Son muchos los hombres de Puente Genil que a lo largo del tiempo han formado parte del Ejército español, conformando un amplio elenco de héroes quienes, incluso dentro su patria chica, fueron relegados al olvido. Uno de ellos es sin duda Teodoro Gálvez Cañero.
Si
bien sabemos de él gracias fundamentalmente a las notas contenidas en los Apuntes históricos…, lo cierto es que
los insignes Pérez de Siles y Aguilar y Cano omiten una información esencial
para considerar a Gálvez Cañero lo que realmente es: si no un héroe, sí al
menos un militar cuya participación se muestra fundamental en cierto momento
del devenir histórico de nuestro país.
José Teodoro Gálvez Cañero y
Fernández Gallegos nace en Puente
Genil el 1 de abril de 1774 según los Apuntes
históricos…, ó 1775 según su hoja de servicios, de Santiago Gálvez Cañero y
Francisca Brígida Fernández Gallegos y Medina, proveniente de familias nobles,
antiguas y bien heredadas. Estudió en Córdoba latinidad y filosofía, ingresando
joven en la carrera militar, de forma que lo encontramos a la edad de veinte
años como subteniente en el Regimiento Granaderos del Estado desde el 1 de
enero 1795, ascendiendo a teniente el 12 de noviembre de 1799.
Levantamiento del Dos de Mayo |
En 1808 cuando el levantamiento del Dos del Mayo, se
encontraba en Madrid, partiendo inmediatamente a Zaragoza para luchar por la
independencia española, encargándose allí de la organización e instrucción de
las compañías de Escopeteros del Portillo,
unidad cuyo mando será entregado a mosén Santiago
Sas. El 31 de mayo es ascendido a capitán y destinado a los Tercios de
Calatayud con la orden de cortar las comunicaciones entre Madrid y las tropas
francesas. Tres semanas más tarde, el 22 de junio el general Palafox y el Barón
Warsage son atacados por el coronel Klopistki,
enviado por Lefebvre, en un inútil intento de evitar el corte de sus
comunicaciones. En ese combate, que duró desde las 19.30 horas del 22 de junio
hasta las 08.30 horas del día 23 y que acabó con la dispersión de las tropas
españolas todavía no acostumbradas al combate en campo abierto, Gálvez Cañero
se distinguió tanto por su coraje y bravura en la lucha, como por su capacidad
para organizar una retirada ordenada, lográndolo con un considerable núcleo de
fuerza y poniendo a salvo las cuatro piezas de artillería de su columna. A los
mandos de nuestro paisano, se dirigieron a los desfiladeros del puerto del
Frasno, a donde no pudo seguirlo el enemigo. Por esa acción fue ascendido a
teniente coronel con antigüedad del 22 de junio.
El general Palafox, conociendo las excelentes dotes y valentía
de nuestro paisano, pidió que se le uniera en su entrada en Zaragoza el 1 de
julio, honrándolo entonces con el nombramiento de su secretario particular.
Debemos tener en cuenta en lo sucesivo que tal nombramiento implicaba la absoluta
colaboración y total implicación en los decretos, bandos y proclamas del
general Palafox, considerado el gran caudillo de Zaragoza. Organizó el Regimiento
de Infantería del Infante D. Carlos, del que fue nombrado coronel el 1 de
septiembre de 1808.
Retrato del general José Palafox pintado por Goya |
Tras el segundo sitio de Zaragoza y
encontrándose el general Palafox enfermo, sin habla y casi moribundo, se
presentó un oficial francés ofreciendo
una capitulación honrosa á la ciudad cuya gloriosísima defensa nunca conocida
en los fastos de la historia, la hacía digna de la mejor suerte. Gálvez
Cañero, autorizado por el enfermo para dar
y redactar sus órdenes, redactó una contestación digna y valiente, acorde con
el espíritu que formaba parte de su ser y, conociendo el pensamiento de su
superior, escribió que se avergonzaría
teniendo á sus órdenes un ejército y un pueblo demasiado acostumbrados á
triunfar de las águilas francesas, de oír la palabra capitulación con sus
enemigos irreconciliables, y que antes preferiría sepultarse bajo las gloriosas
ruinas de aquella invencible capital. Redactada por Gálvez Cañero tal
respuesta, se buscó el sello de Palafox y,
no encontrándolo, se le entregó a
la firma al general Saint-Marcq, reportando a continuación la respuesta al
parlamentario francés. Rendida la ciudad, el Mariscal Lannes, conociendo quién
había sido el autor de la respuesta a su ofrecimiento de capitulaciones, ordenó
el pronto fusilamiento de Gálvez Cañero. No obstante, la suerte –siempre
caprichosa– se alió con el militar pontanés: Lannes fue avisado por uno de sus ayudantes de que, siendo Gálvez Cañero un
militar importante, debía ser sometido a juicio para –posteriormente– ser ejecutado
“con todas las de la ley”. Accedió a ello el Mariscal, lo que posibilitó la
huida de Gálvez Cañero incorporándose astutamente a una cuerda de prisioneros
que salió para Francia. Huyó en Tudela, atravesó media España socorrido por las
buenas gentes del campo, patriotas sencillos que lo ocultaron y señalaron los
caminos menos transitados y alejados del peligro francés. Cansado y andrajoso,
pero sano y salvo, llegó a Córdoba -donde pudo recuperar fuerzas- y después a
Sevilla, donde la Junta Central le confirió el ascenso a brigadier de los
reales Ejércitos con antigüedad del 9 de marzo de 1809. Brigadier es el oficial
general cuya categoría era
inmediatamente superior a la de coronel. Esta categoría ha sido hoy reemplazada
en el Ejército por la de general de brigada.
Meses
después sería interrogado por el Auditor General de la Guerra acerca de varios
extremos en relación con determinados comportamientos: qué ocurrió con el
sello, es decir, con la estampilla del General José Palafox, así como con todos
sus papeles e igualmente se le cuestionará sobre un dinero que debía entregar a
Felipe Lallave, en Madrid, para las plazas de oficiales. Gálvez Cañero se
enfadó e indignó sobremanera al verse sometido a este interrogatorio, haciendo
referencia a sus servicios a la patria y el haber despreciado las ofertas del general
Lannes (“mostrando la misma constancia
despreció la muerte a que estaba sentenciado, y todo por no faltar a su honor
ya su Rey”), con riego incluso de su
propia vida, y los tres encarcelamientos a los que fue sometido. En cualquier
caso salió airoso del dicho expediente, alegando que la custodia de la
estampilla no era de su competencia y que, respecto a los papeles por los que
se les preguntaba, “según las órdenes expresas
del general Palafox, los quemó después de la entrada de los franceses, por cuyo
medio, bien a costa de su propia vida, salvó la de infinito número de buenos
patricios de las provincias contiguas”. En relación a aquellos dineros,
justificó que aun estando destinado “al
vestuario de las tropas desnudas”, no pudo ello realizarse por la próxima
entrada de las tropas enemigas, por lo que esa suma debía encontrase en poder
del comisionado Lallave. No constando repercusión negativa alguna del dicho
expediente, podemos establecer la hipótesis de que el Auditor de Guerra, tras las
pistas proporcionadas por Gálvez señalando a Felipe Lallave, encontraría aquellos
dineros “extraviados”, concluyendo así el expediente a plena satisfacción.
Fernando VII con el hábito de la Orden del Toisón de Oro (Vicente López) |
Siguió batallando desde 1809 a 1812 con el
ejército de Extremadura y a las órdenes del mariscal de campo Fernando Gómez de
Butrón, comandante general de la caballería. Fue nombrado coronel del Regimiento
de América y en 1823 asistió con las tropas constitucionales a la defensa de
Cádiz, sitiada por el ejército francés. Recuperada Cádiz y devuelto Fernando
VII al trono absolutista, la carrera de Gálvez Cañero tocó a su fin, precisamente
por su adscripción al sistema constitucional. Es cierto que no fue perseguido
como muchos otros, pero desde luego, obviamente, no fue ascendido teniendo que
retirarse a Puente Genil.
Al
inicio de la guerra civil de los siete años –la Primera Guerra Carlista– que
enfrentó a los partidarios del infante Carlos María Isidro de Borbón y un
régimen absolutista, contra los partidarios de Isabel II y de la Regente María
Cristina de Borbón (cuyo gobierno comenzó siendo absolutista, pero acabó
convirtiéndose en liberal), era brigadier y estaba de cuartel en Puente Genil.
De ideas liberales, se pone al lado de la Constitución y ofrece sus servicios
al Gobierno constitucional, que le confía la Comandancia General de la
provincia de Córdoba. En 1836 cuando el ejército carlista se dirige a Andalucía
al frente de Miguel Gómez Damas y Ramón Cabrera y Griñó, comprende la ineficacia de las medidas adoptadas por su Gobierno y
propone replegarse a Sevilla. El Gobierno se niega a ello y lo releva de las
responsabilidades encomendadas, retirándose entonces a Puente Genil sin mando
alguno. Los acontecimientos que luego siguieron demostraban que no anduvo muy
desacertado nuestro paisano en su propuesta, pues a pesar de las medidas
adoptadas por el gobierno constitucional (en contra de las opiniones de Teodoro
Gálvez) el ejército carlista tomó Córdoba y continuó hasta Gibraltar.
En
1853 era, en esta situación, el brigadier más antiguo del ejército español
cuando, en reparación de tal injusticia y tropelía, atendiendo a los méritos, servicios y dilatada carrera, fue
promovido a mariscal de campo en virtud de Real Decreto de la reina Isabel II
de fecha 5 de enero, publicado el 6 de enero de 1853.
Finalizada
la Guerra de la Independencia casó con la viuda de Francisco Palafox, Teresa de
Villalpando y San Juan, hija de los Condes de San Juan, de la nobleza
aragonesa, dama de la noble orden de María Luisa (fallecida el 7 de marzo de
1861), con quien tuvo dos hijos, Francisco y María Teresa Gálvez y Villalpando,
condesa de Torresecas. Gálvez Cañero murió el 18 de junio de 1859, bajo su
testamento de 3 de enero del mismo año, otorgado ante el
escribano Mariano Montilla.
Por él sabemos que no mantenía relación alguna con
sus hijos: de María Teresa nos dice que “se
haya casada, pero ignoro el nombre y apellido de su marido” y al referirse
a Francisco, tristemente reconoce que “no
tengo noticias de su existencia y paradero actualmente”. Si a ello unimos
que su esposa tenía su residencia en Madrid, alejada del mariscal, y que éste
murió en la más absoluta ruina, pues declara “no poseer bienes muebles, inmuebles, caudal, hacienda ni efectos de
ninguna clase de que poder disponer”, dependiendo únicamente su
subsistencia de la mitad de la paga mensual que le correspondía, ya que la otra
mitad la percibía su esposa Teresa, si además añadimos que vivió en casa ajena y
enfermo durante sus últimos años, adeudando a su fallecimiento la cantidad de tres
mil reales de vellón por salarios o soldadas, descubrimos un triste final para
quien debió ser un militar extraordinario al servicio de España y sus
ejércitos.
Teodoro
Gálvez Cañero forma parte de esa ingente lista de pontanenses ilustres cuyo
recuerdo va cayendo en olvido: injusticia ésta ante la cual debemos levantarnos
y reivindicar la memoria de aquel que con sus servicios a España conquistó el
tratamiento de Excelentísimo. Se ha olvidado su trayectoria en este Puente
Genil, pero no así en Zaragoza. Con motivo del Centenario de la Guerra de la
Independencia decía de él el general de artillería Mario de la Sala Valdés y
García Sala, que entre todas las figuras
relevantes en la defensa de Zaragoza en 1808 y 1809, ninguna tan olvidada y
necesitada de que reverdezcan sus laureles como el heroico Gálvez Cañero: pues
si es cierto que en aquella alta ocasión alcanzó justa fama y que los
historiadores le citan con elogio como uno de los cooperadores más allegados al
general Palafox, pocos son lo que puntualizan los méritos anotados en el
historial de su hoja de servicios, que tuvimos la fortuna de examinar.
En
1908, con motivo de los actos de celebración del Centenario de los sitios de
Zaragoza, se edificó en aquella ciudad la Escuela de Artes y Oficios,
erigiéndose en su fachada varias lápidas conmemorativas. En una de ellas,
consagrada al recuerdo de “Los caudillos
militares defensores de Zaragoza” se leía el nombre de nuestro héroe “Conel. D. Teodoro Gálvez Cañero”.
Firma de Gálvez Cañero estampada en su testamento |
Fuentes:
- “Apuntes Históricos del Villa de Puente Genil” Agustín Pérez de Siles y Antonio Aguilar y Cano, 1874.
- “Obelisco histórico en honor de los heroicos defensores de Zaragoza en sus dos sitios (1808-1809)” Mario de la Sala Valdés y García Sala, Zaragoza 1908
- “El Católico”, 7 enero 1853
- “El Faro Nacional”, 13 febrero 1853
- “El Contemporáneo”, 10 marzo 1861
- “Botas y espadas en la secreta sociedad de la escuadra y el compás: la masonería y los militares en la Historia de España”, Alberto Valín Fernández. Revista Anuario Brigantino nº 27, Ayuntamiento de Betanzos (A Coruña), 2004.
- “Arquitectura de la Exposición Hispano-Francesa de 1908”, Diputación Provincial, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, Jesús Martínez Verón
- “Guerra y cuchillo. Un grito por la Independencia y la Libertad. Primer Sitio de Zaragoza 1808” XXV premio Los sitios de Zaragoza 2010. Ayuntamiento de Zaragoza 2011. José Antonio Pérez Francés.
- Archivo Histórico Nacional. Secretaría de Guerra. Averiguaciones sobre Teodoro de Gálvez Cañero, secretario del General Palafox.
- Archivo Histórico de Protocolos Notariales de Aguilar de la Frontera, Córdoba.
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