril 1897
    • El Liberal de 6 de agosto 1889
    • Diario Oficial de Avisos de Madrid 4 agosto 1889,
    • Diario Oficial del Ministerio de la Guerra de 13 de agosto 1896, 12 de junio de 1902
    • El Correo Militar de 28 de noviembre 1896, 9 de agosto 1900
    • El Bien Público (Mahón) de 17 de septiembre 1883
    • El Día de Córdoba de 10 de julio 2011
    • La Correspondencia de España de 1 de junio 1889, 24 de febrero 1893, 17 abril 1893
    • Blanco y Negro de 26 de junio 1897, pág. 18

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